lunes, 2 de mayo de 2011

PROCLAMANDO Y DEFENDIENDO EL EVANGELIO 1



GALATAS
1:6 Estoy maravillado de que tan pronto os hayáis alejado del que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente.
1:7 No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo.
1:8 Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema.
1:9 Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema.
1:10 Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo.


Cuando el Evangelio es transmitido de la misma manera que Jesucristo, la Biblia enseña claramente que la evidencia de la obra salvífica de Dios es un comportamiento transformado. La fe que no da por resultado una vida recta es muerta y no puede salvar (Santiago 2: 14-17). Los que profesan ser cristianos y carecen por completo de frutos de verdadera justicia no encontrarán base bíblica para estar seguros de que son salvos.
“El que dice: Yo le conozco, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y la verdad no está en él; pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él. El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo.” 1 Juan 2:4-6
La auténtica salvación no es sólo justificación. No puede separarse de la regeneración, la santificación, y finalmente, la glorificación. La salvación es un proceso continuo tanto como un acontecimiento pasado. Es la obra de Dios que nos va haciendo conforme a Jesucristo. La seguridad auténtica surge de ver la obra transformadora del Espíritu Santo en la propia vida.
Hay quienes buscan hacerle creer a las multitudes que la norma para la salvación es aceptar a Jesús como Salvador sin rendirse en obediencia a Él como Señor. Nosotros no hacemos a Cristo Señor, ¡Él es Señor! Una fe que rechaza su soberana autoridad es realmente incredulidad. Nadie que venga en busca de salvación con auténtica fe, creyendo sinceramente en Jesús rechazará voluntariamente su autoridad. La verdadera fe no es de palabras, Jesús condenó a aquellos que adoraban a Dios solo de labios, pero no con su vida. (Mateo 15: 7-9)

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