martes, 28 de diciembre de 2010

PELIGROS QUE DEBEN SER EVITADOS EN EL USO DEL AMEN

Peligros que deben ser evitados en el uso del “amen” en la adoración pública

Debido al pecado remanente en nosotros, no existe ningún privilegio en la vida cristiana que no sea susceptible de ser abusado, ni ningún deber hacia el cual no sintamos cierta indisposición.

Y dado que el expresar el amén es un privilegio y es un deber, debemos dar algunas advertencias para que no caigamos en excesos con respecto a este privilegio que Dios nos ha concedido:

A. Cuidado con usar el “amén” como un mecanismo para llamar la atención sobre ti mismo:

El propósito primordial del uso del “amén” en la Iglesia es la gloria de Dios (comp. 2Cor. 1:20). ¡Cuán pecaminoso es, entonces, usar este aspecto de la adoración corporativa para llamar la atención sobre nosotros mismos!

Es muy pecaminoso, usar el amén como un medio para presentar cierta imagen a los ojos de los demás. Y es muy fácil caer en ese pecado. Hay lugar en la adoración para el uso del amén a nivel individual, pero hacer uso de ese recurso para llamar la atención de los demás sobre nosotros es un grave, gravísimo pecado a los ojos de Dios.

Nos congregamos como iglesia para contemplar la hermosura del Señor, a deleitarnos en la adoración a Él. Cualquier acción voluntaria destinada a llamar la atención sobre nosotros mismos, puede provocar la acción involuntaria de que los hombres y mujeres que se han congregado en ese lugar desvíen su vista de Dios para posarla sobre nosotros.

Parece muy espiritual que digamos “amén” constantemente a todo cuanto se dice desde el púlpito. Pero la marca de la verdadera espiritualidad es el amor, el amor a Dios por encima de todas las cosas, y el amor al prójimo como a nosotros mismos; y ambas cosas son violadas cuando hacemos uso del amén para llamar la atención sobre nosotros mismos.

B. Cuidado con usar el “amén” de tal manera que hagas violencia contra ti mismo:

Dios nos hizo a cada uno con una forma de ser particular que no es destruida en el momento de la conversión; de modo que, aunque nuestra adoración sea corporativa, eso de ningún modo significa la destrucción de nuestra individualidad.

En el Sal. 139 el salmista expresa su adoración a Dios por la forma como fue creado: “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (vers. 16).

No somos lo que somos como un producto de la casualidad; Dios es soberano, y Él nos hizo como somos física, intelectual, temperamental y emocionalmente. Todos debemos esforzarnos por dar lo mejor de nosotros mismos en nuestro servicio a Dios, por manejar cada área de nuestra vida, no conforme a nuestra lógica o nuestro temperamento, sino según lo que Dios ha dicho en Su Palabra. Pero siempre seremos nosotros mismos.

Timoteo, por ejemplo, debía esforzarse por ser un ministro fiel; pero él no tenía que esforzarse por llegar a ser Pablo. Eran hombres muy diferentes el uno del otro. Si Timoteo usaba responsablemente los medios de gracia que Dios había puesto a su alcance llegaría a ser un Timoteo maduro, pero nunca llegaría a ser otra persona distinta a quien él era.

Lamentablemente algunos cristianos pueden sentirse tentados a identificar la manera en que una persona aplica estos principios como si fuera la forma correcta, y caer entonces en el error de imitarlo haciendo violencia a su identidad como individuo.

Supongamos que aquí tenemos un creyente cuyo temperamento es quieto y tranquilo, su hablar siempre es suave, moderado; rara vez se le oye levantar la voz. Pero resulta que este hermano pone su atención en otro miembro de la Iglesia con un temperamento distinto; y más aun, con una voz potente.

¿Imaginan Uds. la sorpresa que causará hermano cuando repentinamente pronuncie un ¡Amén! en una forma tal que se escuche artificial debido a su forma particular de ser? Cuidado, hermanos, de no implementar estas cosas de tal manera que hagamos violencia contra nosotros mismos.

C. Cuidado con hacer del “amén” una vana repetición:

Las palabras de Cristo en Mt. 6:7 se aplican perfectamente en este contexto. Los paganos, dice el Señor, se caracterizan por una adoración vana, sin sentido. Ellos piensan que por su palabrería serán oídos.

En el caso particular que estamos tratando, alguien pudiera pensar que mientras más “amén” diga durante la oración, o durante la predicación, más espiritual será. Pero ese pensamiento es pagano.

Esa falta también es cometida cuando expresamos un “amén” con nuestros labios que no refleja el verdadero estado de nuestro corazón. Con nuestros labios asentimos a lo que está siendo declarado, pero en realidad en nuestros corazones no tenemos el menor interés de implementar esas cosas en nuestra vida: “Este pueblo de labios me honra – dijo el Señor de los fariseos, mas su corazón está lejos de mí” (Mr. 7:6).

D. Cuidado con usar el “amén” en circunstancias inapropiadas:

En 1Cor. 13:5 dice que el amor no hace nada indebido, que no se comporta de una manera tal que haga sentir molestos a los demás sin necesidad. Hay momentos en que no tenemos otra alternativa que obedecer, aunque haga sentir incómodo a otros; pero no siempre es así.

Pablo dice en 1Cor. 9:20: “Me hecho a los judíos como judío, para ganar a los judíos, etc. A todos me hecho de todo, para que de todos modos salve a algunos”.

Si estamos en una Iglesia que no conoce, o no practica, esta enseñanza debemos hacer uso del dominio propio que el Señor nos ha dado para que no seamos motivo de distracción para los demás.

“Ah, pero y qué de mi libertad cristiana”. Nuestro uso de la libertad cristiana debe ser regulado por el amor, y el amor no busca lo suyo.

E. Cuidado con seguir la indisposición de nuestra carne contra todo deber impuesto por Dios en este asunto del uso del “amén” en la adoración pública:

Recuerden que nuestra carne se opone a todo deber impuesto por Dios, pero nuestra obligación en tal caso es a resistir esa indisposición y hacer lo que debemos hacer. Alguien puede decir: “Es que todo esto no es natural para mí”.

Si somos cristianos, la Biblia dice que hemos sido hecho partícipes de la naturaleza divina. Muchas cosas son ahora naturales para nosotros a pesar de que antes eran anormales.

¿Acaso era natural para nosotros venir a la Iglesia cada domingo? ¿O dar gracias por los alimentos? ¿O leer la Escritura todos los días? Nada de eso era natural, pero se supone que sea natural ahora.

Pues de igual modo debemos en esto seguir lo que Dios ha decretado en Su Palabra. Aunque vamos a la iglesia como individuos, también vamos como parte de un cuerpo a escuchar la Palabra de Dios y a elevar nuestros corazones a Él en oración y alabanza.

Y Dios espera de nosotros, no solo que mantengamos nuestros corazones sintonizados con la Palabra que está siendo expuesta, o con las oraciones que están siendo elevadas, sino también que expresemos nuestro asentimiento a través del “amén”.

Los creyentes honramos a Dios y a Su Palabra cuando nos esforzamos como individuos y como Iglesia en traer todas las áreas de nuestra vida bajo los principios que Dios ha establecido en Su Palabra.

Debo reconocer por justicia que para estos post me fueron de mucha ayuda unas clases de Escuela Dominical impartidas por el pastor Albert Martin.

© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.

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