viernes, 4 de marzo de 2011

CUIDADO CON EL MISTICISMO

CUIDADO CON EL MISTICISMO


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No suelo hacer alusión a los mensajes que exponemos los domingos en nuestra iglesia, pero esta vez voy a hacer una excepción por la importancia del tema.

Desde hace ya varias semanas hemos estado exponiendo la carta a los Colosenses, y este domingo pasado nos tocó exponer los vers. 18 al 19 donde Pablo advierte a estos creyentes contra las enseñanzas que los falsos maestros estaban tratando de introducir en la iglesia. Uno de los aspectos de esa enseñanza tenía que ver precisamente con el misticismo.

¿Qué es el misticismo? En una forma sencilla podemos definirlo como la búsqueda de una experiencia religiosa más profunda, a través de una comunicación directa e inmediata con Dios, poniendo a un lado el intelecto y descansando más bien en la intuición y en la iluminación interior (basándose en Juan 1:9, muchos místicos insisten en que debemos buscar en nuestro interior la luz divina que todos llevamos dentro).

Uno de los padres del misticismo en el siglo V, lo explicó de esta manera: Debemos “dejar atrás los sentidos y la operación del intelecto a través de una auto negación pura y total, para entrar en la radiante y superesencial Tiniebla Divina” (Pseudo Dionisio el Aeropagita).

Y en otro lugar dice que cuando el espíritu se despoja de todo lo que ve y puede ser visto, “penetra… en las misteriosas Tinieblas del no-saber. Allí, renunciando a todo lo que pueda la mente concebir, abismado totalmente en lo que no percibe ni comprende, se abandona por completo en aquel que está más allá de todo ser”.

Un místico más contemporáneo, Vladimir Lossky, quien murió en 1958, dice algo similar en otras palabras: “Es necesario renunciar tanto a los sentidos como a toda labor de la razón, todo aquello que pueda ser conocido por los sentidos del entendimiento… para que podamos ser capaces de unirnos, en perfecta ignorancia, con Aquel que trasciende todo ser y todo conocimiento”.

Noten cómo estos dos místicos, uno del siglo V y otro del siglo XX, insisten en lo mismo: debemos tratar de alcanzar una unión mística con Dios, dejando a un lado nuestro intelecto.

Es por eso que muchos místicos recurren al uso de mantras (que no es otra cosa que la repetición de ciertas palabras, sonidos o frases), para vaciar la mente de todo pensamiento concreto y así tener una especie de experiencia mística con Dios que, como bien ha dicho alguien, en el mejor de los casos no es otra cosa que un trance auto hipnótico, y en el peor una experiencia demoníaca.

¿Qué nos enseña la Biblia al respecto? Por un lado, la Biblia nos enseña claramente que ningún hombre puede acercarse a Dios de manera directa o inmediata. Nosotros necesitamos un Mediador para acercarnos a Él, y ese Mediador no es otro que Su propio Hijo, nuestro Señor Jesucristo (comp. 1 Timoteo 2:5 – es por eso que oramos en el nombre de Cristo).

Por otra parte, cuando Dios se comunica con nosotros hoy lo hace a través de Su Palabra, no a través de una iluminación interior. Y una vez más, el Mediador de esa Palabra sigue siendo nuestro Señor Jesucristo (compare Hebreos 1:1-2).

Ahora bien, si Dios se comunica con el hombre a través de una revelación escrita, la Biblia, es obvio que nuestro intelecto juega un papel de suprema importancia en nuestra relación con Él, ya que es por medio de la mente que nosotros podemos entender Su Palabra (compare Mateo 22:34-37; Romanos 12:1-2; 2 Timoteo 2:7; Colosences 1:9-10; Efesios 5:15-17).

Es imposible que podamos cultivar nuestra relación con Dios poniendo a un lado las Escrituras y poniendo a un lado nuestro intelecto. Pero eso es exactamente lo que propone el misticismo.

Y es contra un peligro similar a este que Pablo nos advierte en este pasaje de la carta a los Colosenses. Estos falsos maestros pretendían haber alcanzado una unión mística con Dios que estos cristianos desconocían.

FALSA HUMILDAD, CULTO A LOS ÁNGELES Y UN ATENTADO CONTRA LA SUPREMACÍA DE CRISTO

Pablo introduce este pasaje llamando la atención de los creyentes en Colosas: “Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles” (Colosenses 2:18).

Esta expresión puede ser traducida: “que nadie los descalifique” o “que nadie los condene”. Hace referencia a la decisión negativa de un árbitro que descalifica a uno de los competidores por no seguir adecuadamente las reglas de juego.

Tal parece que los falsos maestros en Colosas estaban descalificando a estos creyentes porque no experimentaban el mismo tipo de experiencia religiosa que ellos decían tener. “Uds. necesitan algo más que el simple cristianismo, algo más profundo y más espiritual”.

Lo sorprendente de la postura de estos individuos es que, a la vez que se constituían en jueces de los demás, porque se sentían superiores a ellos, al mismo tiempo aparentaban ser muy humildes. Dice Pablo que ellos afectaban “humildad y culto a los ángeles”.

Ahora bien, no sabemos con exactitud qué relación había entre la supuesta humildad de estos hombres y el culto a los ángeles, pero es probable que estuvieran argumentando algo como esto: “Dios es tan elevado y nosotros somos tan pequeños, que en vez de llegar directamente a Dios preferimos entrar en contacto con Él a través de los ángeles”.

Este fue un problema tan serio en esta región de Asia Menor, que en un concilio celebrado en el 363, en la vecina ciudad de Laodicea, tuvieron que tratar con este asunto. Dice en el Canon 25 de ese concilio: “Le es un pecado a un cristiano abandonar la iglesia de Dios y apartarse para invocar a los ángeles”.

La Biblia prohíbe tajantemente esa práctica. Hay “un solo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Hombre” (1 Timoteo 2:5). Nadie debe intentar llegar a Dios, o adorarle, haciendo uso de ningún otro medio, incluyendo a los ángeles (compare Apocalipsis 19:9-10; 22:8-9).

Sin embargo, el culto a los ángeles no sólo no desapareció, sino que parece estar más vivo que nunca en estos días, a juzgar por muchos de los libros que se escriben sobre este tema. He aquí algunos de los títulos que encontré en Amazon esta semana:

“Cómo hablar con sus ángeles”.

“Ángeles guardianes y Guías Espirituales: Contacte a la Ayuda Celestial”.

“Guía Diaria de sus Ángeles: 365 mensajes de los ángeles para aliviar, sanar y abrir su corazón”.

“Sánese con los Ángeles”.

Y yo supongo que no soy el único aquí al que le enseñaron cuando niño a rezarle a su ángel de la guarda. Esa oración puede sonar muy inocente, pero lo que está detrás de ella no es otra cosa que un atentado contra la preeminencia de Cristo, y eso no tiene nada de inocente (Colosenses 1:16).

Ahora bien, ¿en qué basaban estos falsos maestros sus prácticas religiosas? Según ellos, en visiones que habían tenido; según Pablo, en una mente orgullosa y carnal: “entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal” (vers. 18).

Aunque la Reina Valera traduce la frase como “entremetiéndose en lo que no ha visto”, lo que el texto dice literalmente es “aferrándose a las cosas que ha visto”. Estos individuos pretendían pertenecer a una élite de personas que recibían revelaciones directas de parte de Dios.

Ellos no eran cristianos comunes y corrientes que aprendían acerca de Dios y Su voluntad a través de la Biblia; no, ellos tenían visiones. Pero Pablo nos dice aquí que ese tipo de misticismo no es otra cosa que una carnalidad disfrazada.

Como dice el comentarista Guillermo Hendriksen: “Este hombre que pretende ser muy humilde, en realidad es insoportablemente orgulloso. Su mente está inflada con el sentido de su propia importancia, al jactarse de cosas que dice haber visto”.

El que una persona tenga apariencia de humildad, y clame haber tenido algún tipo de experiencia extraordinaria, no es lo que lo califica para constituirse en un maestro espiritual. Lo que un verdadero maestro cristiano hace es enseñar a los creyentes la Palabra de Dios para guiarlos a Cristo; y eso era exactamente lo que estos falsos maestros no hacían: “y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios” (vers. 19).

A final de cuentas, este era el verdadero problema de los falsos maestros de Colosas: ellos nos descansaban únicamente en Cristo, tanto para la salvación como para el crecimiento espiritual.

¿Tú quieres crecer en tu vida cristiana? En vez de andar buscando experiencias extraordinarias, aférrate a Cristo (eso es lo que significa “asirse de la Cabeza”). Cristo es el Todo suficiente Salvador que suple a Su pueblo todo lo que Su pueblo necesita.

Es en virtud de nuestra unión con Cristo como Cabeza y nuestra dependencia de Él, que “todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios”.

Cada creyente debe aferrarse a Cristo, alimentándose de Él, dependiendo enteramente de Él; y ¿qué va a suceder cuando ese hermano entre en contacto con sus otros hermanos en la fe? Que va a traspasarles lo que recibe de su Señor; es de ese modo que todo el cuerpo “crece con el crecimiento que da Dios”. Compare Efesios 4:11-16.

En el siguiente post veremos cómo muchas iglesias evangélicas están sucumbiendo sin saberlo a una especie de misticismo evangélico.

¿MISTICISMO O VERDADERA COMUNIÓN CON CRISTO?

Como hemos visto anteriormente, la Biblia condena el misticismo y lo presenta como un sustituto peligroso del crecimiento espiritual. En este post quiero mostrar lo que verdaderamente significa relacionarnos con Cristo día a día y cómo eso no tiene nada que ver con una experiencia mística.

En Juan 15:4-5, el Señor dice a Sus discípulos: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.

Y más adelante, para no dejar dudas en cuanto a lo que quería decir con estas palabras, añadió: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).

Según Cristo mismo, permanecer en Él es sinónimo de permanecer en Su Palabra. Como bien señala John Piper: “Esto significa que nosotros le damos la bienvenida a Jesús en nuestras vidas, y hacemos un lugar para Él en nosotros, no como un Huésped silencioso sin opiniones ni mandamientos, sino como un Huésped autoritativo, cuyas opiniones nos importan más que cualquier otra y cuyos mandamientos son nuestras leyes de vida”.

Escuchen al Señor una vez más: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Juan 15:9-10).

Sigue diciendo Piper: “La morada de Cristo en nosotros es intercambiable con Su Palabra morando en nosotros, porque Cristo nunca viene (a la vida de alguien) sin Sus perspectivas autoritativas de las cosas… Si Él permanece en nosotros, Sus perspectivas permanecen. Si Él permanece en nosotros, Sus prioridades permanecen. Si Él permanece en nosotros, Sus principios permanecen. Si Él permanece en nosotros, Sus promesas permanecen. Si Él permanece en nosotros, Sus mandamientos permanecen. En resumen, cuando Cristo permanece en nosotros, Su Palabra permanece en nosotros”.

Cuando nosotros memorizamos la Palabra de Dios, y al actuar en cada aspecto de nuestras vidas consultamos esa Palabra, no estamos simplemente tomando en cuenta un código antiguo de conducta. Memorizar la Biblia no es como memorizar el teorema de Pitágoras. Nuestro Señor Jesucristo está vivo, y Él nos dejó Su Palabra viva.


Permanecer en Él no es otra cosa que interactuar con Él en nuestra vida diaria tomando en cuenta Sus opiniones reveladas en Su Palabra (porque Él sigue pensando hoy aquello que está escrito allí).

“Señor, tú dices esto en tu Palabra acerca de tal o cual asunto. Gracias porque no me dejaste en oscuridad con respecto a esto. Gracias por haber traído este texto a mi memoria en esta disyuntiva de mi vida. Ayúdame Tú a obedecerte a Ti, y a creer de todo corazón que tus caminos son infinitamente mejores que los míos. Ayúdame a recordar en todo momento que Tú viniste para que tengamos vida y vida en abundancia. Inclina mi corazón a la obediencia para que pueda disfrutar de esa vida abundante que Tú viniste a darme”.

Eso es permanecer en Cristo. Eso no tiene nada que ver con ninguna experiencia mística, o con entrar en una especie de trance contemplativo que nos desconecta de la realidad.

No son visiones lo que necesitamos para tener una vida espiritual más plena y profunda, ni perdernos en las Tinieblas Divinas por medio de una “perfecta ignorancia” (como dijo un místico del pasado). Lo que necesitamos es empaparnos de la Palabra de Dios, la cual tiene como centro al Señor Jesucristo (compare Colosenses 3:16; compare con 2 Corintios 3:18).

Por eso alguien decía que cuando venimos a la iglesia debemos quitarnos el sombrero, no la cabeza. Nosotros nos acercamos a Dios y tenemos comunión con Él por medio de Su verdad revelada, y esa Palabra se entiende con el intelecto, desde donde debe gobernar todo nuestro ser, incluyendo nuestra voluntad y nuestras emociones.

De manera que el misticismo no sólo es una forma equivocada de relacionarnos con Dios, sino una práctica peligrosa que nos aleja de Él y que impide nuestro crecimiento espiritual.



¿MISTICISMO EN LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS?

A pesar de las serias advertencias de la Biblia, el misticismo sigue siendo una plaga, aún en muchas iglesias evangélicas en el día de hoy. Me entristece y preocupa enormemente ver cómo muchos que profesan ser cristianos están practicando una especie de misticismo evangélico sin darse cuenta.

Y es que en la misma medida en que el estudio de la Palabra de Dios decae en las iglesias, y la manipulación emocional aumenta, en esa misma medida los creyentes comienzan a sustituir la verdadera comunión con Dios por una experiencia mística que embota nuestro entendimiento y produce la sensación engañosa de haber estado en contacto con el Dios de los cielos.

El Señor Jesucristo dijo claramente, en Juan 4, que los verdaderos adoradores adoran a Dios “en espíritu y en verdad”. Donde el espíritu no está involucrado, tampoco existe la verdadera adoración. Pero lo mismo podemos decir cuando la verdad no ocupa un lugar central.

Pensemos por un momento en el tipo de alabanza que se usa en muchas iglesias evangélicas hoy día. Y Dios sabe que no digo esto por el simple hecho de criticar lo que otros hacen, si no por dar una voz de alerta sobre una práctica que creo está haciendo un daño enorme en ciertos contextos eclesiásticos.

Pablo dice en Colosenses 3:16 que los himnos y cánticos espirituales que cantamos en la congregación deben ser un vehículo para que la Palabra de Cristo more en abundancia en nosotros.

Pero muchas iglesias han desechado casi por completo los himnos con un serio y profundo contenido bíblico, y lo han sustituido por breves coros de 4 ó 5 líneas, de contenido muy vago y superficial, que se repiten una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.

Yo me pregunto: ¿Acaso no tendrán el mismo efecto que los mantras en el Yoga y en las religiones orientales? Y si a todo eso le sumamos una música, también repetitiva, el efecto es todavía mayor y más peligroso.

Como dice un autor cristiano, aún una frase extraída de las Escrituras, como: “Jesús ten misericordia de mí, que soy pecador”, cuando se repite un montón de veces, no es otra cosa que una vana repetición, y por lo tanto, una violación del tercer mandamiento: “No tomarás el nombre del Señor en vano”.

La Biblia prohíbe el uso de “mantras” en nuestras oraciones: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”.

Esas vanas repeticiones no solamente son vanas, sino peligrosas, porque a la larga pueden embotar el entendimiento y producir personas incapaces de digerir la enseñanza doctrinal de las Escrituras, e incluso indisponerlas contra ella.

Pero no solamente eso. Ese tipo de arrebato emocional que se suele producir en ese tipo de culto, es altamente adictivo. Hace que las personas vayan a la iglesia, no para ser instruidos por esa Palabra de Dios, que es viva y eficaz y a través de la cual tenemos verdadera comunión con Cristo, sino para volver a estimular las emociones.

¿Estoy diciendo con esto que en nuestra comunión con Dios las emociones no juegan ningún papel? ¡Por supuesto que no! Solo basta con leer los salmos para convencernos de que la relación del creyente con Dios puede llegar a alcanzar intensos niveles emocionales.

Pero esas emociones son producidas por el entendimiento de quién es Dios y de lo que Él ha hecho por nosotros en Cristo, no porque se ha preparado un ambiente propicio para que se produzca ese tipo de respuesta emocional.

¿Por qué nos emocionamos al cantar “El poder de la cruz” – y estoy usando a propósito un himno contemporáneo? Por las gloriosas verdades que ese himno expresa.

1. Oh, al ver aquel
Negro amanecer:
Cristo entregado a morir
Condenado fue
Siendo justo y fiel
Clavado a una cruz.

Coro:

El poder de la cruz:

Mi pecado Él llevó
Ira y culpa cargó
Soy perdonado en la cruz.

2. Oh, aquel dolor
Que Tu faz mostró
Cargando el peso de mi mal
Toda corrupción,
Todo mal pensar
Tú los pagaste allí.

Coro

3. La tierra tembló
cielo oscureció
Viendo agonía en Su Hacedor
Velo roto en dos
Se escuchó el clamor
Su obra consumó.

Coro

4. Anulaste allí
El acta contra mí
Por Tus dolores libre soy
Muerte derrotó
Vida me otorgó
Tu inefable amor.

Ultimo coro:

El Poder de la cruz
Dios al Hijo inmoló
Qué gran precio y amor
Soy perdonado en la cruz.



Lo opuesto al misticismo no es la frialdad cerebral, sino una verdadera, deleitosa y profunda comunión con Cristo. Es precisamente por eso que el misticismo es tan dañino y peligroso, porque impide el desarrollo de ese tipo de comunión con nuestro Salvador, a la vez que produce la engañosa sensación de intimidad con Él.



Que el Señor nos ayude a empaparnos cada vez más de Su Palabra, pero no como un mero ejercicio intelectual, sino como un medio para permanecer en Cristo, descansando conscientemente en Su obra de salvación y procurando conscientemente hacer Su voluntad, para poder disfrutar de la vida abundante que Él compró para nosotros en la cruz del calvario.


* El pastor Sugel Michelén nació en un hogar no cristiano, pero conocio la gracia de Dios en Cristo en verano de 1977, cuando estaba a punto de cumplir los 18 años de edad y de entrar a la universidad a estudiar Arquitectura. Pero al poco tiempo de iniciar la carrera decidió prepararse para el ministerio pastoral. En Noviembre de 1981 entró en el ministerio pastoral, comenzando una obra en la ciudad de Puerto Plata, al norte de República Dominicana. En ese momento estaba recién casado con su esposa Gloria. Pero a finales del 1983, la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, que le había enviado a plantar esta iglesia, le pidió que regresara. Allí está sirviendo desde entonces como parte del consejo de pastores, teniendo la responsabilidad de predicar la Palabra regularmente en el día del Señor. Actualmente tiene 3 hijos y dos nietos.

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