domingo, 13 de junio de 2010

CALCULANDO EL COSTO Y ESFORZANDOSE A ENTRAR

Primero, piensa lo que te sucederá si no te esfuerzas a entrar,
II Tesalonicenses 1:7-8; Romanos 2:16; Juan 8:34; 3:19-20;
Mateo 25:30, 41; Apocalipsis 21:8; Isaías 33:14.

II. Segundo, cómo debes esforzarte a entrar, Romanos 10:17;
Luca 8:18; 11:13; Juan 1:29.


Recuerda que Cristo trataba con el tema de la salvación. Un hombre le dijo: “¿son pocos los que se salvan?” (Lucas 13:23). Jesús entonces se volvió hacia la multitud y les dijo lo que tenían que hacer para ser salvos: “Esforzaos a entrar por la puerta angosta”. La “puerta angosta” es Cristo Mismo. La palabra “esforzaos” viene de la forma plural de la palabra Griega “agonizōmai.” Danker Bauer
indica que la palabra originalmente tenía qué ver con el esfuerzo en una competición atlética, mas después, en la época del Nuevo Testamento, llegó a usarse para describir pelear y batallar. Fue usada por el Apóstol Pablo en ese sentido cuando dijo: “He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe” (II Timoteo 4:7).

Así que la palabra “agonizōmai” habla de pelear y batallar – y, en nuestro texto se refiere a pelear y batallar para entrar a Cristo, que es “la puerta angosta”. El Dr. Lenski dijo: “Tenemos el verbo fuerte ‘esforzar’ [agonizesthe] del cual todavía tenemos ‘agonizar’... Tenemos que esforzarnos hasta la ultimo para entrar...Esto es lo opuesto de la indiferencia, de ser...descuidados, o de vivir en seguridad falsa”
Cuando es demasiado tarde, se despiertan y “procuran” entrar y no pueden “tener éxito”...porque la puerta está cerrada. Entonces aquí tenemos los tiempos futuros “procurarán”, “no [podrán] tener éxito”. Ambos señalan al tiempo cuando la puerta estará cerrada...El arrepentimiento...será imposible (R. C. H. Lenski, D.D., ibid., p. 748).

Hay un viejo himno que lo dice todo:

Lo que cuesta sabéis si tu alma perdéis,
¿Aunque el mundo entero ganéis?
Y podría ser que ya cruzaste el lumbral,
¿Lo que cuesta, lo que cuesta sabéis?

El Domingo pasado en la noche te mostré contra lo que debes batallar para entrar a Cristo – tienes que batallar contra Satanás, tienes que batallar contra tu propia naturaleza depravada – contra tu orgullo y tu indisposición de someterte a Cristo. El Dr. Martín Lloyd-Jones dijo: “Ningún hombre jamás se hizo Cristiano sin parar a verse a si mismo”

Te pregunto: ¿Te has visto alguna vez como un pecador condenado? ¿Has encarado alguna vez el asunto de tu rebelión contra Cristo? ¿Te has admitido a ti mismo que piensas que sabes más de esto que Él? ¿Te has admitido a ti mismo que eres rebelde contra Él, que lo has desechado, y despreciado Su amor, y lo has empujado todos estos meses y años? ¿Le has admitido todo eso a Él – y a ti mismo? Si no, quizá nunca entrarás a El, quizá nunca serás convertido, quizá nunca pasarás más allá de solamente estar “aprendiendo, y nunca [poder] llegar al conocimiento de la verdad” (II Timoteo 3:7).

El pecado es la acción suicida de la voluntad humana. Al hombre no se le fuerza a matarse a sí mismo; pero lo hace, no puede traerse a vida de regreso. Al hombre no se le fuerza a pecar, pero lo hace, se puede regresarse a donde estaba antes de pecar. No puede volver a la inocencia. [El se vuelve como esclavo del pecado]. “todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” dijo Cristo:

“Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas” (Juan 3:19-20).


La Biblia dice:
“Los cobardes e incrédulos... y todos los mentirosos tendrán su parte en el lago que arde con fuego y azufre, que es la muerte segunda” (Apocalipsis 21:8).
¡Piensa, piensa! ¡Piensa en lo que te pasará si no obedeces el mandamiento de Cristo!

“Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán” (Lucas 13:24).

“¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?” (Isaías 33:14).

Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán” (Lucas 13:24).
Ah, alma, ¿no te escaparás de estos horrores? No sin sbatallar para entrar – ¡no sin batallar y pelear, no sin pelear, con todo tu vigor y toda la fuerza para entrar a Cristo!

“Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán” (Lucas 13:24).

Segundo, cómo debes esforzarte a entrar.

¡Un hombre en su estado natural tiene que esforzarse para tener convicción de pecado, para sentir su naturaleza pecaminosa – para conocer su necesidad de la salvación! Pero, ¿cómo puede un hombre natural prepararse? El Dr. Shedd dio tres “deberes” que debe llevar a cabo – con celo, con esfuerzo, con intensidad:

1. Leyendo y escuchando la Palabra de Dios. “La fe viene por el oír y el oír por la palabra de Dios” (Romanos 10:17). El Catecismo de Westminster Más Grande dice: “El Espíritu de Dios vuelve la lectura, pero sobre todo la predicación de la palabra, medios eficaces de iluminación, convenciendo, y humillando pecadores, alejándolos de sí mismos y atrayéndolos a Cristo”.

2. Seria aplicación de la mente y el examen de la verdad con el fin de comprender y sentir su fuerza. “Mirad, pues, cómo oís; porque a todo el que tiene, se le dará” (Lucas 8:18). John Owen dijo: “Si los hombres fueran tan intensos en las cosas espirituales como los son en las cosas [de la vida regular] sería muy diferente con ellos.” El uso de estos medios de convicción tiende a producir una sensación de los requisitos de la ley y el fracaso para obedecerlos, y el traer el alma perdida bajo convicción de pecado.

3. La Oración por la obra del Espíritu Santo en la convicción de pecado. “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?” (Lucas 11:13). Ora para que el Espíritu de Dios te convenza de pecado hasta que tu corazón se ablande y tu mente se llene de horror ante el pensamiento de tu pecado – y tu necesidad de Cristo para salvarte. (Abreviado de Shedd, ibid., página 774).
“Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán” (Lucas 13:24).

¡Cántala una vez más!

Lo que cuesta sabéis si tu alma perdéis,
¿Aunque el mundo entero ganéis?
Y podría ser que ya cruzaste el lumbral,
¿Lo que cuesta, lo que cuesta sabéis?

Oro que seas convencido de pecado y que Dios te atraiga a Jesús, “El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). Amén.

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

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