“EL METODO DE LA GRACIA” POR GEORGE WHITEFIELD,
CONDENSADO Y ADAPTADO AL INGLES MODERNO
por Dr. R. L. Hymers, Jr.
Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles
La Mañana del Día del Señor, 4 de Enero de 2009
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Introducción: George Whitefield nació en 1714, en Inglaterra. El era hijo de el dueño de una barra. En dicho ambiente tuvo muy poca influencia Cristiana, pero tenía habilidades admirables en la escuela. El asistió a Oxford University donde se hizo amigo de John y Charles Wesley, y se hizo parte del grupo de oración y estudio Bíblico de ellos.
Experimentó la conversión cuando era estudiante en Oxford. Poco después fue ordenado en la iglesia de Inglaterra. La predicación de el sobre la necesidad absoluta del nuevo nacimiento tuvo como resultado que se le cerraran las puertas de las iglesias, ya que pastores carnales temían que los sermones de él tocante a la necesidad del nuevo nacimiento enojara a sus feligreses. Así, él fue forzado a salir de las iglesias, a predicar en campos al aire libre, por lo cual él se volvió famoso.
Whitefield viajó a América en 1738 y fundó un horfanatorio. Después viajaba por todas las colonias de América y en Inglaterra predicando y recogiendo fondos para mantener a los huerfanos. El predicó en España, Holanda, Alemania, Francia, Inglaterra, Gales, y en Escocia, e hizo trece viajes atravezando el Atlántico para predicar en América.
El era amigo cercano de Benjamín Franklin, de Jonathan Edwards y de John Wesley, y fue uno de los que convencieron a John Wesley a predicar al aire libre, como él lo hacía. Benjamín Franklin una vez dio un estimado de que la audiencia a la que Whitefield predicaba era de treinta mil personas. Estas reunions al aire libre a menudo sobrepasaban audiencias de 25,000 personas. ¡El le predicó a una multitud de 100,000 una vez en Glasgow, Escocia – en una época cuando los micrófonos todavía no existían! Diez mil profesaron ser convertidos en aquella reunión.
Muchos historiadores consideran que fue el más grande evangelista de habla Inglésa de todos los tiempos. Pese a que Billy Graham le haya hablado a más gente con la ayuda de micrófonos electrónicos, el impacto que Whitefield tuvo en la cultura fue indudablemente más grande y más positivo.
Whitefield era la figura prominente del Primer Gran Despertamiento, el avivamiento intenso que formó el carácter de América a mediados del siglo XVIII. Cuando él predicó, las colonias de nuestra nación se encendieron en llamaradas de avivamiento. La cúspide de este avivamiento llegó en 1740 durante una gira de seis semanas que Whitefield tomó en Nueva Inglaterra. En solamente cuarenta y cinco días él predicó más de ciento setenta y cinco sermones a decenas de miles de personas, dejando a la región en un alzamiento espiritual, marcando uno de los períodos más destacados de la Cristiandad Americana.
A la hora de su muerte él ya había ganado la admiración y la atención del mundo de habla Inglesa. El fue instrumental en la fundación de [universidades] Princeton University, Dartmouth College, y University of Pennsylvania. El falleció poco tiempo después de predicar en Newburyport, Massachusetts, en 1770, seis años antes de la Revolución Americana. George Washington era el padre de nuestro país, pero George Whitefield fue su abuelo.
El siguiente sermón de Whitefield está dado en [y entonces traducido de] Inglés moderno. Es su sermón, pero he modificado las palabras para hacerlo más fácil de entender en nuestro día.
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Sermón: La bendición más grande que Dios le pueda enviar a una nación es predicadores buenos y fieles. Pero la maldición más grande que Dios le pueda enviar a cualquier nación es dejar que las iglesias sean guiadas por predicadores perdidos que solamente están preocupados con hacer dinero. Pero en cada era ha habido predicadores falsos que dan sermones suavizantes. Hay muchos ministros así que corrompen y tuercen la Biblia para engañar a la gente.
Así era en el día de Jeremías. Y Jeremías hablaba en contra de ellos en obediencia a Dios. El abría su boca y predicaba contra estos predicadores carnales. Si lees su libro, verás que nadie más hablaba más fuertemente contra los falsos predicadores que Jeremías. El hablaba severamente contra ellos en el capitulo que contiene nuestro texto:
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Jeremías dice que ellos solamente predican por dinero. En el verso trece, Jeremías dice,
“Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores” (Jeremías 6:13).
Son codiciosos y predican falsamente.
En nuestro texto, él muestra una de las maneras en que ellos predican falsamente. El muestra el modo engañoso en que ellos tartan con las almas perdidas.
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Dios tuvo que decirle al profeta que le advirtiera a la gente de una guerra que vendría. Dios quería que él le dijera a ellos que sus casas serían destruidas – que la guerra vendría (Jeremías 6:11-12).
Jeremías dio un mensaje fuerte. Debería haber aterrorizado a mucha gente y llevarlos al punto del arrepentimiento. Pero los profetas carnales y los sacerdotes andaban dándole falso consuelo a la gente. Ellos decían que Jeremías era solamente un fanatico loco. Ellos decían que no habría guerra. Ellos le decían a la gente que habría paz, cuando Jeremías había dicho que no habría paz.
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Las palabras del texto se refieren primeramente a la paz externa. Pero creo que tienen referencia también al alma. También creo que se refieren a los falsos predicadores que le dicen a la gente que es buena lo suficiente, aunque no son renacidas. A la gente inconversa le encanta este tipo de predicación. El corazón humano es tan malo y engañoso. Solamente Dios sabe cuan traicionero es el corazón del hombre.
¡Muchos de ustedes dicen tener paz en su corazón, cuando no hay paz verdadera! Muchos piensan que son Cristianos, pero no lo son. El Diablo es quien te ha dado una esperanza falsa. Dios no te ha dado esa “paz.” No es la paz que sobrepasa el entendimiento humano. La paz que tienes es una paz falsa.
Es muy importante que sepas si tienes paz verdadera o no. Todos quieren paz. La paz es una gran bendición. Por eso debo decirte cómo hallar la paz verdadera con Dios. Tengo que ser libre de tu sangre. Debo declararte el consejo entero de Dios. Por las palabras del texto trataré de mostrarte lo que te debe suceder, y lo que debe cambiar dentro de tí para que tengas la paz verdadera en tu corazón.
I. Primero, antes de tener la paz con Dios, se te tiene que hacer ver, sentir, llorar por y tener pesar por tus verdaderas transgresiones contra la ley de Dios.
Según la salvación por obras “el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4). Toda persona que no continúa en hacer todas las cosas escritas en el libro de la ley, está maldita.
Tú no debes hacer solamente algunas cosas, sino que todas las cosas o serás maldito:
“Pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”
(Gálatas 3:10).
La más pequeña desviación de la ley, ya sea en pensamiento o palabra o acción, te hace merecedor del castigo eterno, según la ley de Dios. Y si un solo mal pensamiento o aun una mala palabra, o una acción mala merece la condenación eterna, ¡cuantos infiernos se merecen todos aquellos que toda su vida han estado en rebelión continua contra Dios! Antes de que puedas tener la paz verdadera con Dios, se te tiene que hacer ver cuan terrible cosa es partir de Dios y cometer pecados contra Su ley.
Examina tu corazón. Y déjame preguntarte – ¿ha habido alguna vez cuando recordar tus pecados te era doloroso? ¿Ha habido alguna vez cuando el peso de tus pecados era insoportable? ¿Has visto alguna vez que la ira de Dios podría correctamente caer sobre tí, por tus verdaderas transgresiones de Sus leyes? ¿Has estado alguna vez interiormente entristecido por tus pecados? ¿Podrías decir, “Mi pecado es demasiado pesado para tenerlo encima?” ¿Has experimentado alguna vez algo así? ¡Si no, no te llames Cristiano! Puedes decir que tienes paz, pero no hay paz verdadera para tí. ¡Que el Señor te despierte! ¡Que el Señor te convierta!
II. Pero, aun más, antes de tener la paz con Dios, la convicción debe ser más profunda; y debes ser convencido de tu propia naturaleza corrupta, de la depravación total de tu alma.
Tienes que estar convencido de tus pecados reales. Tienes que temblar por ellos. Pero la convicción debe ser más profunda que eso. Tienes que ser convencido de que realmente rompiste las leyes de Dios. Más que eso, se te tiene que hacer ver y sentir tu propio pecado original, la corrupción original innata en tu corazón, que te hace responsable para ser condenado por Dios.
Mucha gente que se piensa inteligente dice que no hay tal cosa del pecado original. Cree que Dios es injusto al imputarnos el pecado de Adán a nosotros. Dice que no hemos nacido en pecado. Dice que no necesitas ser renacido. Pero mira al mundo a tu alrededor. ¿Es el paraíso que Dios le prometió a la humanidad? ¡No! ¡Todo esta fuera de orden en este mundo! Es porque hay algo malo con la raza humana. Es el pecado original que ha traído la calamidad al mundo.
No importa cuanto lo niegues, cuando seas despertado, verás que el pecado en tu vida viene de tu propio corazón depravado – un corazón envenenado por el pecado original.
Cuando la persona inconversa es despertada al principio, empieza a preguntarse “¿Cómo me hice tan malo?” El Espíritu de Dios entonces le muestra que no tiene nada bueno en su naturaleza. Entonces ve que es completamente corrupto y vil. Luego la persona finalmente llega a ver que Dios tendría la razón en condenarlo. Ella ve que está tan envenenada y rebelde en su propia naturaleza que sería lo correcto que Dios lo condenara, aun si no hubiera cometido un pecado exterior en su vida entera.
¿Has experimentado esto alguna vez? ¿Sentiste esto alguna vez – que sería lo correcto y lo justo que Dios te condenara? ¿Estuviste de acuerdo alguna vez en que por tu misma naturaleza eres un hijo de la ira? (Efesios 2:3).
Si alguna vez fuiste renacido, si el yo en realidad te fue quitado, habrías visto y sentido esto. Y si jamás has sentido el peso del pecado original, ¡no te proclames Cristiano! El pecado original es el peso más grande de un converso verdadero. El hombre que es realmente renacido está entristecido por su pecado original y por su naturaleza envenenada. Una persona verdaderamente convertida a menudo clama, “¡Oh! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte, de la corrupción de mi corazón?” (ver Romanos 7:24). Esto es lo que más le molesta a la persona despierta – su corazón de pecado. Si tú nunca has estado consiente de esta corrupción interior en tu naturaleza, no hay modo que puedas hallar paz verdadera con Dios.
III. Además, antes de poder tener la paz verdadera con Dios, tú tienes que ser atribulado no solamente por los pecados en tu vida, y los pecados en tu naturaleza, sino también por los pecados en tus mejores decisiones y cometidos y tu supuesta “vida Cristiana.”
¿Qué hay en lo mejor de tus acciones que te pueda hacer aprobado delante de Dios? Estás injustificado e inconverso por tu propia naturaleza. Te mereces ser condenado en el Infierno diez veces por tus pecados externos. ¿Qué bien te harán las obras? No puedes hacer nada bueno por naturaleza.
“Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”
(Romanos 8:8).
Es imposible que una persona inconversa haga algo para la gloria de Dios.
Aun después de que somos convertidos, somos renovados solamente en parte. El pecado interno continua en nosotros. Todavía hay una mezcla de corrupción en cada una de nuestras tareas. Así que después de ser convertidos, si Jesucristo nos aceptara según nuestras obras, nuestras obras nos condenarían. Ni siquiera podemos orar sin que haya algo de pecado allí, algún egoísmo, pereza, imperfección moral de alguna clase. No sé lo que pienses, pero yo no puedo orar sin pecar. No puedo predicar sin pecar. No puedo hacer nada sin pecado. Mi arrepentimiento necesita arrepentimiento, y mis lágrimas necesitan ser lavadas en la Sangre preciosa de mi amado Redentor, ¡Jesucristo!
Nuestras mejores resoluciones, nuestras mejores tareas, nuestra mejor religion, nuestras mejores decisions, son solamente muchos pecados esplendidos. Nuestras tareas religiosas están llenas de pecados. Antes de tener paz en tu corazón tienes que estar harto no solamente de tu pecado original y de tus pecados exteriores, sino que debes estar harto de tus propias justicias, tareas y religiosidad. Tiene que haber una convicción profunda antes de que puedas ser sacado de tu justicia propia. Y si nunca has sentido que no tienes justicia propia, no puedes ser justificado por Jesucristo. Todavía no eres convertido.
Alguien puede decir, “Bueno, yo creo todo eso.” Pero hay una gran diferencia entre “creer” y “sentir.” ¿Alguna vez sentiste tu falta de Redentor, tu falta de Cristo? ¿Sentiste alguna vez tu necesidad por Cristo porque no tienes bondad propia? ¿Y puedes decir ahora, “Señor, me puedes condenar por las mejores obras religiosas que yo haga”? Si no has sido sacado de tí mismo de esta manera, no puede haber paz verdadera para tí.
IV. Luego, cuarto, antes de poder tener paz con Dios, hay un pecado en particular que debe atribularte mucho. Pero me temo que pocos pensarán en ello. Es el pecado que más condena en el mundo, mas el mundo no lo considera un pecado. Tú preguntas, “¿Cuál es ese pecado?” Es el pecado del cual mayoría de ustedes no piensan ser culpables – y es el pecado de la incredulidad.
Antes de que puedas tener paz, tienes que ser atribulado por la incredulidad en tu corazón. ¿Será que tú en realidad no crees en el Señor Jesucristo?
Apelo a tu propio corazón. Me temo que no tienes más fe en Cristo que el Diablo mismo. Creo que el Diablo cree más de la Biblia que la mayoría de ustedes. El cree en la divinidad de Jesucristo. El cree y tiembla. El tiembla más que miles de aquellos que se llaman Cristianos.
Tú piensas que crees porque crees la Biblia, o porque asistes a la iglesia. Puedes hacer todo esto sin fe verdadera en Cristo. Meramente creer que hubo una persona, Cristo, no te hará ningún bien, como creer que hubo un Cesar o un Alejandro Magno. La Biblia es la Palabra de Dios. Le damos gracias a Dios por ella. Pero tú la puedes creer y sin creer en el Señor Jesucristo.
Si preguntara hace cuanto creíste en Jesucristo, muchos dirían que siempre han creído en El. No podrías darme una prueba más grande de que todavía no has creído en Jesucristo. Aquellos que realmente creen en Cristo saben que hubo un tiempo cuando ellos no creían en El.
Debo hablar más de esto, porque es un grande engaño. Muchos se dejan llevar de ello – pensando que ya han creído. El Sr. Marshall dijo que él había listado sus pecados bajo los Diez Mandamientos, y luego fue a un ministro y le preguntó por qué no podia tener paz. El ministro vio su lista y dijo, “¡Fuera! No veo ni una palabra del pecado de incredulidad en toda tu lista.” Es la obra del Espíritu de Dios convencerte de tu incredulidad – de que no tienes fe. Jesucristo dijo respecto al Espíritu Santo,
“El…convencerá al mundo de pecado…por cuanto no creen en mí” (Juan 16:8-9).
Ahora, amigos, ¿te mostró Dios alguna vez que no tenías fe en Jesús? ¿Se te hizo alguna vez entristecerte en dolor por tu corazón duro de incredulidad? ¿Alguna vez oraste, “Señor, ayudame a agarrar a Cristo?” ¿Te convenció Dios alguna vez de tu inhabilidad de venir a Cristo, y hacerte clamar en oración por fe en Cristo? Si no, no hallarás paz en tu corazón. Que Dios te despierte, y te dé una paz sólida por fe en Jesús, antes de que mueras y ya no tengas más oportunidad.
V. Una vez más, antes de poder tener paz con Dios, tienes que conseguir la justicia de Cristo.
No solamente tienes que ser convencido de tu pecado verdadero y del pecado original, los pecados de tu justicia propia, y el pecado de incredulidad, sino que también tienes que ser capacitado para tomar la justicia perfecta del Señor Jesucristo. Tienes que agarrar la justicia de Cristo. Entonces tendrás paz. Jesús dijo,
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
Este verso anima a todos lo que están trabajados y cargados, pero a nadie más. Mas la promesa del descanso está hecha solamente a aquellos que vienen y creen en Jesucristo. Antes de que puedas tener paz en tu corazón tienes que ser justificado por fe en nuestro Señor Jesucristo. Cristo tiene que ser traído a casa a tu alma, para que Su justicia se haga tu justicia, para que Sus méritos te sean imputados.
¿Estuviste un día casado con Cristo? ¿Se dio alguna vez Jesucristo a tí? ¿Viniste a Cristo alguna vez por fe viviente? Yo ruego a Dios que Cristo venga y te hable la paz. Tienes que experimentar estas cosas para ser renacido.
Ahora hablo de las realidades invisibles de otro mundo, de la Cristiandad interior, de la obra de Dios en el corazón del pecador. Hablo de cosas de gran importancia para tí. Les interesa a todos. Sus almas tienen interés. Tu salvación eterna depende de ello.
Tú puedes sentir paz sin Cristo. El Diablo te ha adormitado y te ha dado una seguridad falsa. El tratará de mantenerte dormido hasta que te mande al Infierno. Allí serás despertado, pero será un despertamiento terrible hallarte en las llamas donde ya es demasiado tarde para ser salvo. En el Infierno toda la eternidad pedirás una gota de agua para refrescar tu lengua, y no se te dará agua.
¡Ojalá que no halles descanso para tu alma hasta que descances en Jesucristo! Mi propósito es traer pecadores perdidos al Salvador. Oh, que Dios traiga a algunos de ustedes a Jesús. Que el Espíritu Santo te convenza de que eres pecaminoso, y te vuelva de tus caminos malvados a Jesucristo. Amen.
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