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martes, 29 de marzo de 2011
martes, 22 de marzo de 2011
viernes, 18 de marzo de 2011
jueves, 17 de marzo de 2011
MARTILLANDO SIN PARAR A LAS COSAS COMUNES
MARTILLANDO SIN PARAR A LAS COSAS COMUNES
por Dr. R. L. Hymers, Jr.
Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Mañana del Día del Señor, Marzo 13 del 2011
“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”
(Hechos 16:31).
El Dr. Martyn Lloyd-Jones habló de “la terrible apostasía que ha caracterizado cada vez más la Iglesia por los últimos cien años [ahora 152 años, desde que el Dr. Lloyd-Jones dijo esto en 1959]...Solo ha habido un avivamiento grande desde 1859... Hemos pasado por uno de los períodos más secos en la larga historia de la Iglesia” (traducción de D. Martyn Lloyd-Jones, M.D., Revival, Crossway Books, 1992 edition, pp. 55, 129).
No hay duda en mi mente que la apostasía de hoy en las iglesias tiene tres raíces. Surgió en parte de la crítica incipiente textual de Johann Semler (1725-1791), que finalmente condujo a las escuelas teológicas más importantes a atacar la infalibilidad de la Biblia. Surgió en parte de la teoría de la evolución de Charles Darwin (1809-1882), que en gran medida sustituye el verdadero relato de la creación del hombre en el libro de Génesis con su libro de ciencia ficción, El Origen del Hombre (1871). Pero, sobre todo, la apostasía de hoy tiene sus raíces en el cambio del evangelismo de la “Antigua Escuela” al evangelismo de la “Nueva Escuela” (conocido como “decisionismo”), dirigido por C. G. Finney (1792-1875). Por lo tanto, considero que estos tres hombres son la fuente, o cabeza de la fuente, de la apostasía de hoy. La crítica textual de la Biblia, la teoría de Darwin “El Origen del Hombre”, y el “decisionismo” de Finney son las tres puntas del tridente de Satanás, con las que ha punzado a las iglesias y han traído “la terrible apostasía que ha caracterizado cada vez más la Iglesia por los últimos [150] años”, como lo describió el Dr. Lloyd-Jones.
Hoy en día las denominaciones más grandes han sido arruinadas por los herederos de Semler y Darwin. El diente más peligroso del tridente de Satanás para los que permanecen siendo “evangélicos” es el “decisionismo”.
Decisionismo es la creencia que una persona es salva por venir al frente, por alzar la mano, decir una oración, creer una doctrina, hacer un cometido de Señorío, o algún otro acto humano externo, que es tomado como el equivalente, y prueba de, el milagro de la conversión interna, es la creencia que una persona es salva por medio de la acción de una decisión externa; la creencia que al hacer una de estas acciones humanas muestra que la persona es salva.
Conversión es el resultado de la obra del Espíritu Santo quien atrae a un pecador perdido a Jesucristo para justificación y regeneración, y cambia la posición frente a Dios de perdido a salvo, impartiendo vida divina al alma depravada, así produciendo una nueva dirección en la vida del convertido. El lado objetivo de la salvación es la justificación. El lado subjetivo de la salvación es la regeneración. El resultado es conversión
(traducción de R. L. Hymers, Jr. and Christopher Cagan, Today’s Apostasy: How Decisionism is Destroying Our Churches, Hearthstone Publishing, 2001 edición, p. 17).
La verdadera conversión es, por lo tanto, sobrenatural – mientras el decisionismo es puramente humano. La conversión es de Dios. El decisionismo es del hombre. En el decisionismo el hombre hace algo que toma el lugar de un encuentro de salvación con Jesucristo pero, de hecho, no es eso en lo absoluto.
Después de 150 años de decisionismo las doctrinas fundamentales del evangelismo son raramente predicadas en la mayoría de los púlpitos. Después de todo, muchos pastores piensan que todo lo que tienen que hacer es que la gente alce la mano y diga “la oración del pecador” – y luego bautizarlos tan pronto como sea posible – ¡porque la mayoría de ellos no serán vistos otra vez!
Sin embargo estoy convencido de que la antigua manera de Spurgeon era la correcta. Él le dijo a los predicadores jóvenes en su universidad:
Debemos ir a estos pecadores y debemos hablarles acerca de esas cosas comunes como el pecado, la muerte, el juicio, el infierno, el cielo, Cristo, y su sangre. Sí, la sangre. Debemos tener eso…debemos martillar constantemente a esto: debemos mantenernos en estas cosas comunes, y hacer en cada sermón… claramente como objetivo la conversión de los pecadores (traducción de C. H. Spurgeon, Speeches, p. 120; citado en Iain H. Murray, Heroes, The Banner of Truth Trust, 2009, p. 279).
Mencionaré esta lista de “cosas comunes” una por una, porque ya dejaron de ser cosas comunes, pero necesitan ser predicadas constantemente. No nos atrevemos a suponer que nuestra gente entiende estas cosas. “Debemos martillar constantemente a esto”, dijo Spurgeon.
I. Primero, debemos martillar sin parar al pecado.
Por favor volteen a Romanos 5:12. Pónganse de pie para la lectura de la Palabra de Dios.
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).
Se pueden sentar.
Por un hombre, Adán, el pecado entró al mundo. “Por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores” (Romanos 5:19) – y son “por naturaleza hijos de ira,” (Efesios 2:3).
Debemos martillar al hecho que eres pecador “por naturaleza.” Como descendiente de Adán naciste pecador. Cuando eras bebé gritabas, como lo dijo un escritor, “como un pequeño salvaje”. No conozco de ningún animal bebé que grite toda la noche. Sin embargo los bebés humanos lo hacen, como lo sabe la nueva madre cansada. Venimos a gritos y con furia al mundo. A los dos o tres años de edad ya sabemos cómo robar y mentir. No necesitamos que nos enseñen a cometer estos pecados – los hacemos naturalmente, porque somos “por naturaleza hijos de ira” (Efesios 2:3). Y así sucesivamente. ¡A lo largo de tu vida cometes un pecado tras otro – porque eres pecador por naturaleza, un pecador de corazón, y un pecador desde el principio!
Nadie puede cambiar tu corazón pecaminoso sino Jesucristo. Dios envió a Jesús a morir en la Cruz, y resucitó de los muertos, para que tu corazón pudiera ser cambiado por el nuevo nacimiento, porque “si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (II Corintios 5:17). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” del juicio por tu pecado.
II. Segundo, debemos martillar sin parar a la muerte.
Dios le dijo a nuestro padre Adán que él moriría “el día” que él cometiera el primer pecado humano (Génesis 2:17). Él murió “el día” que él pecó. Las mociones de la muerte empezaron en su cuerpo. Pero, peor que eso, él murió espiritualmente en ese día. Fue separado de Dios al instante, y la muerte reinó sobre su alma. Él se hizo tan muerto para Dios como cualquier pagano adorador de ídolos. Él fue “[muerto] en delitos y pecados” (Efesios 2:1). Él estaba “ajeno de la vida de Dios por la ignorancia que en [él] hay, por la dureza de su corazón” (Efesios 4:18).
Y su alma muerta te fue dada a ti. Sí, somos traducianistas. El Dr. Henry C. Thiessen dijo que el traducianismo “sostiene que la raza humana fue creada de inmediato en Adán, en relación con el alma y el cuerpo, y ambos se propagan de el por generación natural... ‘En pecado me concibió mi madre’ (Salmo 51:5), solamente significa que David heredó una alma depravada de su madre [quien heredó una alma muerta y depravada de Adán]” (traducción de Henry C. Thiessen, Ph.D., Introductory Lectures in Systematic Theology, Eerdmans, 1971 edición, pp. 233-234). ¿Cómo puede tu alma muerta vivir? ¡Solo por el Señor Jesucristo! Dios levantó a Cristo de entre los muertos para darle vida a tu alma muerta, que se hace “[viva] para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:11). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” de la muerte espiritual – y de la muerte física en la resurrección.
III. Tercero, debemos martillar sin parar al Juicio y el Infierno.
“Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).
Tú morirás físicamente. Es algo extraño, la gente no piensa en la muerte. Ellos también tienden a pensar que no habrá juicio de pecado después que mueran. En su natural, estado depravado, los hombres se engañan a sí mismos al pensar que no hay juicio venidero, y no hay Infierno que les espera. “No hay temor de Dios” en sus corazones no convertidos (Romanos 3:18). Pero cuando mueran se sorprenderán al encontrarse en las llamas eternas.
“Espanto sobrecogió a los hipócritas. ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?” (Isaías 33:14).
¿Cómo escaparás del Juicio y del Infierno? Debes tener tus pecados borrados del Libro de Juicio de Dios (Apocalipsis 20:12). No puedes hacer eso tú mismo. Solo “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” del juicio por tus pecados.
IV. Cuarto, debemos martillar sin parar al Cielo.
Así como hay un verdadero Infierno que evitar, así también hay un verdadero Cielo que ganar. El Apóstol Pedro habló de “una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (I Pedro 1:4).
Cuando yo estudiaba en el seminario liberal Sureño Bautista, frecuentemente escuché decir a los profesores que rechazaban la Biblia: “Algunas personas tienen la mente tan celestial que no son buenos terrenalmente”. Pero nunca conocí a alguien así. ¿Y tú? No, es al contrario – el hombre en su estado depravado natural, tiene su “mente tan terrenal que no es bueno celestialmente”. Si alguna vez conoces a alguien que piensa mucho sobre el Cielo tú sabrás que es una persona santa. El Pastor Richard Wurmbrand era así. También mi antiguo pastor el Dr. Timothy Lin. Él siempre estaba pensando sobre el Reino.
¿Cómo llega uno al Cielo? Dios envió a Jesús para salvarte de tus pecados, y traerte el Cielo. Jesús dijo “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”, ¡por toda la eternidad en el Cielo!
V. Quinto, debemos martillar sin parar a Cristo y Su Sangre.
Spurgeon dijo, “Debemos ir a estos pecadores y debemos hablarles acerca de esas cosas comunes como el pecado, la muerte, el juicio, el infierno, el cielo, y Cristo, y su sangre. Sí, la sangre. Debemos tener eso...Debemos martillar constantemente a esto: debemos mantenernos en estas cosas comunes...” (Spurgeon, ibíd.).
Leo un sermón de Spurgeon casi todas las semanas. ¡Cómo seguimos su propio consejo! Semana tras semana predicó a Cristo; no tanto en las enseñanzas de Cristo, o el ejemplo de Cristo, pero constantemente sobre “Jesucristo Mismo” (Efesios 2:20).
Pecador, debes tener a Jesucristo Mismo para ser salvo. Jesucristo Mismo es la Segunda Persona de la Santa Trinidad. Es Jesucristo Mismo a quien Dios envió desde el Cielo al vientre de la Virgen María. Es Jesucristo Mismo quien vivió una vida sin pecado en la tierra. Es Jesucristo Mismo quien tomó nuestros pecados sobre Él y sudó como “grandes gotas de sangre” en Getsemaní (Lucas 22:44). Es Jesucristo Mismo quien llevó nuestros pecados “en su cuerpo” en la Cruz (I Pedro 2:24). Es Jesucristo Mismo quien pagó el castigo por nuestros pecados en la Cruz. Y es Jesucristo Mismo quien derramó Su preciosa Sangre para limpiarnos “de todo pecado” (I Juan 1:7). Es Jesucristo Mismo quien resucitó físicamente de entre los muertos en su propio cuerpo de carne y hueso (Lucas 24:39). Es Jesucristo Mismo quien “fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios” (Marcos 16:19). Es Jesucristo Mismo quien perpetuamente ora por nosotros en el Cielo, “viviendo siempre para interceder por” nosotros (Hebreos 7:25). Y es Jesucristo Mismo quien “con voz de arcángel, y con trompeta de Dios descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero: Luego nosotros los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor [Jesucristo Mismo] en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (I Tesalonicenses 4:16-17). ¡Amén! ¡Aleluya!
“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”
(Hechos 16:31).
No creas cosas acerca de Él. Eso no te hará ningún bien. “Cree en el Señor Jesucristo...” (Hechos 16:31). La palabra griega es “eis” – que significa “sobre”. Creer sobre Cristo. Tírate sobre Él. ¡Que seas unido a Jesucristo Mismo! Por favor pónganse de pie y canten himno número 7, “No Es Lo Que Puedo Hacer.”
No es lo que puedo hacer Que mi alma salvará;
No es lo que pueda padecer Que sanará mi ser.
No lo que siento yo Que paz con Dios me dé;
Ni con mi llanto, o mi corazón Podré mi carga alzar.
Tu obra, O Jesús, Mi pecar quitará;
Tu Sangre sola, O Señor, La paz me puede dar.
(Traducción libre de “Not What These Hands Have Done”
por Horatius Bonar, 1808-1889).
por Dr. R. L. Hymers, Jr.
Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Ángeles
La Mañana del Día del Señor, Marzo 13 del 2011
“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”
(Hechos 16:31).
El Dr. Martyn Lloyd-Jones habló de “la terrible apostasía que ha caracterizado cada vez más la Iglesia por los últimos cien años [ahora 152 años, desde que el Dr. Lloyd-Jones dijo esto en 1959]...Solo ha habido un avivamiento grande desde 1859... Hemos pasado por uno de los períodos más secos en la larga historia de la Iglesia” (traducción de D. Martyn Lloyd-Jones, M.D., Revival, Crossway Books, 1992 edition, pp. 55, 129).
No hay duda en mi mente que la apostasía de hoy en las iglesias tiene tres raíces. Surgió en parte de la crítica incipiente textual de Johann Semler (1725-1791), que finalmente condujo a las escuelas teológicas más importantes a atacar la infalibilidad de la Biblia. Surgió en parte de la teoría de la evolución de Charles Darwin (1809-1882), que en gran medida sustituye el verdadero relato de la creación del hombre en el libro de Génesis con su libro de ciencia ficción, El Origen del Hombre (1871). Pero, sobre todo, la apostasía de hoy tiene sus raíces en el cambio del evangelismo de la “Antigua Escuela” al evangelismo de la “Nueva Escuela” (conocido como “decisionismo”), dirigido por C. G. Finney (1792-1875). Por lo tanto, considero que estos tres hombres son la fuente, o cabeza de la fuente, de la apostasía de hoy. La crítica textual de la Biblia, la teoría de Darwin “El Origen del Hombre”, y el “decisionismo” de Finney son las tres puntas del tridente de Satanás, con las que ha punzado a las iglesias y han traído “la terrible apostasía que ha caracterizado cada vez más la Iglesia por los últimos [150] años”, como lo describió el Dr. Lloyd-Jones.
Hoy en día las denominaciones más grandes han sido arruinadas por los herederos de Semler y Darwin. El diente más peligroso del tridente de Satanás para los que permanecen siendo “evangélicos” es el “decisionismo”.
Decisionismo es la creencia que una persona es salva por venir al frente, por alzar la mano, decir una oración, creer una doctrina, hacer un cometido de Señorío, o algún otro acto humano externo, que es tomado como el equivalente, y prueba de, el milagro de la conversión interna, es la creencia que una persona es salva por medio de la acción de una decisión externa; la creencia que al hacer una de estas acciones humanas muestra que la persona es salva.
Conversión es el resultado de la obra del Espíritu Santo quien atrae a un pecador perdido a Jesucristo para justificación y regeneración, y cambia la posición frente a Dios de perdido a salvo, impartiendo vida divina al alma depravada, así produciendo una nueva dirección en la vida del convertido. El lado objetivo de la salvación es la justificación. El lado subjetivo de la salvación es la regeneración. El resultado es conversión
(traducción de R. L. Hymers, Jr. and Christopher Cagan, Today’s Apostasy: How Decisionism is Destroying Our Churches, Hearthstone Publishing, 2001 edición, p. 17).
La verdadera conversión es, por lo tanto, sobrenatural – mientras el decisionismo es puramente humano. La conversión es de Dios. El decisionismo es del hombre. En el decisionismo el hombre hace algo que toma el lugar de un encuentro de salvación con Jesucristo pero, de hecho, no es eso en lo absoluto.
Después de 150 años de decisionismo las doctrinas fundamentales del evangelismo son raramente predicadas en la mayoría de los púlpitos. Después de todo, muchos pastores piensan que todo lo que tienen que hacer es que la gente alce la mano y diga “la oración del pecador” – y luego bautizarlos tan pronto como sea posible – ¡porque la mayoría de ellos no serán vistos otra vez!
Sin embargo estoy convencido de que la antigua manera de Spurgeon era la correcta. Él le dijo a los predicadores jóvenes en su universidad:
Debemos ir a estos pecadores y debemos hablarles acerca de esas cosas comunes como el pecado, la muerte, el juicio, el infierno, el cielo, Cristo, y su sangre. Sí, la sangre. Debemos tener eso…debemos martillar constantemente a esto: debemos mantenernos en estas cosas comunes, y hacer en cada sermón… claramente como objetivo la conversión de los pecadores (traducción de C. H. Spurgeon, Speeches, p. 120; citado en Iain H. Murray, Heroes, The Banner of Truth Trust, 2009, p. 279).
Mencionaré esta lista de “cosas comunes” una por una, porque ya dejaron de ser cosas comunes, pero necesitan ser predicadas constantemente. No nos atrevemos a suponer que nuestra gente entiende estas cosas. “Debemos martillar constantemente a esto”, dijo Spurgeon.
I. Primero, debemos martillar sin parar al pecado.
Por favor volteen a Romanos 5:12. Pónganse de pie para la lectura de la Palabra de Dios.
“Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron” (Romanos 5:12).
Se pueden sentar.
Por un hombre, Adán, el pecado entró al mundo. “Por la desobediencia de un hombre los muchos fueron constituidos pecadores” (Romanos 5:19) – y son “por naturaleza hijos de ira,” (Efesios 2:3).
Debemos martillar al hecho que eres pecador “por naturaleza.” Como descendiente de Adán naciste pecador. Cuando eras bebé gritabas, como lo dijo un escritor, “como un pequeño salvaje”. No conozco de ningún animal bebé que grite toda la noche. Sin embargo los bebés humanos lo hacen, como lo sabe la nueva madre cansada. Venimos a gritos y con furia al mundo. A los dos o tres años de edad ya sabemos cómo robar y mentir. No necesitamos que nos enseñen a cometer estos pecados – los hacemos naturalmente, porque somos “por naturaleza hijos de ira” (Efesios 2:3). Y así sucesivamente. ¡A lo largo de tu vida cometes un pecado tras otro – porque eres pecador por naturaleza, un pecador de corazón, y un pecador desde el principio!
Nadie puede cambiar tu corazón pecaminoso sino Jesucristo. Dios envió a Jesús a morir en la Cruz, y resucitó de los muertos, para que tu corazón pudiera ser cambiado por el nuevo nacimiento, porque “si alguno está en Cristo, nueva criatura es” (II Corintios 5:17). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” del juicio por tu pecado.
II. Segundo, debemos martillar sin parar a la muerte.
Dios le dijo a nuestro padre Adán que él moriría “el día” que él cometiera el primer pecado humano (Génesis 2:17). Él murió “el día” que él pecó. Las mociones de la muerte empezaron en su cuerpo. Pero, peor que eso, él murió espiritualmente en ese día. Fue separado de Dios al instante, y la muerte reinó sobre su alma. Él se hizo tan muerto para Dios como cualquier pagano adorador de ídolos. Él fue “[muerto] en delitos y pecados” (Efesios 2:1). Él estaba “ajeno de la vida de Dios por la ignorancia que en [él] hay, por la dureza de su corazón” (Efesios 4:18).
Y su alma muerta te fue dada a ti. Sí, somos traducianistas. El Dr. Henry C. Thiessen dijo que el traducianismo “sostiene que la raza humana fue creada de inmediato en Adán, en relación con el alma y el cuerpo, y ambos se propagan de el por generación natural... ‘En pecado me concibió mi madre’ (Salmo 51:5), solamente significa que David heredó una alma depravada de su madre [quien heredó una alma muerta y depravada de Adán]” (traducción de Henry C. Thiessen, Ph.D., Introductory Lectures in Systematic Theology, Eerdmans, 1971 edición, pp. 233-234). ¿Cómo puede tu alma muerta vivir? ¡Solo por el Señor Jesucristo! Dios levantó a Cristo de entre los muertos para darle vida a tu alma muerta, que se hace “[viva] para Dios en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 6:11). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” de la muerte espiritual – y de la muerte física en la resurrección.
III. Tercero, debemos martillar sin parar al Juicio y el Infierno.
“Está establecido para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio” (Hebreos 9:27).
Tú morirás físicamente. Es algo extraño, la gente no piensa en la muerte. Ellos también tienden a pensar que no habrá juicio de pecado después que mueran. En su natural, estado depravado, los hombres se engañan a sí mismos al pensar que no hay juicio venidero, y no hay Infierno que les espera. “No hay temor de Dios” en sus corazones no convertidos (Romanos 3:18). Pero cuando mueran se sorprenderán al encontrarse en las llamas eternas.
“Espanto sobrecogió a los hipócritas. ¿Quién de nosotros morará con el fuego consumidor? ¿Quién de nosotros habitará con las llamas eternas?” (Isaías 33:14).
¿Cómo escaparás del Juicio y del Infierno? Debes tener tus pecados borrados del Libro de Juicio de Dios (Apocalipsis 20:12). No puedes hacer eso tú mismo. Solo “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (I Juan 1:7). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo” del juicio por tus pecados.
IV. Cuarto, debemos martillar sin parar al Cielo.
Así como hay un verdadero Infierno que evitar, así también hay un verdadero Cielo que ganar. El Apóstol Pedro habló de “una herencia incorruptible, incontaminada e inmarcesible, reservada en los cielos para vosotros” (I Pedro 1:4).
Cuando yo estudiaba en el seminario liberal Sureño Bautista, frecuentemente escuché decir a los profesores que rechazaban la Biblia: “Algunas personas tienen la mente tan celestial que no son buenos terrenalmente”. Pero nunca conocí a alguien así. ¿Y tú? No, es al contrario – el hombre en su estado depravado natural, tiene su “mente tan terrenal que no es bueno celestialmente”. Si alguna vez conoces a alguien que piensa mucho sobre el Cielo tú sabrás que es una persona santa. El Pastor Richard Wurmbrand era así. También mi antiguo pastor el Dr. Timothy Lin. Él siempre estaba pensando sobre el Reino.
¿Cómo llega uno al Cielo? Dios envió a Jesús para salvarte de tus pecados, y traerte el Cielo. Jesús dijo “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6). “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”, ¡por toda la eternidad en el Cielo!
V. Quinto, debemos martillar sin parar a Cristo y Su Sangre.
Spurgeon dijo, “Debemos ir a estos pecadores y debemos hablarles acerca de esas cosas comunes como el pecado, la muerte, el juicio, el infierno, el cielo, y Cristo, y su sangre. Sí, la sangre. Debemos tener eso...Debemos martillar constantemente a esto: debemos mantenernos en estas cosas comunes...” (Spurgeon, ibíd.).
Leo un sermón de Spurgeon casi todas las semanas. ¡Cómo seguimos su propio consejo! Semana tras semana predicó a Cristo; no tanto en las enseñanzas de Cristo, o el ejemplo de Cristo, pero constantemente sobre “Jesucristo Mismo” (Efesios 2:20).
Pecador, debes tener a Jesucristo Mismo para ser salvo. Jesucristo Mismo es la Segunda Persona de la Santa Trinidad. Es Jesucristo Mismo a quien Dios envió desde el Cielo al vientre de la Virgen María. Es Jesucristo Mismo quien vivió una vida sin pecado en la tierra. Es Jesucristo Mismo quien tomó nuestros pecados sobre Él y sudó como “grandes gotas de sangre” en Getsemaní (Lucas 22:44). Es Jesucristo Mismo quien llevó nuestros pecados “en su cuerpo” en la Cruz (I Pedro 2:24). Es Jesucristo Mismo quien pagó el castigo por nuestros pecados en la Cruz. Y es Jesucristo Mismo quien derramó Su preciosa Sangre para limpiarnos “de todo pecado” (I Juan 1:7). Es Jesucristo Mismo quien resucitó físicamente de entre los muertos en su propio cuerpo de carne y hueso (Lucas 24:39). Es Jesucristo Mismo quien “fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios” (Marcos 16:19). Es Jesucristo Mismo quien perpetuamente ora por nosotros en el Cielo, “viviendo siempre para interceder por” nosotros (Hebreos 7:25). Y es Jesucristo Mismo quien “con voz de arcángel, y con trompeta de Dios descenderá del cielo, y los muertos en Cristo resucitarán primero: Luego nosotros los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor [Jesucristo Mismo] en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (I Tesalonicenses 4:16-17). ¡Amén! ¡Aleluya!
“Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo”
(Hechos 16:31).
No creas cosas acerca de Él. Eso no te hará ningún bien. “Cree en el Señor Jesucristo...” (Hechos 16:31). La palabra griega es “eis” – que significa “sobre”. Creer sobre Cristo. Tírate sobre Él. ¡Que seas unido a Jesucristo Mismo! Por favor pónganse de pie y canten himno número 7, “No Es Lo Que Puedo Hacer.”
No es lo que puedo hacer Que mi alma salvará;
No es lo que pueda padecer Que sanará mi ser.
No lo que siento yo Que paz con Dios me dé;
Ni con mi llanto, o mi corazón Podré mi carga alzar.
Tu obra, O Jesús, Mi pecar quitará;
Tu Sangre sola, O Señor, La paz me puede dar.
(Traducción libre de “Not What These Hands Have Done”
por Horatius Bonar, 1808-1889).
martes, 15 de marzo de 2011
sábado, 12 de marzo de 2011
viernes, 11 de marzo de 2011
martes, 8 de marzo de 2011
EL VERDADERO EVANGELIO Y LA VERDADERA CONVERSION
PRIMERA EVIDENCIA
SEGUNDA EVIDENCIA
TERCERA EVIDENCIA
CUARTA EVIDENCIA
QUINTA EVIDENCIA
En la actualidad prolifera un evangelio falso del cristianismo carnal que ha engañado a muchas almas. La mayor parte del cristianismo de hoy no se ha sometido al señorío de Jesucristo. Estas almas han edificado su casa sobre la arena y, por lo tanto,sucumben fácilmente a esta enseñanza que ha saturado a nuestra nación y a nuestros púlpitos. Por lo tanto, nuestro propósito es exponer el verdadero evangelio y el falso, presentando claramente las advertencias de la Palabra de Dios de que no debemos sembrar para la carne, sino para el Espíritu. Espero que tengas un corazón receptivo y la Biblia abierta al orar que Dios obre en nosotros a través de su Espíritu.La Biblia nos advierte sobre este falso evangelio en Gálatas 6:7, 8: “No os engañéis; Dios no puede ser burlado: pues todo lo que el hombre sembrare, eso también segará. Porque el que siembra para su carne, de la carne segará corrupción; mas el que siembra para el Espíritu, del Espíritu segará vida eterna”. En mi opinión, esta es una advertencia muy seria para todos nosotros,especialmente en esta época cuando se predica en gran escala el evangelio de una fe fácil y del Cristianismo carnal. La realidad es que la mayor parte de la cristiandad está engañada respecto al estado de su alma eterna ante Dios. Lo que sucede es que se predica únicamente la justificación por la fe y se omite el vivir una vida santa. Han convertido la gracia de Dios en lascivia; la actitud de la mayoría ha sido: “Un poco de pecado no hace mal—es que, ¿sabes? no soy más que un ‘cristiano carnal’; además, ¿acaso la gracia no lo cubre todo?
lunes, 7 de marzo de 2011
EL METODO DE LA GRACIA
“EL METODO DE LA GRACIA” POR GEORGE WHITEFIELD,
CONDENSADO Y ADAPTADO AL INGLES MODERNO
por Dr. R. L. Hymers, Jr.
Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles
La Mañana del Día del Señor, 4 de Enero de 2009
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Introducción: George Whitefield nació en 1714, en Inglaterra. El era hijo de el dueño de una barra. En dicho ambiente tuvo muy poca influencia Cristiana, pero tenía habilidades admirables en la escuela. El asistió a Oxford University donde se hizo amigo de John y Charles Wesley, y se hizo parte del grupo de oración y estudio Bíblico de ellos.
Experimentó la conversión cuando era estudiante en Oxford. Poco después fue ordenado en la iglesia de Inglaterra. La predicación de el sobre la necesidad absoluta del nuevo nacimiento tuvo como resultado que se le cerraran las puertas de las iglesias, ya que pastores carnales temían que los sermones de él tocante a la necesidad del nuevo nacimiento enojara a sus feligreses. Así, él fue forzado a salir de las iglesias, a predicar en campos al aire libre, por lo cual él se volvió famoso.
Whitefield viajó a América en 1738 y fundó un horfanatorio. Después viajaba por todas las colonias de América y en Inglaterra predicando y recogiendo fondos para mantener a los huerfanos. El predicó en España, Holanda, Alemania, Francia, Inglaterra, Gales, y en Escocia, e hizo trece viajes atravezando el Atlántico para predicar en América.
El era amigo cercano de Benjamín Franklin, de Jonathan Edwards y de John Wesley, y fue uno de los que convencieron a John Wesley a predicar al aire libre, como él lo hacía. Benjamín Franklin una vez dio un estimado de que la audiencia a la que Whitefield predicaba era de treinta mil personas. Estas reunions al aire libre a menudo sobrepasaban audiencias de 25,000 personas. ¡El le predicó a una multitud de 100,000 una vez en Glasgow, Escocia – en una época cuando los micrófonos todavía no existían! Diez mil profesaron ser convertidos en aquella reunión.
Muchos historiadores consideran que fue el más grande evangelista de habla Inglésa de todos los tiempos. Pese a que Billy Graham le haya hablado a más gente con la ayuda de micrófonos electrónicos, el impacto que Whitefield tuvo en la cultura fue indudablemente más grande y más positivo.
Whitefield era la figura prominente del Primer Gran Despertamiento, el avivamiento intenso que formó el carácter de América a mediados del siglo XVIII. Cuando él predicó, las colonias de nuestra nación se encendieron en llamaradas de avivamiento. La cúspide de este avivamiento llegó en 1740 durante una gira de seis semanas que Whitefield tomó en Nueva Inglaterra. En solamente cuarenta y cinco días él predicó más de ciento setenta y cinco sermones a decenas de miles de personas, dejando a la región en un alzamiento espiritual, marcando uno de los períodos más destacados de la Cristiandad Americana.
A la hora de su muerte él ya había ganado la admiración y la atención del mundo de habla Inglesa. El fue instrumental en la fundación de [universidades] Princeton University, Dartmouth College, y University of Pennsylvania. El falleció poco tiempo después de predicar en Newburyport, Massachusetts, en 1770, seis años antes de la Revolución Americana. George Washington era el padre de nuestro país, pero George Whitefield fue su abuelo.
El siguiente sermón de Whitefield está dado en [y entonces traducido de] Inglés moderno. Es su sermón, pero he modificado las palabras para hacerlo más fácil de entender en nuestro día.
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Sermón: La bendición más grande que Dios le pueda enviar a una nación es predicadores buenos y fieles. Pero la maldición más grande que Dios le pueda enviar a cualquier nación es dejar que las iglesias sean guiadas por predicadores perdidos que solamente están preocupados con hacer dinero. Pero en cada era ha habido predicadores falsos que dan sermones suavizantes. Hay muchos ministros así que corrompen y tuercen la Biblia para engañar a la gente.
Así era en el día de Jeremías. Y Jeremías hablaba en contra de ellos en obediencia a Dios. El abría su boca y predicaba contra estos predicadores carnales. Si lees su libro, verás que nadie más hablaba más fuertemente contra los falsos predicadores que Jeremías. El hablaba severamente contra ellos en el capitulo que contiene nuestro texto:
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Jeremías dice que ellos solamente predican por dinero. En el verso trece, Jeremías dice,
“Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores” (Jeremías 6:13).
Son codiciosos y predican falsamente.
En nuestro texto, él muestra una de las maneras en que ellos predican falsamente. El muestra el modo engañoso en que ellos tartan con las almas perdidas.
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Dios tuvo que decirle al profeta que le advirtiera a la gente de una guerra que vendría. Dios quería que él le dijera a ellos que sus casas serían destruidas – que la guerra vendría (Jeremías 6:11-12).
Jeremías dio un mensaje fuerte. Debería haber aterrorizado a mucha gente y llevarlos al punto del arrepentimiento. Pero los profetas carnales y los sacerdotes andaban dándole falso consuelo a la gente. Ellos decían que Jeremías era solamente un fanatico loco. Ellos decían que no habría guerra. Ellos le decían a la gente que habría paz, cuando Jeremías había dicho que no habría paz.
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Las palabras del texto se refieren primeramente a la paz externa. Pero creo que tienen referencia también al alma. También creo que se refieren a los falsos predicadores que le dicen a la gente que es buena lo suficiente, aunque no son renacidas. A la gente inconversa le encanta este tipo de predicación. El corazón humano es tan malo y engañoso. Solamente Dios sabe cuan traicionero es el corazón del hombre.
¡Muchos de ustedes dicen tener paz en su corazón, cuando no hay paz verdadera! Muchos piensan que son Cristianos, pero no lo son. El Diablo es quien te ha dado una esperanza falsa. Dios no te ha dado esa “paz.” No es la paz que sobrepasa el entendimiento humano. La paz que tienes es una paz falsa.
Es muy importante que sepas si tienes paz verdadera o no. Todos quieren paz. La paz es una gran bendición. Por eso debo decirte cómo hallar la paz verdadera con Dios. Tengo que ser libre de tu sangre. Debo declararte el consejo entero de Dios. Por las palabras del texto trataré de mostrarte lo que te debe suceder, y lo que debe cambiar dentro de tí para que tengas la paz verdadera en tu corazón.
I. Primero, antes de tener la paz con Dios, se te tiene que hacer ver, sentir, llorar por y tener pesar por tus verdaderas transgresiones contra la ley de Dios.
Según la salvación por obras “el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4). Toda persona que no continúa en hacer todas las cosas escritas en el libro de la ley, está maldita.
Tú no debes hacer solamente algunas cosas, sino que todas las cosas o serás maldito:
“Pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”
(Gálatas 3:10).
La más pequeña desviación de la ley, ya sea en pensamiento o palabra o acción, te hace merecedor del castigo eterno, según la ley de Dios. Y si un solo mal pensamiento o aun una mala palabra, o una acción mala merece la condenación eterna, ¡cuantos infiernos se merecen todos aquellos que toda su vida han estado en rebelión continua contra Dios! Antes de que puedas tener la paz verdadera con Dios, se te tiene que hacer ver cuan terrible cosa es partir de Dios y cometer pecados contra Su ley.
Examina tu corazón. Y déjame preguntarte – ¿ha habido alguna vez cuando recordar tus pecados te era doloroso? ¿Ha habido alguna vez cuando el peso de tus pecados era insoportable? ¿Has visto alguna vez que la ira de Dios podría correctamente caer sobre tí, por tus verdaderas transgresiones de Sus leyes? ¿Has estado alguna vez interiormente entristecido por tus pecados? ¿Podrías decir, “Mi pecado es demasiado pesado para tenerlo encima?” ¿Has experimentado alguna vez algo así? ¡Si no, no te llames Cristiano! Puedes decir que tienes paz, pero no hay paz verdadera para tí. ¡Que el Señor te despierte! ¡Que el Señor te convierta!
II. Pero, aun más, antes de tener la paz con Dios, la convicción debe ser más profunda; y debes ser convencido de tu propia naturaleza corrupta, de la depravación total de tu alma.
Tienes que estar convencido de tus pecados reales. Tienes que temblar por ellos. Pero la convicción debe ser más profunda que eso. Tienes que ser convencido de que realmente rompiste las leyes de Dios. Más que eso, se te tiene que hacer ver y sentir tu propio pecado original, la corrupción original innata en tu corazón, que te hace responsable para ser condenado por Dios.
Mucha gente que se piensa inteligente dice que no hay tal cosa del pecado original. Cree que Dios es injusto al imputarnos el pecado de Adán a nosotros. Dice que no hemos nacido en pecado. Dice que no necesitas ser renacido. Pero mira al mundo a tu alrededor. ¿Es el paraíso que Dios le prometió a la humanidad? ¡No! ¡Todo esta fuera de orden en este mundo! Es porque hay algo malo con la raza humana. Es el pecado original que ha traído la calamidad al mundo.
No importa cuanto lo niegues, cuando seas despertado, verás que el pecado en tu vida viene de tu propio corazón depravado – un corazón envenenado por el pecado original.
Cuando la persona inconversa es despertada al principio, empieza a preguntarse “¿Cómo me hice tan malo?” El Espíritu de Dios entonces le muestra que no tiene nada bueno en su naturaleza. Entonces ve que es completamente corrupto y vil. Luego la persona finalmente llega a ver que Dios tendría la razón en condenarlo. Ella ve que está tan envenenada y rebelde en su propia naturaleza que sería lo correcto que Dios lo condenara, aun si no hubiera cometido un pecado exterior en su vida entera.
¿Has experimentado esto alguna vez? ¿Sentiste esto alguna vez – que sería lo correcto y lo justo que Dios te condenara? ¿Estuviste de acuerdo alguna vez en que por tu misma naturaleza eres un hijo de la ira? (Efesios 2:3).
Si alguna vez fuiste renacido, si el yo en realidad te fue quitado, habrías visto y sentido esto. Y si jamás has sentido el peso del pecado original, ¡no te proclames Cristiano! El pecado original es el peso más grande de un converso verdadero. El hombre que es realmente renacido está entristecido por su pecado original y por su naturaleza envenenada. Una persona verdaderamente convertida a menudo clama, “¡Oh! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte, de la corrupción de mi corazón?” (ver Romanos 7:24). Esto es lo que más le molesta a la persona despierta – su corazón de pecado. Si tú nunca has estado consiente de esta corrupción interior en tu naturaleza, no hay modo que puedas hallar paz verdadera con Dios.
III. Además, antes de poder tener la paz verdadera con Dios, tú tienes que ser atribulado no solamente por los pecados en tu vida, y los pecados en tu naturaleza, sino también por los pecados en tus mejores decisiones y cometidos y tu supuesta “vida Cristiana.”
¿Qué hay en lo mejor de tus acciones que te pueda hacer aprobado delante de Dios? Estás injustificado e inconverso por tu propia naturaleza. Te mereces ser condenado en el Infierno diez veces por tus pecados externos. ¿Qué bien te harán las obras? No puedes hacer nada bueno por naturaleza.
“Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”
(Romanos 8:8).
Es imposible que una persona inconversa haga algo para la gloria de Dios.
Aun después de que somos convertidos, somos renovados solamente en parte. El pecado interno continua en nosotros. Todavía hay una mezcla de corrupción en cada una de nuestras tareas. Así que después de ser convertidos, si Jesucristo nos aceptara según nuestras obras, nuestras obras nos condenarían. Ni siquiera podemos orar sin que haya algo de pecado allí, algún egoísmo, pereza, imperfección moral de alguna clase. No sé lo que pienses, pero yo no puedo orar sin pecar. No puedo predicar sin pecar. No puedo hacer nada sin pecado. Mi arrepentimiento necesita arrepentimiento, y mis lágrimas necesitan ser lavadas en la Sangre preciosa de mi amado Redentor, ¡Jesucristo!
Nuestras mejores resoluciones, nuestras mejores tareas, nuestra mejor religion, nuestras mejores decisions, son solamente muchos pecados esplendidos. Nuestras tareas religiosas están llenas de pecados. Antes de tener paz en tu corazón tienes que estar harto no solamente de tu pecado original y de tus pecados exteriores, sino que debes estar harto de tus propias justicias, tareas y religiosidad. Tiene que haber una convicción profunda antes de que puedas ser sacado de tu justicia propia. Y si nunca has sentido que no tienes justicia propia, no puedes ser justificado por Jesucristo. Todavía no eres convertido.
Alguien puede decir, “Bueno, yo creo todo eso.” Pero hay una gran diferencia entre “creer” y “sentir.” ¿Alguna vez sentiste tu falta de Redentor, tu falta de Cristo? ¿Sentiste alguna vez tu necesidad por Cristo porque no tienes bondad propia? ¿Y puedes decir ahora, “Señor, me puedes condenar por las mejores obras religiosas que yo haga”? Si no has sido sacado de tí mismo de esta manera, no puede haber paz verdadera para tí.
IV. Luego, cuarto, antes de poder tener paz con Dios, hay un pecado en particular que debe atribularte mucho. Pero me temo que pocos pensarán en ello. Es el pecado que más condena en el mundo, mas el mundo no lo considera un pecado. Tú preguntas, “¿Cuál es ese pecado?” Es el pecado del cual mayoría de ustedes no piensan ser culpables – y es el pecado de la incredulidad.
Antes de que puedas tener paz, tienes que ser atribulado por la incredulidad en tu corazón. ¿Será que tú en realidad no crees en el Señor Jesucristo?
Apelo a tu propio corazón. Me temo que no tienes más fe en Cristo que el Diablo mismo. Creo que el Diablo cree más de la Biblia que la mayoría de ustedes. El cree en la divinidad de Jesucristo. El cree y tiembla. El tiembla más que miles de aquellos que se llaman Cristianos.
Tú piensas que crees porque crees la Biblia, o porque asistes a la iglesia. Puedes hacer todo esto sin fe verdadera en Cristo. Meramente creer que hubo una persona, Cristo, no te hará ningún bien, como creer que hubo un Cesar o un Alejandro Magno. La Biblia es la Palabra de Dios. Le damos gracias a Dios por ella. Pero tú la puedes creer y sin creer en el Señor Jesucristo.
Si preguntara hace cuanto creíste en Jesucristo, muchos dirían que siempre han creído en El. No podrías darme una prueba más grande de que todavía no has creído en Jesucristo. Aquellos que realmente creen en Cristo saben que hubo un tiempo cuando ellos no creían en El.
Debo hablar más de esto, porque es un grande engaño. Muchos se dejan llevar de ello – pensando que ya han creído. El Sr. Marshall dijo que él había listado sus pecados bajo los Diez Mandamientos, y luego fue a un ministro y le preguntó por qué no podia tener paz. El ministro vio su lista y dijo, “¡Fuera! No veo ni una palabra del pecado de incredulidad en toda tu lista.” Es la obra del Espíritu de Dios convencerte de tu incredulidad – de que no tienes fe. Jesucristo dijo respecto al Espíritu Santo,
“El…convencerá al mundo de pecado…por cuanto no creen en mí” (Juan 16:8-9).
Ahora, amigos, ¿te mostró Dios alguna vez que no tenías fe en Jesús? ¿Se te hizo alguna vez entristecerte en dolor por tu corazón duro de incredulidad? ¿Alguna vez oraste, “Señor, ayudame a agarrar a Cristo?” ¿Te convenció Dios alguna vez de tu inhabilidad de venir a Cristo, y hacerte clamar en oración por fe en Cristo? Si no, no hallarás paz en tu corazón. Que Dios te despierte, y te dé una paz sólida por fe en Jesús, antes de que mueras y ya no tengas más oportunidad.
V. Una vez más, antes de poder tener paz con Dios, tienes que conseguir la justicia de Cristo.
No solamente tienes que ser convencido de tu pecado verdadero y del pecado original, los pecados de tu justicia propia, y el pecado de incredulidad, sino que también tienes que ser capacitado para tomar la justicia perfecta del Señor Jesucristo. Tienes que agarrar la justicia de Cristo. Entonces tendrás paz. Jesús dijo,
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
Este verso anima a todos lo que están trabajados y cargados, pero a nadie más. Mas la promesa del descanso está hecha solamente a aquellos que vienen y creen en Jesucristo. Antes de que puedas tener paz en tu corazón tienes que ser justificado por fe en nuestro Señor Jesucristo. Cristo tiene que ser traído a casa a tu alma, para que Su justicia se haga tu justicia, para que Sus méritos te sean imputados.
¿Estuviste un día casado con Cristo? ¿Se dio alguna vez Jesucristo a tí? ¿Viniste a Cristo alguna vez por fe viviente? Yo ruego a Dios que Cristo venga y te hable la paz. Tienes que experimentar estas cosas para ser renacido.
Ahora hablo de las realidades invisibles de otro mundo, de la Cristiandad interior, de la obra de Dios en el corazón del pecador. Hablo de cosas de gran importancia para tí. Les interesa a todos. Sus almas tienen interés. Tu salvación eterna depende de ello.
Tú puedes sentir paz sin Cristo. El Diablo te ha adormitado y te ha dado una seguridad falsa. El tratará de mantenerte dormido hasta que te mande al Infierno. Allí serás despertado, pero será un despertamiento terrible hallarte en las llamas donde ya es demasiado tarde para ser salvo. En el Infierno toda la eternidad pedirás una gota de agua para refrescar tu lengua, y no se te dará agua.
¡Ojalá que no halles descanso para tu alma hasta que descances en Jesucristo! Mi propósito es traer pecadores perdidos al Salvador. Oh, que Dios traiga a algunos de ustedes a Jesús. Que el Espíritu Santo te convenza de que eres pecaminoso, y te vuelva de tus caminos malvados a Jesucristo. Amen.
CONDENSADO Y ADAPTADO AL INGLES MODERNO
por Dr. R. L. Hymers, Jr.
Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles
La Mañana del Día del Señor, 4 de Enero de 2009
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Introducción: George Whitefield nació en 1714, en Inglaterra. El era hijo de el dueño de una barra. En dicho ambiente tuvo muy poca influencia Cristiana, pero tenía habilidades admirables en la escuela. El asistió a Oxford University donde se hizo amigo de John y Charles Wesley, y se hizo parte del grupo de oración y estudio Bíblico de ellos.
Experimentó la conversión cuando era estudiante en Oxford. Poco después fue ordenado en la iglesia de Inglaterra. La predicación de el sobre la necesidad absoluta del nuevo nacimiento tuvo como resultado que se le cerraran las puertas de las iglesias, ya que pastores carnales temían que los sermones de él tocante a la necesidad del nuevo nacimiento enojara a sus feligreses. Así, él fue forzado a salir de las iglesias, a predicar en campos al aire libre, por lo cual él se volvió famoso.
Whitefield viajó a América en 1738 y fundó un horfanatorio. Después viajaba por todas las colonias de América y en Inglaterra predicando y recogiendo fondos para mantener a los huerfanos. El predicó en España, Holanda, Alemania, Francia, Inglaterra, Gales, y en Escocia, e hizo trece viajes atravezando el Atlántico para predicar en América.
El era amigo cercano de Benjamín Franklin, de Jonathan Edwards y de John Wesley, y fue uno de los que convencieron a John Wesley a predicar al aire libre, como él lo hacía. Benjamín Franklin una vez dio un estimado de que la audiencia a la que Whitefield predicaba era de treinta mil personas. Estas reunions al aire libre a menudo sobrepasaban audiencias de 25,000 personas. ¡El le predicó a una multitud de 100,000 una vez en Glasgow, Escocia – en una época cuando los micrófonos todavía no existían! Diez mil profesaron ser convertidos en aquella reunión.
Muchos historiadores consideran que fue el más grande evangelista de habla Inglésa de todos los tiempos. Pese a que Billy Graham le haya hablado a más gente con la ayuda de micrófonos electrónicos, el impacto que Whitefield tuvo en la cultura fue indudablemente más grande y más positivo.
Whitefield era la figura prominente del Primer Gran Despertamiento, el avivamiento intenso que formó el carácter de América a mediados del siglo XVIII. Cuando él predicó, las colonias de nuestra nación se encendieron en llamaradas de avivamiento. La cúspide de este avivamiento llegó en 1740 durante una gira de seis semanas que Whitefield tomó en Nueva Inglaterra. En solamente cuarenta y cinco días él predicó más de ciento setenta y cinco sermones a decenas de miles de personas, dejando a la región en un alzamiento espiritual, marcando uno de los períodos más destacados de la Cristiandad Americana.
A la hora de su muerte él ya había ganado la admiración y la atención del mundo de habla Inglesa. El fue instrumental en la fundación de [universidades] Princeton University, Dartmouth College, y University of Pennsylvania. El falleció poco tiempo después de predicar en Newburyport, Massachusetts, en 1770, seis años antes de la Revolución Americana. George Washington era el padre de nuestro país, pero George Whitefield fue su abuelo.
El siguiente sermón de Whitefield está dado en [y entonces traducido de] Inglés moderno. Es su sermón, pero he modificado las palabras para hacerlo más fácil de entender en nuestro día.
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Sermón: La bendición más grande que Dios le pueda enviar a una nación es predicadores buenos y fieles. Pero la maldición más grande que Dios le pueda enviar a cualquier nación es dejar que las iglesias sean guiadas por predicadores perdidos que solamente están preocupados con hacer dinero. Pero en cada era ha habido predicadores falsos que dan sermones suavizantes. Hay muchos ministros así que corrompen y tuercen la Biblia para engañar a la gente.
Así era en el día de Jeremías. Y Jeremías hablaba en contra de ellos en obediencia a Dios. El abría su boca y predicaba contra estos predicadores carnales. Si lees su libro, verás que nadie más hablaba más fuertemente contra los falsos predicadores que Jeremías. El hablaba severamente contra ellos en el capitulo que contiene nuestro texto:
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Jeremías dice que ellos solamente predican por dinero. En el verso trece, Jeremías dice,
“Porque desde el más chico de ellos hasta el más grande, cada uno sigue la avaricia; y desde el profeta hasta el sacerdote, todos son engañadores” (Jeremías 6:13).
Son codiciosos y predican falsamente.
En nuestro texto, él muestra una de las maneras en que ellos predican falsamente. El muestra el modo engañoso en que ellos tartan con las almas perdidas.
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Dios tuvo que decirle al profeta que le advirtiera a la gente de una guerra que vendría. Dios quería que él le dijera a ellos que sus casas serían destruidas – que la guerra vendría (Jeremías 6:11-12).
Jeremías dio un mensaje fuerte. Debería haber aterrorizado a mucha gente y llevarlos al punto del arrepentimiento. Pero los profetas carnales y los sacerdotes andaban dándole falso consuelo a la gente. Ellos decían que Jeremías era solamente un fanatico loco. Ellos decían que no habría guerra. Ellos le decían a la gente que habría paz, cuando Jeremías había dicho que no habría paz.
“Y curan la herida de mi pueblo con liviandad, diciendo: Paz, paz; y no hay paz” (Jeremías 6:14).
Las palabras del texto se refieren primeramente a la paz externa. Pero creo que tienen referencia también al alma. También creo que se refieren a los falsos predicadores que le dicen a la gente que es buena lo suficiente, aunque no son renacidas. A la gente inconversa le encanta este tipo de predicación. El corazón humano es tan malo y engañoso. Solamente Dios sabe cuan traicionero es el corazón del hombre.
¡Muchos de ustedes dicen tener paz en su corazón, cuando no hay paz verdadera! Muchos piensan que son Cristianos, pero no lo son. El Diablo es quien te ha dado una esperanza falsa. Dios no te ha dado esa “paz.” No es la paz que sobrepasa el entendimiento humano. La paz que tienes es una paz falsa.
Es muy importante que sepas si tienes paz verdadera o no. Todos quieren paz. La paz es una gran bendición. Por eso debo decirte cómo hallar la paz verdadera con Dios. Tengo que ser libre de tu sangre. Debo declararte el consejo entero de Dios. Por las palabras del texto trataré de mostrarte lo que te debe suceder, y lo que debe cambiar dentro de tí para que tengas la paz verdadera en tu corazón.
I. Primero, antes de tener la paz con Dios, se te tiene que hacer ver, sentir, llorar por y tener pesar por tus verdaderas transgresiones contra la ley de Dios.
Según la salvación por obras “el alma que pecare, esa morirá” (Ezequiel 18:4). Toda persona que no continúa en hacer todas las cosas escritas en el libro de la ley, está maldita.
Tú no debes hacer solamente algunas cosas, sino que todas las cosas o serás maldito:
“Pues escrito está: Maldito todo aquel que no permaneciere en todas las cosas escritas en el libro de la ley, para hacerlas”
(Gálatas 3:10).
La más pequeña desviación de la ley, ya sea en pensamiento o palabra o acción, te hace merecedor del castigo eterno, según la ley de Dios. Y si un solo mal pensamiento o aun una mala palabra, o una acción mala merece la condenación eterna, ¡cuantos infiernos se merecen todos aquellos que toda su vida han estado en rebelión continua contra Dios! Antes de que puedas tener la paz verdadera con Dios, se te tiene que hacer ver cuan terrible cosa es partir de Dios y cometer pecados contra Su ley.
Examina tu corazón. Y déjame preguntarte – ¿ha habido alguna vez cuando recordar tus pecados te era doloroso? ¿Ha habido alguna vez cuando el peso de tus pecados era insoportable? ¿Has visto alguna vez que la ira de Dios podría correctamente caer sobre tí, por tus verdaderas transgresiones de Sus leyes? ¿Has estado alguna vez interiormente entristecido por tus pecados? ¿Podrías decir, “Mi pecado es demasiado pesado para tenerlo encima?” ¿Has experimentado alguna vez algo así? ¡Si no, no te llames Cristiano! Puedes decir que tienes paz, pero no hay paz verdadera para tí. ¡Que el Señor te despierte! ¡Que el Señor te convierta!
II. Pero, aun más, antes de tener la paz con Dios, la convicción debe ser más profunda; y debes ser convencido de tu propia naturaleza corrupta, de la depravación total de tu alma.
Tienes que estar convencido de tus pecados reales. Tienes que temblar por ellos. Pero la convicción debe ser más profunda que eso. Tienes que ser convencido de que realmente rompiste las leyes de Dios. Más que eso, se te tiene que hacer ver y sentir tu propio pecado original, la corrupción original innata en tu corazón, que te hace responsable para ser condenado por Dios.
Mucha gente que se piensa inteligente dice que no hay tal cosa del pecado original. Cree que Dios es injusto al imputarnos el pecado de Adán a nosotros. Dice que no hemos nacido en pecado. Dice que no necesitas ser renacido. Pero mira al mundo a tu alrededor. ¿Es el paraíso que Dios le prometió a la humanidad? ¡No! ¡Todo esta fuera de orden en este mundo! Es porque hay algo malo con la raza humana. Es el pecado original que ha traído la calamidad al mundo.
No importa cuanto lo niegues, cuando seas despertado, verás que el pecado en tu vida viene de tu propio corazón depravado – un corazón envenenado por el pecado original.
Cuando la persona inconversa es despertada al principio, empieza a preguntarse “¿Cómo me hice tan malo?” El Espíritu de Dios entonces le muestra que no tiene nada bueno en su naturaleza. Entonces ve que es completamente corrupto y vil. Luego la persona finalmente llega a ver que Dios tendría la razón en condenarlo. Ella ve que está tan envenenada y rebelde en su propia naturaleza que sería lo correcto que Dios lo condenara, aun si no hubiera cometido un pecado exterior en su vida entera.
¿Has experimentado esto alguna vez? ¿Sentiste esto alguna vez – que sería lo correcto y lo justo que Dios te condenara? ¿Estuviste de acuerdo alguna vez en que por tu misma naturaleza eres un hijo de la ira? (Efesios 2:3).
Si alguna vez fuiste renacido, si el yo en realidad te fue quitado, habrías visto y sentido esto. Y si jamás has sentido el peso del pecado original, ¡no te proclames Cristiano! El pecado original es el peso más grande de un converso verdadero. El hombre que es realmente renacido está entristecido por su pecado original y por su naturaleza envenenada. Una persona verdaderamente convertida a menudo clama, “¡Oh! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte, de la corrupción de mi corazón?” (ver Romanos 7:24). Esto es lo que más le molesta a la persona despierta – su corazón de pecado. Si tú nunca has estado consiente de esta corrupción interior en tu naturaleza, no hay modo que puedas hallar paz verdadera con Dios.
III. Además, antes de poder tener la paz verdadera con Dios, tú tienes que ser atribulado no solamente por los pecados en tu vida, y los pecados en tu naturaleza, sino también por los pecados en tus mejores decisiones y cometidos y tu supuesta “vida Cristiana.”
¿Qué hay en lo mejor de tus acciones que te pueda hacer aprobado delante de Dios? Estás injustificado e inconverso por tu propia naturaleza. Te mereces ser condenado en el Infierno diez veces por tus pecados externos. ¿Qué bien te harán las obras? No puedes hacer nada bueno por naturaleza.
“Y los que viven según la carne no pueden agradar a Dios”
(Romanos 8:8).
Es imposible que una persona inconversa haga algo para la gloria de Dios.
Aun después de que somos convertidos, somos renovados solamente en parte. El pecado interno continua en nosotros. Todavía hay una mezcla de corrupción en cada una de nuestras tareas. Así que después de ser convertidos, si Jesucristo nos aceptara según nuestras obras, nuestras obras nos condenarían. Ni siquiera podemos orar sin que haya algo de pecado allí, algún egoísmo, pereza, imperfección moral de alguna clase. No sé lo que pienses, pero yo no puedo orar sin pecar. No puedo predicar sin pecar. No puedo hacer nada sin pecado. Mi arrepentimiento necesita arrepentimiento, y mis lágrimas necesitan ser lavadas en la Sangre preciosa de mi amado Redentor, ¡Jesucristo!
Nuestras mejores resoluciones, nuestras mejores tareas, nuestra mejor religion, nuestras mejores decisions, son solamente muchos pecados esplendidos. Nuestras tareas religiosas están llenas de pecados. Antes de tener paz en tu corazón tienes que estar harto no solamente de tu pecado original y de tus pecados exteriores, sino que debes estar harto de tus propias justicias, tareas y religiosidad. Tiene que haber una convicción profunda antes de que puedas ser sacado de tu justicia propia. Y si nunca has sentido que no tienes justicia propia, no puedes ser justificado por Jesucristo. Todavía no eres convertido.
Alguien puede decir, “Bueno, yo creo todo eso.” Pero hay una gran diferencia entre “creer” y “sentir.” ¿Alguna vez sentiste tu falta de Redentor, tu falta de Cristo? ¿Sentiste alguna vez tu necesidad por Cristo porque no tienes bondad propia? ¿Y puedes decir ahora, “Señor, me puedes condenar por las mejores obras religiosas que yo haga”? Si no has sido sacado de tí mismo de esta manera, no puede haber paz verdadera para tí.
IV. Luego, cuarto, antes de poder tener paz con Dios, hay un pecado en particular que debe atribularte mucho. Pero me temo que pocos pensarán en ello. Es el pecado que más condena en el mundo, mas el mundo no lo considera un pecado. Tú preguntas, “¿Cuál es ese pecado?” Es el pecado del cual mayoría de ustedes no piensan ser culpables – y es el pecado de la incredulidad.
Antes de que puedas tener paz, tienes que ser atribulado por la incredulidad en tu corazón. ¿Será que tú en realidad no crees en el Señor Jesucristo?
Apelo a tu propio corazón. Me temo que no tienes más fe en Cristo que el Diablo mismo. Creo que el Diablo cree más de la Biblia que la mayoría de ustedes. El cree en la divinidad de Jesucristo. El cree y tiembla. El tiembla más que miles de aquellos que se llaman Cristianos.
Tú piensas que crees porque crees la Biblia, o porque asistes a la iglesia. Puedes hacer todo esto sin fe verdadera en Cristo. Meramente creer que hubo una persona, Cristo, no te hará ningún bien, como creer que hubo un Cesar o un Alejandro Magno. La Biblia es la Palabra de Dios. Le damos gracias a Dios por ella. Pero tú la puedes creer y sin creer en el Señor Jesucristo.
Si preguntara hace cuanto creíste en Jesucristo, muchos dirían que siempre han creído en El. No podrías darme una prueba más grande de que todavía no has creído en Jesucristo. Aquellos que realmente creen en Cristo saben que hubo un tiempo cuando ellos no creían en El.
Debo hablar más de esto, porque es un grande engaño. Muchos se dejan llevar de ello – pensando que ya han creído. El Sr. Marshall dijo que él había listado sus pecados bajo los Diez Mandamientos, y luego fue a un ministro y le preguntó por qué no podia tener paz. El ministro vio su lista y dijo, “¡Fuera! No veo ni una palabra del pecado de incredulidad en toda tu lista.” Es la obra del Espíritu de Dios convencerte de tu incredulidad – de que no tienes fe. Jesucristo dijo respecto al Espíritu Santo,
“El…convencerá al mundo de pecado…por cuanto no creen en mí” (Juan 16:8-9).
Ahora, amigos, ¿te mostró Dios alguna vez que no tenías fe en Jesús? ¿Se te hizo alguna vez entristecerte en dolor por tu corazón duro de incredulidad? ¿Alguna vez oraste, “Señor, ayudame a agarrar a Cristo?” ¿Te convenció Dios alguna vez de tu inhabilidad de venir a Cristo, y hacerte clamar en oración por fe en Cristo? Si no, no hallarás paz en tu corazón. Que Dios te despierte, y te dé una paz sólida por fe en Jesús, antes de que mueras y ya no tengas más oportunidad.
V. Una vez más, antes de poder tener paz con Dios, tienes que conseguir la justicia de Cristo.
No solamente tienes que ser convencido de tu pecado verdadero y del pecado original, los pecados de tu justicia propia, y el pecado de incredulidad, sino que también tienes que ser capacitado para tomar la justicia perfecta del Señor Jesucristo. Tienes que agarrar la justicia de Cristo. Entonces tendrás paz. Jesús dijo,
“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).
Este verso anima a todos lo que están trabajados y cargados, pero a nadie más. Mas la promesa del descanso está hecha solamente a aquellos que vienen y creen en Jesucristo. Antes de que puedas tener paz en tu corazón tienes que ser justificado por fe en nuestro Señor Jesucristo. Cristo tiene que ser traído a casa a tu alma, para que Su justicia se haga tu justicia, para que Sus méritos te sean imputados.
¿Estuviste un día casado con Cristo? ¿Se dio alguna vez Jesucristo a tí? ¿Viniste a Cristo alguna vez por fe viviente? Yo ruego a Dios que Cristo venga y te hable la paz. Tienes que experimentar estas cosas para ser renacido.
Ahora hablo de las realidades invisibles de otro mundo, de la Cristiandad interior, de la obra de Dios en el corazón del pecador. Hablo de cosas de gran importancia para tí. Les interesa a todos. Sus almas tienen interés. Tu salvación eterna depende de ello.
Tú puedes sentir paz sin Cristo. El Diablo te ha adormitado y te ha dado una seguridad falsa. El tratará de mantenerte dormido hasta que te mande al Infierno. Allí serás despertado, pero será un despertamiento terrible hallarte en las llamas donde ya es demasiado tarde para ser salvo. En el Infierno toda la eternidad pedirás una gota de agua para refrescar tu lengua, y no se te dará agua.
¡Ojalá que no halles descanso para tu alma hasta que descances en Jesucristo! Mi propósito es traer pecadores perdidos al Salvador. Oh, que Dios traiga a algunos de ustedes a Jesús. Que el Espíritu Santo te convenza de que eres pecaminoso, y te vuelva de tus caminos malvados a Jesucristo. Amen.
sábado, 5 de marzo de 2011
CITAS DE ALGUNOS REFORMADORES SOBRE EL USO DE LA LEY
Charles Spurgeon (1834-1892)
Yo no creo que un hombre puede predicar el evangelio sin predicar la Ley. Baja la ley y usted amortigua la luz por la cual el hombre percibe su culpabilidad; esto es una pérdida muy seria para el pecador, que más bien una ganancia para él; porqué reduce la probabilidad de su convicción y conversión. Yo digo que usted le ha despojado al evangelio de su más potente auxiliar (su ayuda / arma más poderosa)cuando deja a un lado la Ley. Le ha quitado el ayo que debe llevar a los hombres a Cristo... Ellos nunca aceptarán la gracia hasta que tiemblen ante una Ley justa y santa. Por lo tanto, la Ley tiene un propósito de suma importancia, y nunca debe ser quitada de su lugar.
A.W. Pink (1886-1952)
Como el mundo no estaba listo para el Nuevo Testamento antes de que recibió el Antiguo, como los judíos no estaban preparados para el ministerio de Cristo hasta que Juan el Bautista iba delante de ellos con su llamamiento reclamante al arrepentimiento, así los inconversos no están en condiciones hoy para el Evangelio
hasta que la Ley haya sido aplicada a sus corazones, porque “por la Ley es el conocimiento del pecado”. ¡Es una pérdida de tiempo sembrar semilla en tierra que nunca a sido arrancada con el arado o con la pala! Presentar el sacrificio vicario de Cristo a los cuya pasión dominante es la de llenarse de pecado, es dar lo que es santo a los perros.
Dr. Martin Lloyd-Jones (1899-1981)
Un evangelio que meramente dice, “Venga a Cristo”, y Lo ofrece como un Amigo, y ofrece una vida nueva y maravillosa, sin convencer del pecado, no es el evangelismo del Nuevo Testamento. La esencia del evangelismo es empezar predicando la Ley; y la razón por la cual tenemos tanto evangelismo superficial es que no se ha predicado la Ley. El verdadero evangelismo... siempre tiene que empezar con la predicación de la Ley. El problema con las personas que no están buscando a un Salvador y la salvación, es que no entienden la naturaleza del pecado. Es la función peculiar de la Ley, la de crear tal entendimiento en la mente y en la conciencia del hombre. Es por esto que los grandes predicadores evangelistas de hace 300 años durante el tiempo de los puritanos, y hace 200 años durante el tiempo de Whitefield y otros, siempre se dedicaban primero en lo que ellos llamaban “el trabajo preliminar de la Ley”.
A.W. Tozer (1897-1963)
Nadie puede conocer la verdadera gracia de Dios que no ha conocido primero el temor de Dios.
John MacArthur (1939-)
La gracia de Dios no se puede predicar fielmente a los incrédulos hasta que se haya predicado la Ley para revelar la naturaleza corrupta del hombre. Es imposible que una persona conozca completamente su necesidad de la gracia de Dios si no ve que tan terriblemente ha fallado en guardar las normas de la Ley de Dios.
J.I. Packer (1926-)
Si no vemos nuestras deficiencias a la luz de la Ley y la santidad de Dios, de ninguna manera las veremos como pecados.
J.C. Ryle (1816-1900)
Las personas nunca se dirigirán decididamente hacia el cielo, y vivir como
peregrinos, hasta que realmente sientan que están en peligro del infierno... Tenemos que exponer y machacar los Diez Mandamientos para mostrar la anchura, la longitud, la profundidad y la altura de lo que exigen... Los hombres a los cuales el Espíritu lleva a Cristo son los que el Espíritu ha convencido del pecado. Sin una plena convicción del pecado, los hombres quizás parezcan llegar a Jesús y seguirle por un tiempo, pero pronto se apartan y vuelven al mundo.
viernes, 4 de marzo de 2011
CUIDADO CON EL MISTICISMO
CUIDADO CON EL MISTICISMO
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No suelo hacer alusión a los mensajes que exponemos los domingos en nuestra iglesia, pero esta vez voy a hacer una excepción por la importancia del tema.
Desde hace ya varias semanas hemos estado exponiendo la carta a los Colosenses, y este domingo pasado nos tocó exponer los vers. 18 al 19 donde Pablo advierte a estos creyentes contra las enseñanzas que los falsos maestros estaban tratando de introducir en la iglesia. Uno de los aspectos de esa enseñanza tenía que ver precisamente con el misticismo.
¿Qué es el misticismo? En una forma sencilla podemos definirlo como la búsqueda de una experiencia religiosa más profunda, a través de una comunicación directa e inmediata con Dios, poniendo a un lado el intelecto y descansando más bien en la intuición y en la iluminación interior (basándose en Juan 1:9, muchos místicos insisten en que debemos buscar en nuestro interior la luz divina que todos llevamos dentro).
Uno de los padres del misticismo en el siglo V, lo explicó de esta manera: Debemos “dejar atrás los sentidos y la operación del intelecto a través de una auto negación pura y total, para entrar en la radiante y superesencial Tiniebla Divina” (Pseudo Dionisio el Aeropagita).
Y en otro lugar dice que cuando el espíritu se despoja de todo lo que ve y puede ser visto, “penetra… en las misteriosas Tinieblas del no-saber. Allí, renunciando a todo lo que pueda la mente concebir, abismado totalmente en lo que no percibe ni comprende, se abandona por completo en aquel que está más allá de todo ser”.
Un místico más contemporáneo, Vladimir Lossky, quien murió en 1958, dice algo similar en otras palabras: “Es necesario renunciar tanto a los sentidos como a toda labor de la razón, todo aquello que pueda ser conocido por los sentidos del entendimiento… para que podamos ser capaces de unirnos, en perfecta ignorancia, con Aquel que trasciende todo ser y todo conocimiento”.
Noten cómo estos dos místicos, uno del siglo V y otro del siglo XX, insisten en lo mismo: debemos tratar de alcanzar una unión mística con Dios, dejando a un lado nuestro intelecto.
Es por eso que muchos místicos recurren al uso de mantras (que no es otra cosa que la repetición de ciertas palabras, sonidos o frases), para vaciar la mente de todo pensamiento concreto y así tener una especie de experiencia mística con Dios que, como bien ha dicho alguien, en el mejor de los casos no es otra cosa que un trance auto hipnótico, y en el peor una experiencia demoníaca.
¿Qué nos enseña la Biblia al respecto? Por un lado, la Biblia nos enseña claramente que ningún hombre puede acercarse a Dios de manera directa o inmediata. Nosotros necesitamos un Mediador para acercarnos a Él, y ese Mediador no es otro que Su propio Hijo, nuestro Señor Jesucristo (comp. 1 Timoteo 2:5 – es por eso que oramos en el nombre de Cristo).
Por otra parte, cuando Dios se comunica con nosotros hoy lo hace a través de Su Palabra, no a través de una iluminación interior. Y una vez más, el Mediador de esa Palabra sigue siendo nuestro Señor Jesucristo (compare Hebreos 1:1-2).
Ahora bien, si Dios se comunica con el hombre a través de una revelación escrita, la Biblia, es obvio que nuestro intelecto juega un papel de suprema importancia en nuestra relación con Él, ya que es por medio de la mente que nosotros podemos entender Su Palabra (compare Mateo 22:34-37; Romanos 12:1-2; 2 Timoteo 2:7; Colosences 1:9-10; Efesios 5:15-17).
Es imposible que podamos cultivar nuestra relación con Dios poniendo a un lado las Escrituras y poniendo a un lado nuestro intelecto. Pero eso es exactamente lo que propone el misticismo.
Y es contra un peligro similar a este que Pablo nos advierte en este pasaje de la carta a los Colosenses. Estos falsos maestros pretendían haber alcanzado una unión mística con Dios que estos cristianos desconocían.
FALSA HUMILDAD, CULTO A LOS ÁNGELES Y UN ATENTADO CONTRA LA SUPREMACÍA DE CRISTO
Pablo introduce este pasaje llamando la atención de los creyentes en Colosas: “Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles” (Colosenses 2:18).
Esta expresión puede ser traducida: “que nadie los descalifique” o “que nadie los condene”. Hace referencia a la decisión negativa de un árbitro que descalifica a uno de los competidores por no seguir adecuadamente las reglas de juego.
Tal parece que los falsos maestros en Colosas estaban descalificando a estos creyentes porque no experimentaban el mismo tipo de experiencia religiosa que ellos decían tener. “Uds. necesitan algo más que el simple cristianismo, algo más profundo y más espiritual”.
Lo sorprendente de la postura de estos individuos es que, a la vez que se constituían en jueces de los demás, porque se sentían superiores a ellos, al mismo tiempo aparentaban ser muy humildes. Dice Pablo que ellos afectaban “humildad y culto a los ángeles”.
Ahora bien, no sabemos con exactitud qué relación había entre la supuesta humildad de estos hombres y el culto a los ángeles, pero es probable que estuvieran argumentando algo como esto: “Dios es tan elevado y nosotros somos tan pequeños, que en vez de llegar directamente a Dios preferimos entrar en contacto con Él a través de los ángeles”.
Este fue un problema tan serio en esta región de Asia Menor, que en un concilio celebrado en el 363, en la vecina ciudad de Laodicea, tuvieron que tratar con este asunto. Dice en el Canon 25 de ese concilio: “Le es un pecado a un cristiano abandonar la iglesia de Dios y apartarse para invocar a los ángeles”.
La Biblia prohíbe tajantemente esa práctica. Hay “un solo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Hombre” (1 Timoteo 2:5). Nadie debe intentar llegar a Dios, o adorarle, haciendo uso de ningún otro medio, incluyendo a los ángeles (compare Apocalipsis 19:9-10; 22:8-9).
Sin embargo, el culto a los ángeles no sólo no desapareció, sino que parece estar más vivo que nunca en estos días, a juzgar por muchos de los libros que se escriben sobre este tema. He aquí algunos de los títulos que encontré en Amazon esta semana:
“Cómo hablar con sus ángeles”.
“Ángeles guardianes y Guías Espirituales: Contacte a la Ayuda Celestial”.
“Guía Diaria de sus Ángeles: 365 mensajes de los ángeles para aliviar, sanar y abrir su corazón”.
“Sánese con los Ángeles”.
Y yo supongo que no soy el único aquí al que le enseñaron cuando niño a rezarle a su ángel de la guarda. Esa oración puede sonar muy inocente, pero lo que está detrás de ella no es otra cosa que un atentado contra la preeminencia de Cristo, y eso no tiene nada de inocente (Colosenses 1:16).
Ahora bien, ¿en qué basaban estos falsos maestros sus prácticas religiosas? Según ellos, en visiones que habían tenido; según Pablo, en una mente orgullosa y carnal: “entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal” (vers. 18).
Aunque la Reina Valera traduce la frase como “entremetiéndose en lo que no ha visto”, lo que el texto dice literalmente es “aferrándose a las cosas que ha visto”. Estos individuos pretendían pertenecer a una élite de personas que recibían revelaciones directas de parte de Dios.
Ellos no eran cristianos comunes y corrientes que aprendían acerca de Dios y Su voluntad a través de la Biblia; no, ellos tenían visiones. Pero Pablo nos dice aquí que ese tipo de misticismo no es otra cosa que una carnalidad disfrazada.
Como dice el comentarista Guillermo Hendriksen: “Este hombre que pretende ser muy humilde, en realidad es insoportablemente orgulloso. Su mente está inflada con el sentido de su propia importancia, al jactarse de cosas que dice haber visto”.
El que una persona tenga apariencia de humildad, y clame haber tenido algún tipo de experiencia extraordinaria, no es lo que lo califica para constituirse en un maestro espiritual. Lo que un verdadero maestro cristiano hace es enseñar a los creyentes la Palabra de Dios para guiarlos a Cristo; y eso era exactamente lo que estos falsos maestros no hacían: “y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios” (vers. 19).
A final de cuentas, este era el verdadero problema de los falsos maestros de Colosas: ellos nos descansaban únicamente en Cristo, tanto para la salvación como para el crecimiento espiritual.
¿Tú quieres crecer en tu vida cristiana? En vez de andar buscando experiencias extraordinarias, aférrate a Cristo (eso es lo que significa “asirse de la Cabeza”). Cristo es el Todo suficiente Salvador que suple a Su pueblo todo lo que Su pueblo necesita.
Es en virtud de nuestra unión con Cristo como Cabeza y nuestra dependencia de Él, que “todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios”.
Cada creyente debe aferrarse a Cristo, alimentándose de Él, dependiendo enteramente de Él; y ¿qué va a suceder cuando ese hermano entre en contacto con sus otros hermanos en la fe? Que va a traspasarles lo que recibe de su Señor; es de ese modo que todo el cuerpo “crece con el crecimiento que da Dios”. Compare Efesios 4:11-16.
En el siguiente post veremos cómo muchas iglesias evangélicas están sucumbiendo sin saberlo a una especie de misticismo evangélico.
¿MISTICISMO O VERDADERA COMUNIÓN CON CRISTO?
Como hemos visto anteriormente, la Biblia condena el misticismo y lo presenta como un sustituto peligroso del crecimiento espiritual. En este post quiero mostrar lo que verdaderamente significa relacionarnos con Cristo día a día y cómo eso no tiene nada que ver con una experiencia mística.
En Juan 15:4-5, el Señor dice a Sus discípulos: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.
Y más adelante, para no dejar dudas en cuanto a lo que quería decir con estas palabras, añadió: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).
Según Cristo mismo, permanecer en Él es sinónimo de permanecer en Su Palabra. Como bien señala John Piper: “Esto significa que nosotros le damos la bienvenida a Jesús en nuestras vidas, y hacemos un lugar para Él en nosotros, no como un Huésped silencioso sin opiniones ni mandamientos, sino como un Huésped autoritativo, cuyas opiniones nos importan más que cualquier otra y cuyos mandamientos son nuestras leyes de vida”.
Escuchen al Señor una vez más: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Juan 15:9-10).
Sigue diciendo Piper: “La morada de Cristo en nosotros es intercambiable con Su Palabra morando en nosotros, porque Cristo nunca viene (a la vida de alguien) sin Sus perspectivas autoritativas de las cosas… Si Él permanece en nosotros, Sus perspectivas permanecen. Si Él permanece en nosotros, Sus prioridades permanecen. Si Él permanece en nosotros, Sus principios permanecen. Si Él permanece en nosotros, Sus promesas permanecen. Si Él permanece en nosotros, Sus mandamientos permanecen. En resumen, cuando Cristo permanece en nosotros, Su Palabra permanece en nosotros”.
Cuando nosotros memorizamos la Palabra de Dios, y al actuar en cada aspecto de nuestras vidas consultamos esa Palabra, no estamos simplemente tomando en cuenta un código antiguo de conducta. Memorizar la Biblia no es como memorizar el teorema de Pitágoras. Nuestro Señor Jesucristo está vivo, y Él nos dejó Su Palabra viva.
Permanecer en Él no es otra cosa que interactuar con Él en nuestra vida diaria tomando en cuenta Sus opiniones reveladas en Su Palabra (porque Él sigue pensando hoy aquello que está escrito allí).
“Señor, tú dices esto en tu Palabra acerca de tal o cual asunto. Gracias porque no me dejaste en oscuridad con respecto a esto. Gracias por haber traído este texto a mi memoria en esta disyuntiva de mi vida. Ayúdame Tú a obedecerte a Ti, y a creer de todo corazón que tus caminos son infinitamente mejores que los míos. Ayúdame a recordar en todo momento que Tú viniste para que tengamos vida y vida en abundancia. Inclina mi corazón a la obediencia para que pueda disfrutar de esa vida abundante que Tú viniste a darme”.
Eso es permanecer en Cristo. Eso no tiene nada que ver con ninguna experiencia mística, o con entrar en una especie de trance contemplativo que nos desconecta de la realidad.
No son visiones lo que necesitamos para tener una vida espiritual más plena y profunda, ni perdernos en las Tinieblas Divinas por medio de una “perfecta ignorancia” (como dijo un místico del pasado). Lo que necesitamos es empaparnos de la Palabra de Dios, la cual tiene como centro al Señor Jesucristo (compare Colosenses 3:16; compare con 2 Corintios 3:18).
Por eso alguien decía que cuando venimos a la iglesia debemos quitarnos el sombrero, no la cabeza. Nosotros nos acercamos a Dios y tenemos comunión con Él por medio de Su verdad revelada, y esa Palabra se entiende con el intelecto, desde donde debe gobernar todo nuestro ser, incluyendo nuestra voluntad y nuestras emociones.
De manera que el misticismo no sólo es una forma equivocada de relacionarnos con Dios, sino una práctica peligrosa que nos aleja de Él y que impide nuestro crecimiento espiritual.
¿MISTICISMO EN LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS?
A pesar de las serias advertencias de la Biblia, el misticismo sigue siendo una plaga, aún en muchas iglesias evangélicas en el día de hoy. Me entristece y preocupa enormemente ver cómo muchos que profesan ser cristianos están practicando una especie de misticismo evangélico sin darse cuenta.
Y es que en la misma medida en que el estudio de la Palabra de Dios decae en las iglesias, y la manipulación emocional aumenta, en esa misma medida los creyentes comienzan a sustituir la verdadera comunión con Dios por una experiencia mística que embota nuestro entendimiento y produce la sensación engañosa de haber estado en contacto con el Dios de los cielos.
El Señor Jesucristo dijo claramente, en Juan 4, que los verdaderos adoradores adoran a Dios “en espíritu y en verdad”. Donde el espíritu no está involucrado, tampoco existe la verdadera adoración. Pero lo mismo podemos decir cuando la verdad no ocupa un lugar central.
Pensemos por un momento en el tipo de alabanza que se usa en muchas iglesias evangélicas hoy día. Y Dios sabe que no digo esto por el simple hecho de criticar lo que otros hacen, si no por dar una voz de alerta sobre una práctica que creo está haciendo un daño enorme en ciertos contextos eclesiásticos.
Pablo dice en Colosenses 3:16 que los himnos y cánticos espirituales que cantamos en la congregación deben ser un vehículo para que la Palabra de Cristo more en abundancia en nosotros.
Pero muchas iglesias han desechado casi por completo los himnos con un serio y profundo contenido bíblico, y lo han sustituido por breves coros de 4 ó 5 líneas, de contenido muy vago y superficial, que se repiten una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.
Yo me pregunto: ¿Acaso no tendrán el mismo efecto que los mantras en el Yoga y en las religiones orientales? Y si a todo eso le sumamos una música, también repetitiva, el efecto es todavía mayor y más peligroso.
Como dice un autor cristiano, aún una frase extraída de las Escrituras, como: “Jesús ten misericordia de mí, que soy pecador”, cuando se repite un montón de veces, no es otra cosa que una vana repetición, y por lo tanto, una violación del tercer mandamiento: “No tomarás el nombre del Señor en vano”.
La Biblia prohíbe el uso de “mantras” en nuestras oraciones: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”.
Esas vanas repeticiones no solamente son vanas, sino peligrosas, porque a la larga pueden embotar el entendimiento y producir personas incapaces de digerir la enseñanza doctrinal de las Escrituras, e incluso indisponerlas contra ella.
Pero no solamente eso. Ese tipo de arrebato emocional que se suele producir en ese tipo de culto, es altamente adictivo. Hace que las personas vayan a la iglesia, no para ser instruidos por esa Palabra de Dios, que es viva y eficaz y a través de la cual tenemos verdadera comunión con Cristo, sino para volver a estimular las emociones.
¿Estoy diciendo con esto que en nuestra comunión con Dios las emociones no juegan ningún papel? ¡Por supuesto que no! Solo basta con leer los salmos para convencernos de que la relación del creyente con Dios puede llegar a alcanzar intensos niveles emocionales.
Pero esas emociones son producidas por el entendimiento de quién es Dios y de lo que Él ha hecho por nosotros en Cristo, no porque se ha preparado un ambiente propicio para que se produzca ese tipo de respuesta emocional.
¿Por qué nos emocionamos al cantar “El poder de la cruz” – y estoy usando a propósito un himno contemporáneo? Por las gloriosas verdades que ese himno expresa.
1. Oh, al ver aquel
Negro amanecer:
Cristo entregado a morir
Condenado fue
Siendo justo y fiel
Clavado a una cruz.
Coro:
El poder de la cruz:
Mi pecado Él llevó
Ira y culpa cargó
Soy perdonado en la cruz.
2. Oh, aquel dolor
Que Tu faz mostró
Cargando el peso de mi mal
Toda corrupción,
Todo mal pensar
Tú los pagaste allí.
Coro
3. La tierra tembló
cielo oscureció
Viendo agonía en Su Hacedor
Velo roto en dos
Se escuchó el clamor
Su obra consumó.
Coro
4. Anulaste allí
El acta contra mí
Por Tus dolores libre soy
Muerte derrotó
Vida me otorgó
Tu inefable amor.
Ultimo coro:
El Poder de la cruz
Dios al Hijo inmoló
Qué gran precio y amor
Soy perdonado en la cruz.
Lo opuesto al misticismo no es la frialdad cerebral, sino una verdadera, deleitosa y profunda comunión con Cristo. Es precisamente por eso que el misticismo es tan dañino y peligroso, porque impide el desarrollo de ese tipo de comunión con nuestro Salvador, a la vez que produce la engañosa sensación de intimidad con Él.
Que el Señor nos ayude a empaparnos cada vez más de Su Palabra, pero no como un mero ejercicio intelectual, sino como un medio para permanecer en Cristo, descansando conscientemente en Su obra de salvación y procurando conscientemente hacer Su voluntad, para poder disfrutar de la vida abundante que Él compró para nosotros en la cruz del calvario.
* El pastor Sugel Michelén nació en un hogar no cristiano, pero conocio la gracia de Dios en Cristo en verano de 1977, cuando estaba a punto de cumplir los 18 años de edad y de entrar a la universidad a estudiar Arquitectura. Pero al poco tiempo de iniciar la carrera decidió prepararse para el ministerio pastoral. En Noviembre de 1981 entró en el ministerio pastoral, comenzando una obra en la ciudad de Puerto Plata, al norte de República Dominicana. En ese momento estaba recién casado con su esposa Gloria. Pero a finales del 1983, la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, que le había enviado a plantar esta iglesia, le pidió que regresara. Allí está sirviendo desde entonces como parte del consejo de pastores, teniendo la responsabilidad de predicar la Palabra regularmente en el día del Señor. Actualmente tiene 3 hijos y dos nietos.
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No suelo hacer alusión a los mensajes que exponemos los domingos en nuestra iglesia, pero esta vez voy a hacer una excepción por la importancia del tema.
Desde hace ya varias semanas hemos estado exponiendo la carta a los Colosenses, y este domingo pasado nos tocó exponer los vers. 18 al 19 donde Pablo advierte a estos creyentes contra las enseñanzas que los falsos maestros estaban tratando de introducir en la iglesia. Uno de los aspectos de esa enseñanza tenía que ver precisamente con el misticismo.
¿Qué es el misticismo? En una forma sencilla podemos definirlo como la búsqueda de una experiencia religiosa más profunda, a través de una comunicación directa e inmediata con Dios, poniendo a un lado el intelecto y descansando más bien en la intuición y en la iluminación interior (basándose en Juan 1:9, muchos místicos insisten en que debemos buscar en nuestro interior la luz divina que todos llevamos dentro).
Uno de los padres del misticismo en el siglo V, lo explicó de esta manera: Debemos “dejar atrás los sentidos y la operación del intelecto a través de una auto negación pura y total, para entrar en la radiante y superesencial Tiniebla Divina” (Pseudo Dionisio el Aeropagita).
Y en otro lugar dice que cuando el espíritu se despoja de todo lo que ve y puede ser visto, “penetra… en las misteriosas Tinieblas del no-saber. Allí, renunciando a todo lo que pueda la mente concebir, abismado totalmente en lo que no percibe ni comprende, se abandona por completo en aquel que está más allá de todo ser”.
Un místico más contemporáneo, Vladimir Lossky, quien murió en 1958, dice algo similar en otras palabras: “Es necesario renunciar tanto a los sentidos como a toda labor de la razón, todo aquello que pueda ser conocido por los sentidos del entendimiento… para que podamos ser capaces de unirnos, en perfecta ignorancia, con Aquel que trasciende todo ser y todo conocimiento”.
Noten cómo estos dos místicos, uno del siglo V y otro del siglo XX, insisten en lo mismo: debemos tratar de alcanzar una unión mística con Dios, dejando a un lado nuestro intelecto.
Es por eso que muchos místicos recurren al uso de mantras (que no es otra cosa que la repetición de ciertas palabras, sonidos o frases), para vaciar la mente de todo pensamiento concreto y así tener una especie de experiencia mística con Dios que, como bien ha dicho alguien, en el mejor de los casos no es otra cosa que un trance auto hipnótico, y en el peor una experiencia demoníaca.
¿Qué nos enseña la Biblia al respecto? Por un lado, la Biblia nos enseña claramente que ningún hombre puede acercarse a Dios de manera directa o inmediata. Nosotros necesitamos un Mediador para acercarnos a Él, y ese Mediador no es otro que Su propio Hijo, nuestro Señor Jesucristo (comp. 1 Timoteo 2:5 – es por eso que oramos en el nombre de Cristo).
Por otra parte, cuando Dios se comunica con nosotros hoy lo hace a través de Su Palabra, no a través de una iluminación interior. Y una vez más, el Mediador de esa Palabra sigue siendo nuestro Señor Jesucristo (compare Hebreos 1:1-2).
Ahora bien, si Dios se comunica con el hombre a través de una revelación escrita, la Biblia, es obvio que nuestro intelecto juega un papel de suprema importancia en nuestra relación con Él, ya que es por medio de la mente que nosotros podemos entender Su Palabra (compare Mateo 22:34-37; Romanos 12:1-2; 2 Timoteo 2:7; Colosences 1:9-10; Efesios 5:15-17).
Es imposible que podamos cultivar nuestra relación con Dios poniendo a un lado las Escrituras y poniendo a un lado nuestro intelecto. Pero eso es exactamente lo que propone el misticismo.
Y es contra un peligro similar a este que Pablo nos advierte en este pasaje de la carta a los Colosenses. Estos falsos maestros pretendían haber alcanzado una unión mística con Dios que estos cristianos desconocían.
FALSA HUMILDAD, CULTO A LOS ÁNGELES Y UN ATENTADO CONTRA LA SUPREMACÍA DE CRISTO
Pablo introduce este pasaje llamando la atención de los creyentes en Colosas: “Nadie os prive de vuestro premio, afectando humildad y culto a los ángeles” (Colosenses 2:18).
Esta expresión puede ser traducida: “que nadie los descalifique” o “que nadie los condene”. Hace referencia a la decisión negativa de un árbitro que descalifica a uno de los competidores por no seguir adecuadamente las reglas de juego.
Tal parece que los falsos maestros en Colosas estaban descalificando a estos creyentes porque no experimentaban el mismo tipo de experiencia religiosa que ellos decían tener. “Uds. necesitan algo más que el simple cristianismo, algo más profundo y más espiritual”.
Lo sorprendente de la postura de estos individuos es que, a la vez que se constituían en jueces de los demás, porque se sentían superiores a ellos, al mismo tiempo aparentaban ser muy humildes. Dice Pablo que ellos afectaban “humildad y culto a los ángeles”.
Ahora bien, no sabemos con exactitud qué relación había entre la supuesta humildad de estos hombres y el culto a los ángeles, pero es probable que estuvieran argumentando algo como esto: “Dios es tan elevado y nosotros somos tan pequeños, que en vez de llegar directamente a Dios preferimos entrar en contacto con Él a través de los ángeles”.
Este fue un problema tan serio en esta región de Asia Menor, que en un concilio celebrado en el 363, en la vecina ciudad de Laodicea, tuvieron que tratar con este asunto. Dice en el Canon 25 de ese concilio: “Le es un pecado a un cristiano abandonar la iglesia de Dios y apartarse para invocar a los ángeles”.
La Biblia prohíbe tajantemente esa práctica. Hay “un solo Mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo Hombre” (1 Timoteo 2:5). Nadie debe intentar llegar a Dios, o adorarle, haciendo uso de ningún otro medio, incluyendo a los ángeles (compare Apocalipsis 19:9-10; 22:8-9).
Sin embargo, el culto a los ángeles no sólo no desapareció, sino que parece estar más vivo que nunca en estos días, a juzgar por muchos de los libros que se escriben sobre este tema. He aquí algunos de los títulos que encontré en Amazon esta semana:
“Cómo hablar con sus ángeles”.
“Ángeles guardianes y Guías Espirituales: Contacte a la Ayuda Celestial”.
“Guía Diaria de sus Ángeles: 365 mensajes de los ángeles para aliviar, sanar y abrir su corazón”.
“Sánese con los Ángeles”.
Y yo supongo que no soy el único aquí al que le enseñaron cuando niño a rezarle a su ángel de la guarda. Esa oración puede sonar muy inocente, pero lo que está detrás de ella no es otra cosa que un atentado contra la preeminencia de Cristo, y eso no tiene nada de inocente (Colosenses 1:16).
Ahora bien, ¿en qué basaban estos falsos maestros sus prácticas religiosas? Según ellos, en visiones que habían tenido; según Pablo, en una mente orgullosa y carnal: “entremetiéndose en lo que no ha visto, vanamente hinchado por su propia mente carnal” (vers. 18).
Aunque la Reina Valera traduce la frase como “entremetiéndose en lo que no ha visto”, lo que el texto dice literalmente es “aferrándose a las cosas que ha visto”. Estos individuos pretendían pertenecer a una élite de personas que recibían revelaciones directas de parte de Dios.
Ellos no eran cristianos comunes y corrientes que aprendían acerca de Dios y Su voluntad a través de la Biblia; no, ellos tenían visiones. Pero Pablo nos dice aquí que ese tipo de misticismo no es otra cosa que una carnalidad disfrazada.
Como dice el comentarista Guillermo Hendriksen: “Este hombre que pretende ser muy humilde, en realidad es insoportablemente orgulloso. Su mente está inflada con el sentido de su propia importancia, al jactarse de cosas que dice haber visto”.
El que una persona tenga apariencia de humildad, y clame haber tenido algún tipo de experiencia extraordinaria, no es lo que lo califica para constituirse en un maestro espiritual. Lo que un verdadero maestro cristiano hace es enseñar a los creyentes la Palabra de Dios para guiarlos a Cristo; y eso era exactamente lo que estos falsos maestros no hacían: “y no asiéndose de la Cabeza, en virtud de quien todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios” (vers. 19).
A final de cuentas, este era el verdadero problema de los falsos maestros de Colosas: ellos nos descansaban únicamente en Cristo, tanto para la salvación como para el crecimiento espiritual.
¿Tú quieres crecer en tu vida cristiana? En vez de andar buscando experiencias extraordinarias, aférrate a Cristo (eso es lo que significa “asirse de la Cabeza”). Cristo es el Todo suficiente Salvador que suple a Su pueblo todo lo que Su pueblo necesita.
Es en virtud de nuestra unión con Cristo como Cabeza y nuestra dependencia de Él, que “todo el cuerpo, nutriéndose y uniéndose por las coyunturas y ligamentos, crece con el crecimiento que da Dios”.
Cada creyente debe aferrarse a Cristo, alimentándose de Él, dependiendo enteramente de Él; y ¿qué va a suceder cuando ese hermano entre en contacto con sus otros hermanos en la fe? Que va a traspasarles lo que recibe de su Señor; es de ese modo que todo el cuerpo “crece con el crecimiento que da Dios”. Compare Efesios 4:11-16.
En el siguiente post veremos cómo muchas iglesias evangélicas están sucumbiendo sin saberlo a una especie de misticismo evangélico.
¿MISTICISMO O VERDADERA COMUNIÓN CON CRISTO?
Como hemos visto anteriormente, la Biblia condena el misticismo y lo presenta como un sustituto peligroso del crecimiento espiritual. En este post quiero mostrar lo que verdaderamente significa relacionarnos con Cristo día a día y cómo eso no tiene nada que ver con una experiencia mística.
En Juan 15:4-5, el Señor dice a Sus discípulos: “Permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el pámpano no puede llevar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los pámpanos; el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer”.
Y más adelante, para no dejar dudas en cuanto a lo que quería decir con estas palabras, añadió: “Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queréis, y os será hecho” (Juan 15:7).
Según Cristo mismo, permanecer en Él es sinónimo de permanecer en Su Palabra. Como bien señala John Piper: “Esto significa que nosotros le damos la bienvenida a Jesús en nuestras vidas, y hacemos un lugar para Él en nosotros, no como un Huésped silencioso sin opiniones ni mandamientos, sino como un Huésped autoritativo, cuyas opiniones nos importan más que cualquier otra y cuyos mandamientos son nuestras leyes de vida”.
Escuchen al Señor una vez más: “Como el Padre me ha amado, así también yo os he amado; permaneced en mi amor. Si guardareis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; así como yo he guardado los mandamientos de mi Padre, y permanezco en su amor” (Juan 15:9-10).
Sigue diciendo Piper: “La morada de Cristo en nosotros es intercambiable con Su Palabra morando en nosotros, porque Cristo nunca viene (a la vida de alguien) sin Sus perspectivas autoritativas de las cosas… Si Él permanece en nosotros, Sus perspectivas permanecen. Si Él permanece en nosotros, Sus prioridades permanecen. Si Él permanece en nosotros, Sus principios permanecen. Si Él permanece en nosotros, Sus promesas permanecen. Si Él permanece en nosotros, Sus mandamientos permanecen. En resumen, cuando Cristo permanece en nosotros, Su Palabra permanece en nosotros”.
Cuando nosotros memorizamos la Palabra de Dios, y al actuar en cada aspecto de nuestras vidas consultamos esa Palabra, no estamos simplemente tomando en cuenta un código antiguo de conducta. Memorizar la Biblia no es como memorizar el teorema de Pitágoras. Nuestro Señor Jesucristo está vivo, y Él nos dejó Su Palabra viva.
Permanecer en Él no es otra cosa que interactuar con Él en nuestra vida diaria tomando en cuenta Sus opiniones reveladas en Su Palabra (porque Él sigue pensando hoy aquello que está escrito allí).
“Señor, tú dices esto en tu Palabra acerca de tal o cual asunto. Gracias porque no me dejaste en oscuridad con respecto a esto. Gracias por haber traído este texto a mi memoria en esta disyuntiva de mi vida. Ayúdame Tú a obedecerte a Ti, y a creer de todo corazón que tus caminos son infinitamente mejores que los míos. Ayúdame a recordar en todo momento que Tú viniste para que tengamos vida y vida en abundancia. Inclina mi corazón a la obediencia para que pueda disfrutar de esa vida abundante que Tú viniste a darme”.
Eso es permanecer en Cristo. Eso no tiene nada que ver con ninguna experiencia mística, o con entrar en una especie de trance contemplativo que nos desconecta de la realidad.
No son visiones lo que necesitamos para tener una vida espiritual más plena y profunda, ni perdernos en las Tinieblas Divinas por medio de una “perfecta ignorancia” (como dijo un místico del pasado). Lo que necesitamos es empaparnos de la Palabra de Dios, la cual tiene como centro al Señor Jesucristo (compare Colosenses 3:16; compare con 2 Corintios 3:18).
Por eso alguien decía que cuando venimos a la iglesia debemos quitarnos el sombrero, no la cabeza. Nosotros nos acercamos a Dios y tenemos comunión con Él por medio de Su verdad revelada, y esa Palabra se entiende con el intelecto, desde donde debe gobernar todo nuestro ser, incluyendo nuestra voluntad y nuestras emociones.
De manera que el misticismo no sólo es una forma equivocada de relacionarnos con Dios, sino una práctica peligrosa que nos aleja de Él y que impide nuestro crecimiento espiritual.
¿MISTICISMO EN LAS IGLESIAS EVANGÉLICAS?
A pesar de las serias advertencias de la Biblia, el misticismo sigue siendo una plaga, aún en muchas iglesias evangélicas en el día de hoy. Me entristece y preocupa enormemente ver cómo muchos que profesan ser cristianos están practicando una especie de misticismo evangélico sin darse cuenta.
Y es que en la misma medida en que el estudio de la Palabra de Dios decae en las iglesias, y la manipulación emocional aumenta, en esa misma medida los creyentes comienzan a sustituir la verdadera comunión con Dios por una experiencia mística que embota nuestro entendimiento y produce la sensación engañosa de haber estado en contacto con el Dios de los cielos.
El Señor Jesucristo dijo claramente, en Juan 4, que los verdaderos adoradores adoran a Dios “en espíritu y en verdad”. Donde el espíritu no está involucrado, tampoco existe la verdadera adoración. Pero lo mismo podemos decir cuando la verdad no ocupa un lugar central.
Pensemos por un momento en el tipo de alabanza que se usa en muchas iglesias evangélicas hoy día. Y Dios sabe que no digo esto por el simple hecho de criticar lo que otros hacen, si no por dar una voz de alerta sobre una práctica que creo está haciendo un daño enorme en ciertos contextos eclesiásticos.
Pablo dice en Colosenses 3:16 que los himnos y cánticos espirituales que cantamos en la congregación deben ser un vehículo para que la Palabra de Cristo more en abundancia en nosotros.
Pero muchas iglesias han desechado casi por completo los himnos con un serio y profundo contenido bíblico, y lo han sustituido por breves coros de 4 ó 5 líneas, de contenido muy vago y superficial, que se repiten una y otra vez, una y otra vez, una y otra vez.
Yo me pregunto: ¿Acaso no tendrán el mismo efecto que los mantras en el Yoga y en las religiones orientales? Y si a todo eso le sumamos una música, también repetitiva, el efecto es todavía mayor y más peligroso.
Como dice un autor cristiano, aún una frase extraída de las Escrituras, como: “Jesús ten misericordia de mí, que soy pecador”, cuando se repite un montón de veces, no es otra cosa que una vana repetición, y por lo tanto, una violación del tercer mandamiento: “No tomarás el nombre del Señor en vano”.
La Biblia prohíbe el uso de “mantras” en nuestras oraciones: “Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos”.
Esas vanas repeticiones no solamente son vanas, sino peligrosas, porque a la larga pueden embotar el entendimiento y producir personas incapaces de digerir la enseñanza doctrinal de las Escrituras, e incluso indisponerlas contra ella.
Pero no solamente eso. Ese tipo de arrebato emocional que se suele producir en ese tipo de culto, es altamente adictivo. Hace que las personas vayan a la iglesia, no para ser instruidos por esa Palabra de Dios, que es viva y eficaz y a través de la cual tenemos verdadera comunión con Cristo, sino para volver a estimular las emociones.
¿Estoy diciendo con esto que en nuestra comunión con Dios las emociones no juegan ningún papel? ¡Por supuesto que no! Solo basta con leer los salmos para convencernos de que la relación del creyente con Dios puede llegar a alcanzar intensos niveles emocionales.
Pero esas emociones son producidas por el entendimiento de quién es Dios y de lo que Él ha hecho por nosotros en Cristo, no porque se ha preparado un ambiente propicio para que se produzca ese tipo de respuesta emocional.
¿Por qué nos emocionamos al cantar “El poder de la cruz” – y estoy usando a propósito un himno contemporáneo? Por las gloriosas verdades que ese himno expresa.
1. Oh, al ver aquel
Negro amanecer:
Cristo entregado a morir
Condenado fue
Siendo justo y fiel
Clavado a una cruz.
Coro:
El poder de la cruz:
Mi pecado Él llevó
Ira y culpa cargó
Soy perdonado en la cruz.
2. Oh, aquel dolor
Que Tu faz mostró
Cargando el peso de mi mal
Toda corrupción,
Todo mal pensar
Tú los pagaste allí.
Coro
3. La tierra tembló
cielo oscureció
Viendo agonía en Su Hacedor
Velo roto en dos
Se escuchó el clamor
Su obra consumó.
Coro
4. Anulaste allí
El acta contra mí
Por Tus dolores libre soy
Muerte derrotó
Vida me otorgó
Tu inefable amor.
Ultimo coro:
El Poder de la cruz
Dios al Hijo inmoló
Qué gran precio y amor
Soy perdonado en la cruz.
Lo opuesto al misticismo no es la frialdad cerebral, sino una verdadera, deleitosa y profunda comunión con Cristo. Es precisamente por eso que el misticismo es tan dañino y peligroso, porque impide el desarrollo de ese tipo de comunión con nuestro Salvador, a la vez que produce la engañosa sensación de intimidad con Él.
Que el Señor nos ayude a empaparnos cada vez más de Su Palabra, pero no como un mero ejercicio intelectual, sino como un medio para permanecer en Cristo, descansando conscientemente en Su obra de salvación y procurando conscientemente hacer Su voluntad, para poder disfrutar de la vida abundante que Él compró para nosotros en la cruz del calvario.
* El pastor Sugel Michelén nació en un hogar no cristiano, pero conocio la gracia de Dios en Cristo en verano de 1977, cuando estaba a punto de cumplir los 18 años de edad y de entrar a la universidad a estudiar Arquitectura. Pero al poco tiempo de iniciar la carrera decidió prepararse para el ministerio pastoral. En Noviembre de 1981 entró en el ministerio pastoral, comenzando una obra en la ciudad de Puerto Plata, al norte de República Dominicana. En ese momento estaba recién casado con su esposa Gloria. Pero a finales del 1983, la Iglesia Bíblica del Señor Jesucristo, que le había enviado a plantar esta iglesia, le pidió que regresara. Allí está sirviendo desde entonces como parte del consejo de pastores, teniendo la responsabilidad de predicar la Palabra regularmente en el día del Señor. Actualmente tiene 3 hijos y dos nietos.
jueves, 3 de marzo de 2011
¿QUE ES LEGALISMO?
¿Qué es el legalismo?
ESCUHAR AUDIO SOBRE EL LEGALISMO. DAR CLICK EN ESTE ENLACE
Download SUGEL MICHELEN - Sugel Michelen
Antes de pasar a responder esta pregunta, debo hacer algunas aclaraciones sumamente importantes, no vaya a ser que por tirar el agua sucia de la bañera, tiremos también al niño que está dentro.
1. Preocuparnos por nuestra santidad personal no es legalismo:
La Biblia enseña claramente que aquellos a quienes Dios justifica también los santifica, y que todo creyente tiene una responsabilidad personal en el avance de ese proceso de santificación en su vida.
“Así que, amados, pues que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2Cor. 7:1).
“Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (Rom. 8:13).
Comp. Col. 3:5ss. El NT insiste en esto una y otra vez; el creyente tiene una responsabilidad en el proceso de santificación, pero ese tampoco es mi foco de atención en esta mañana.
2. Tomar en serio la ley moral de Dios, los 10 mandamientos, como norma de vida para el cristiano, tampoco es en sí mismo legalismo:
Si bien la ley moral ya no nos condena, porque Cristo pagó por nuestros pecados, como vimos en el sermón anterior, esa ley continúa siendo la norma moral por la cual debemos guiarnos. Dios no nos ha dejado a expensas de nuestros propios criterios para distinguir el bien y el mal (comp. Rom. 13:8-10).
La ley moral de Dios no es una camisa de fuerza que nos impide ser libres, sino el camino trazado por un Dios amante para que andemos en libertad (comp. Sal. 119:44-45, 47-48; Rom. 7:22 – comp. vers. 7; Jer. 31:31-34 comp. He. 8:8-12).
3. Restringir mi propia libertad por amor a Dios y por el cuidado de mi alma, tampoco es legalismo:
Comp. 1Cor. 6:12; 9:24-27.
¿QUE ES, ENTONCES EL LEGALISMO?
En una forma muy sencilla, podemos decir que es el intento de ganar el favor de Dios a través de nuestra obediencia; ya sea que lo hagamos tratando de obedecer los mandamientos de Dios o un conjunto de reglas inventadas por los hombres.
El punto clave del legalismo es que no descansa en la obra de Cristo para que seamos aceptados por Dios o para ser bendecidos por Él, sino en nuestra propia conformidad a un estándar de conducta previamente establecido.
Mientras el evangelio nos mueve a la obediencia por el hecho de haber sido aceptados por Dios de pura gracia, el legalismo nos dice que debemos obedecer para ser aceptados. En el evangelio la aceptación viene primero y la obediencia después; en el legalismo la obediencia viene primero para poder alcanzar la aceptación, ya sea delante de Dios, delante de la gente o delante de ti mismo.
Todo gira en torno a lo que hacemos o a lo que dejamos de hacer. “Si puedo cumplir las reglas, si puedo mantener el estándar, Dios me va a bendecir”. Eso es legalismo. Todo depende de ti: de tu obediencia, de tu esfuerzo personal, de tu compromiso, de tus méritos.
Es precisamente por eso el legalismo puede ser tan atractivo para muchas personas, porque apela al orgullo humano. “Yo soy más meritorio, porque me estoy esforzando más”.
Sin la gracia de Dios nosotros somos menos que nada. Es por eso que el evangelio resulta tan odioso al hombre natural, porque nos recuerda lo que nosotros no queremos aceptar: somos pecadores, somos impotentes, dependemos enteramente de la gracia de Dios en Cristo (Rom. 3:27-28).
¿Ven cómo Pablo contrapone aquí el evangelio con la jactancia humana? Es lo mismo que encontramos en Ef. 2:8-9. “¿Qué tengo que hacer para ser salvo?” Confiar únicamente en los méritos de Cristo. “Y ahora que soy cristiano, ¿qué debo hacer para ser bendecido por Dios?” Seguir amparándote en los méritos de Cristo.
Los evangélicos estamos claros en la primera pregunta, pero no siempre estamos tan claros en la segunda. Sabemos que fuimos salvos por gracia, pero muchas veces procuramos ser bendecidos por obras (comp. Gal. 3:1-5).
Todo beneficio que recibimos de la mano de Dios lo recibimos únicamente por los méritos de Él, no por los nuestros (Fil. 3:7-9). Es por eso que en todas sus cartas, y eso es algo que vemos claramente en su carta a los Colosenses, Pablo insiste en el uso de la frase “en Él”, “en Cristo”. Nosotros estamos completos en Él, fuimos circuncidados, vivificados, perdonados y libertados por Él.
No es por tu bondad que vas a ser bendecido, ni por tu decencia, ni por tu esfuerzo por guardar los mandamientos de Dios, y mucho menos por someterte a un conjunto de reglas inventadas por los hombres. Es únicamente por Cristo.
Y, por favor, no me mal entiendan: el cristianismo promueve un elevado estándar moral (comp. Mt. 5:20). Pero en el cristianismo la santidad es un resultado no una causa. Podemos ser santos porque hemos sido salvados. La salvación viene primero, el buen comportamiento después.
Y ese comportamiento no es meritorio. Ningún comportamiento, por bueno que sea, logrará que merezcas el favor de Dios. Es por gracia de principio a fin (comp. 1Cor. 1:30-31; 4:7).
© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
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Antes de pasar a responder esta pregunta, debo hacer algunas aclaraciones sumamente importantes, no vaya a ser que por tirar el agua sucia de la bañera, tiremos también al niño que está dentro.
1. Preocuparnos por nuestra santidad personal no es legalismo:
La Biblia enseña claramente que aquellos a quienes Dios justifica también los santifica, y que todo creyente tiene una responsabilidad personal en el avance de ese proceso de santificación en su vida.
“Así que, amados, pues que tenemos tales promesas, limpiémonos de toda contaminación de carne y de espíritu, perfeccionando la santidad en el temor de Dios” (2Cor. 7:1).
“Porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne, viviréis” (Rom. 8:13).
Comp. Col. 3:5ss. El NT insiste en esto una y otra vez; el creyente tiene una responsabilidad en el proceso de santificación, pero ese tampoco es mi foco de atención en esta mañana.
2. Tomar en serio la ley moral de Dios, los 10 mandamientos, como norma de vida para el cristiano, tampoco es en sí mismo legalismo:
Si bien la ley moral ya no nos condena, porque Cristo pagó por nuestros pecados, como vimos en el sermón anterior, esa ley continúa siendo la norma moral por la cual debemos guiarnos. Dios no nos ha dejado a expensas de nuestros propios criterios para distinguir el bien y el mal (comp. Rom. 13:8-10).
La ley moral de Dios no es una camisa de fuerza que nos impide ser libres, sino el camino trazado por un Dios amante para que andemos en libertad (comp. Sal. 119:44-45, 47-48; Rom. 7:22 – comp. vers. 7; Jer. 31:31-34 comp. He. 8:8-12).
3. Restringir mi propia libertad por amor a Dios y por el cuidado de mi alma, tampoco es legalismo:
Comp. 1Cor. 6:12; 9:24-27.
¿QUE ES, ENTONCES EL LEGALISMO?
En una forma muy sencilla, podemos decir que es el intento de ganar el favor de Dios a través de nuestra obediencia; ya sea que lo hagamos tratando de obedecer los mandamientos de Dios o un conjunto de reglas inventadas por los hombres.
El punto clave del legalismo es que no descansa en la obra de Cristo para que seamos aceptados por Dios o para ser bendecidos por Él, sino en nuestra propia conformidad a un estándar de conducta previamente establecido.
Mientras el evangelio nos mueve a la obediencia por el hecho de haber sido aceptados por Dios de pura gracia, el legalismo nos dice que debemos obedecer para ser aceptados. En el evangelio la aceptación viene primero y la obediencia después; en el legalismo la obediencia viene primero para poder alcanzar la aceptación, ya sea delante de Dios, delante de la gente o delante de ti mismo.
Todo gira en torno a lo que hacemos o a lo que dejamos de hacer. “Si puedo cumplir las reglas, si puedo mantener el estándar, Dios me va a bendecir”. Eso es legalismo. Todo depende de ti: de tu obediencia, de tu esfuerzo personal, de tu compromiso, de tus méritos.
Es precisamente por eso el legalismo puede ser tan atractivo para muchas personas, porque apela al orgullo humano. “Yo soy más meritorio, porque me estoy esforzando más”.
Sin la gracia de Dios nosotros somos menos que nada. Es por eso que el evangelio resulta tan odioso al hombre natural, porque nos recuerda lo que nosotros no queremos aceptar: somos pecadores, somos impotentes, dependemos enteramente de la gracia de Dios en Cristo (Rom. 3:27-28).
¿Ven cómo Pablo contrapone aquí el evangelio con la jactancia humana? Es lo mismo que encontramos en Ef. 2:8-9. “¿Qué tengo que hacer para ser salvo?” Confiar únicamente en los méritos de Cristo. “Y ahora que soy cristiano, ¿qué debo hacer para ser bendecido por Dios?” Seguir amparándote en los méritos de Cristo.
Los evangélicos estamos claros en la primera pregunta, pero no siempre estamos tan claros en la segunda. Sabemos que fuimos salvos por gracia, pero muchas veces procuramos ser bendecidos por obras (comp. Gal. 3:1-5).
Todo beneficio que recibimos de la mano de Dios lo recibimos únicamente por los méritos de Él, no por los nuestros (Fil. 3:7-9). Es por eso que en todas sus cartas, y eso es algo que vemos claramente en su carta a los Colosenses, Pablo insiste en el uso de la frase “en Él”, “en Cristo”. Nosotros estamos completos en Él, fuimos circuncidados, vivificados, perdonados y libertados por Él.
No es por tu bondad que vas a ser bendecido, ni por tu decencia, ni por tu esfuerzo por guardar los mandamientos de Dios, y mucho menos por someterte a un conjunto de reglas inventadas por los hombres. Es únicamente por Cristo.
Y, por favor, no me mal entiendan: el cristianismo promueve un elevado estándar moral (comp. Mt. 5:20). Pero en el cristianismo la santidad es un resultado no una causa. Podemos ser santos porque hemos sido salvados. La salvación viene primero, el buen comportamiento después.
Y ese comportamiento no es meritorio. Ningún comportamiento, por bueno que sea, logrará que merezcas el favor de Dios. Es por gracia de principio a fin (comp. 1Cor. 1:30-31; 4:7).
© Por Sugel Michelén. Todo Pensamiento Cautivo. Usted puede reproducir y distribuir este material, siempre que sea sin fines de lucro, sin alterar su contenido y reconociendo su autor y procedencia.
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