domingo, 13 de junio de 2010

LA CONVERSION VERDADERA

LA CONVERSIÓN VERDADERA – EDICIÓN DEL 2010

por Dr. R. L. Hymers, Jr.

Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles
La Mañana del Día del Señor, 30 de Mayo de 2010

“Y dijo: De cierto os digo, que si no os volvéis [os convertís] y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).

Jesús dijo claramente “Si no os volvéis...no entraréis en el reino de los cielos”. Así, Él perfectamente puso en claro que tú tienes que experimentar la conversión. Él dijo que si no experimentas la conversión “no entraréis en el reino de los cielos”.

Esta mañana te diré lo que le sucede a la persona que experimenta la conversión. Spurgeon dijo: “Puede haber tal cosa como la fe a primera vista, pero generalmente alcanzamos la fe por etapas” (traducción de C. H. Spurgeon, Around the Wicket Gate, Pasadena, Texas: Pilgrim Publications, reimpreso en 1992, p. 57). He aquí las “etapas” por las que pasa la mayoría de la gente.

I. Primero, tú vienes a la iglesia por otra razón aparte de ser convertido.

Casi todos hacen esto y vienen a la iglesia las primeras veces por la razón equivocada. Yo lo hice. También el Sr. Griffith, nuestro diácono que acaba de cantar “Sublime Gracia”. También tú, lo más probable.

Yo fui a la iglesia cuando era adolescente porque la familia vecina me invitó a ir a la iglesia con ella. Así que comencé a ir a la iglesia en 1954 porque estaba solo, y los vecinos eran buenos conmigo. Esa en realidad no era la razón correcta, ¿verdad? Yo pasé al “frente” al final del sermón que escuché y fui bautizado. Fue así como me hice Bautista. Pero yo no estaba convertido. Yo fui porque ellos eran buenos conmigo, no porque hubiera querido ser salvo. Por lo tanto yo pasé por una larga batalla que duró siete años antes de que finalmente fuera convertido el 28 de Septiembre de 1961, cuando oí al Dr. Charles J. Woodbridge predicar en el colegio Biola College (que ahora es Biola University).

¿Qué de tí? ¿Viniste porque estabas solo – o porque tus padres te trajeron a la iglesia siendo un niño? Si estás aquí esta mañana por hábito, como un jovencito criado en la iglesia, no quiere decir que eres convertido. ¿O viniste como yo, porque estabas solo y alguien te invitó, y la gente fue amable contigo? Si fue así, no quiere decir que estás convertido. No me entiendas mal. Yo me alegro que estás aquí – ya sea por hábito como un joven criado en la iglesia, o por la soledad, como yo cuando tenía trece años de edad. Esas son razones comprensibles para venir a la iglesia – pero no te salvarán. Tú tienes que tener una conversión verdadera para ser salvo. Tú tienes que en realidad querer ser salvo. Esa es la razón “correcta”.

No es malo estar aquí por hábito o porque estás solo. Simplemente no es la razón correcta. Tú tienes que querer algo más para ser convertido, no solamente porque te hace sentir mejor venir a la iglesia.

II. Segundo, tú comienzas a saber que en verdad hay un Dios.

Te habrás podido dar cuenta de que Dios existe antes de venir a la iglesia. Pero mucha gente tiene solamente una creencia nublada, una creencia opaca en Dios antes de ser enfrentados con el Evangelio. Ese quizá también fue tu caso, si alguien te trajo acá.

Si fuiste criado en la iglesia, tú ya sabes mucho sobre las Escrituras. Puedes hallar el lugar correcto en la Biblia fácilmente. Conoces el plan de la salvación. Sabes muchos versos de la Biblia e himnos. Pero Dios aun no es real y no está claro para ti.

Luego, seas nuevo o criado en la iglesia, algo comienzan a suceder. Comienzas a darte cuenta de que en verdad hay un Dios – no solo habla de Dios. Dios se hace una persona muy real para ti. Yo me volví tan consiente de la realidad de Dios a la edad de quince años que hasta me caí a tierra en un cementerio, bajo unos árboles, el día que mi abuela fue enterrada. Yo supe que Dios era una persona real, viviente. Pero yo aun no era convertido.

¿Has experimentado tú algo así? ¿Es Dios una persona real en tu vida? Eso es tremendamente importante. La Biblia dice,

“Pero sin fe es imposible agradar a Dios; porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que le hay [existe]” (Hebreos 11:6).

Creer en Dios requiere cierta cantidad de fe – pero no es fe que salva. No es la conversión. Mi madre a menudo decía, “Yo siempre he creído en Dios.” Y no cabe duda en mi mente de que sí creía. Ella creía en Dios desde su niñez. Pero no fue convertida sino hasta los 80 años de edad. Era importante que creyera en Dios, pero algo más que eso tiene que suceder para que una persona sea realmente convertida.

Así que, estoy diciendo que tú probablemente viniste a la iglesia sin saber la verdadera realidad de Dios. Luego, quizá lentamente, o rapidamente ves que realmente hay un Dios. Esa es la segunda etapa, pero todavía no es la conversión.

III. Tercero, te das cuenta de que has ofendido y airado a Dios por tus pecados.

La Biblia dice, “Los que viven según la carne [los que son inconversos] no pueden agradar a Dios” (Romanos 8:8). Así comienzas a darte cuenta de que, como persona inconversa, nada que hagas puede complacer a Dios. De hecho, comienzas a darte cuenta de que eres un pecador. Todos los días tu “corazón no arrepentido atesoras para ti mismo ira” (Romanos 2:5). La Biblia dice,

“Dios está airado contra el impío todos los días” (Salmo 7:11).

Después de descubrir que realmente sí hay un Dios, empiezas a darte cuenta de que has ofendido a Dios por pecar. También has ofendido a Dios por no amarlo. Los pecados que has cometido fueron contra Dios y Sus mandamientos. Se hará muy claro para ti que esto es cierto. En este tiempo verás tu falta de amor por Dios también como un gran pecado. Pero, más que eso, empiezas a ver que tu naturaleza misma es pecaminosa, que no hay nada bueno en ti, que tu corazón mismo es pecaminoso.

Los Puritanos a menudo llamaban esta etapa “despertamiento.” Pero no puede haber despertamiento sin un agudo sentido de pecado y una profunda condenación propia. Te sentirás como se sintió John Newton cuando escribió:

¡O Señor, cuán vil soy, impío e inmundo!
¿Cómo me atreveré a acercarme con tal carga de pecado?

¿Es este corazón contaminado morada para Ti?
¡He aquí! en todas partes, ¡Qué maldades veo yo!
(“O Lord, How Vile Am I” por John Newton, 1725-1807).

Pensarás intensamente sobre la pecaminosidad interior de tu mente y tu corazón. Pensarás, “Mi corazón es muy pecaminoso, y muy lejano de Dios.” Esto te molestará. Te pondrás muy molesto por tus propios pensamientos pecaminosos y por tu propia falta de amor por Dios. La fría falta de vida de tu corazón hacia Dios te atribulará profundamente en esta etapa. Comenzarás a darte cuenta de que una persona con el corazón como el tuyo no tiene esperanza. Verás que es necesario y es lo correcto que Dios te mande al Infierno – porque te mereces ir al Infierno. Esto es lo que pensarás cuando de verdad seas despertado y te des cuenta de que has ofendido a Dios y lo has airado con tus pecados. La etapa de despertamiento es una etapa importante, pero todavía no es la conversión. Una persona que ve cuan pecaminosa es, ha sido despertada – mas aun no es convertida. La conversión va más allá de ser simplemente convencido de pecado.

Tú de repente podrías darte cuenta que has desagradado a Dios, o tal consciencia podrá surgir de una mera doctrina a un entendimiento completo de que Dios ha sido ofendido y está muy descomplacido contigo. Solamente cuando te has despertado completamente al hecho de que eres pecaminoso e impío estarás listo para la cuarta y final “etapa” de la conversión.

Charles Spurgeon llegó a ésta conciencia de su pecado cuando tenía 15 años de edad. Su padre y su abuelo eran ambos predicadores. Ellos vivían en un día cuando el “decisionismo” moderno todavía no había vuelto la conversión lodosa y opaca. Así, su padre y su abuelo no lo “empujaron” a hacer una “decisión” superficial “por Cristo.” En vez, ellos esperaron a que Dios hiciera en él una obra completa de conversión. Yo creo que ellos estaban correctos.

Cuando él tenía quince años, Spurgeon al fin vino bajo una profunda convicción de pecado. Spurgeon explicó su despertamiento a su pecaminosidad con estas palabras:

De repente me encontré con Moisés, cargando en su mano la ley de Dios, y al verme, parecía escudriñarme cuidadosamente con sus ojos de fuego. Él [me dijo que leyera] las diez palabras de Dios – los diez mandamientos – y al leerlos todos parecían acusarme y condenarme en conjunto, a la vista del tres veces santo Jehová.

En esa experiencia Él vio que era pecador ante la vista de Dios, y que ninguna cantidad de “religión” o “bondad” lo podría salvar. El joven Spurgeon atravesó un período de gran aflicción. Él trataba en muchas maneras de ganar la paz con Dios por sus propios esfuerzos, pero todos sus atentados a hacer la paz con Dios fallaron. Solamente entonces él estuvo listo para la cuarta “etapa” – el acto final de la conversión misma.

IV. Cuarto, tú vienes a Jesucristo, el Hijo de Dios, para limpieza del pecado.

Cuando Spurgeon estaba siendo despertado a su pecado, primero él no creía que podía ser salvo por simplemente venir a Jesús. Él dijo:

Antes de venir a Cristo, me dije a mi mismo, “¿Seguramente no puede ser que, si yo creo en Jesús, tal como soy, yo seré salvo? Debo sentir algo, debo hacer algo.”

¡Pero él no podía “sentir” nada, y no podía “hacer” nada! Él era miserable. ¡Qué bueno! Eso es lo que lleva a la persona lejos de sí misma – hacia Jesús ¡el Hijo de Dios!

Spurgeon atravesó una gran tormenta de nieve hacia una iglesia pequeñita. Solamente unas cuantas personas estaban ahí. Hasta el pastor estaba ausente por la terrible tormenta. Un pequeño hombre se puso de pie a dar un sermón de pronto. El hombre simplemente dijo, “Mira a Cristo.” Finalmente, después de toda su batalla y turbulencia interior, el joven Spurgeon hizo eso – ¡él miró a Jesucristo por fe por la primera vez en su vida! Spurgeon dijo, “¡Yo fui salvo por la sangre! ¡Podría haber bailado todo el camino de regreso a casa! ¡Él simplemente miró a Jesús! Es simple, y sin embargo es la más profunda experiencia que un ser humano pueda tener. ¡Esa, mi amigo perdido, es la conversión verdadera!

La Conclusión

No dejes que nada te detenga en tu búsqueda por Cristo en la conversión verdadera. Recuerda que Jesús dijo:

“Si no os volvéis [os convertís] y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).

Como el caractér principal en El Progreso del Peregrino, no te conformes con ninguna “decisión por Cristo” superficial. ¡No! ¡No! Asegúrate de que tu conversión sea verdadera, porque si no eres verdaderamente convertido, “no entraréis en el reino de los cielos” (Mateo 18:3).

Para tener una conversión verdadera:

1. Tienes que llegar al lugar de verdaderamente creer que hay un Dios – un Dios verdadero que condena a los pecadores al Infierno, y lleva a los salvos al cielo cuando mueren.

2. Tienes que saber, en lo más profundo de tu ser, que eres un pecador que ha ofendido a Dios profundamente. Podrás seguir así por un largo tiempo (o puede ser corto para otros). Nuestro diácono Dr. Cagan dijo, “Yo batallé por noches sin sueño por muchos meses después de que Dios se hizo real para mí. Solamente puedo describir este período en mi vida como dos años de agonía mental” (traducción literal de C. L. Cagan, Ph.D., From Darwin to Design, Whitaker House, 2006, p. 41).

3. Tú tienes que saber que no puedes hacer ninguna cosa buena para reconciliarte con un Dios ofendido y airado. Nada que digas, o aprendas, o hagas te puede ayudar para nada. Eso tiene que hacerse claro en tu mente y en tu corazón.

4. Tú tienes que venir a Jesucristo, el Hijo de Dios, para limpieza en Su Sangre. El Dr. Cagan dijo, “Yo puedo acordarme, hasta el exacto par de segundos cuando confié [en Jesús]…Parecía estar de inmediato frente a [Jesús]…Yo definitivamente estaba en la presencia de Jesucristo y Él estaba definitivamente disponible para mí. Por muchos años yo le había deshechado, pese a que Él siempre estuvo ahí para mí, ofreciendome la salvación amorosamente. Pero esa noche yo sabía que había llegado la hora de que yo confiara en Él. Yo sabía que debía venir a Él o apartarme. En ese momento, en solo unos cuantos segundos, yo vine a Jesús. Yo ya no era un incrédulo que confiaba en sí mismo. Yo había confiado en Jesucristo. Yo había creído en Él. Fue así de simple. En ese corto tiempo, en un solo hecho de confiar... yo ‘crucé’ hacia Jesucristo en el evento más importante que puede acontecer en una vida humana – la conversión. Yo había estado huyendo toda mi vida, pero esa noche yo me volví y vine directamente e inmediatamente a Jesucristo” (traducción literal de C. L. Cagan, ibid., p. 19). Esa es la conversión verdadera. ¡Eso es lo que debes experimentar para ser convertido a Jesucristo!


Cristo murió en la Cruz para pagar por tus pecados y reconciliarte con un Dios airado. Cristo resucitó físicamente de los muertos y ascendió de regreso al Cielo, donde ahora Él está sentado a la diestra de Dios orando para que tú seas salvo.

“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra”
(Colosenses 3:1-2).

¡Mira a Cristo! ¡Mira a Dios el Hijo! ¡Sé lavado de tus pecados por Su Sangre! Como lo puso Joseph Hart,

El momento en que el pecador cree,
Y confía en su Dios crucificado,
Su perdón de una vez el recibe,
La redención completa por Su sangre.
(Traducción de “The Moment a Sinner Believes”
por Joseph Hart, 1712-1768).

Fue eso lo que le sucedió a Spurgeon. Fue eso lo que le sucedió al Dr. Cagan. Y es eso lo que te tiene que suceder a ti. ¡Tienes que tener un encuentro con el Cristo viviente y ser limpiado de tu pecado por Su Sangre que expía todo!

No hay comentarios:

Publicar un comentario