AFLIGIOS, LAMENTAD Y LLORAD
por Dr. R. L. Hymers, Jr.
Un sermón predicado en el Tabernáculo Bautista de Los Angeles
La Mañana del Día del Señor, 7 de Marzo de 2010
“Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza” (Santiago 4:9).
En la cubierta trasera del libro A Sure Guide to Heaven, [Una Segura Guía al Cielo] de Joseph Alleine, Iain H. Murray dijo:
Cuando se escriba la historia espiritual del mundo Occidental del siglo 20, bien se podrá ver como la época de pereza y sueño espiritual. Las realidades eternas parecerán vagamente definidas y alejadas de la vida cotidiana, y el acomodarse al mundo tomó la forma de desinterés y descuido de los asuntos espirituales (traducción de Joseph Alleine, A Sure Guide to Heaven, The Banner of Truth Trust, 2007 reimpresión, cubierta trasera).
El título original del libro de Alleine es An Alarm to the Unconverted [Una Alarma a los Inconversos]. Iain Murray dijo que “solía alarmar y despertar a muchos a los asuntos de la vida y de la muerte” (ibid.).
Sermones como aquellos de Joseph Alleine se oyen poco en nuestros pulpitos hoy. Y es por eso que “la historia del mundo Occidental en el siglo 20 se verá como la época de pereza y sueño espiritual”. Si los perdidos no son “alarmados” por la predicación, ¡no serán convertidos!
Dudo que muchos ministros hoy se atrevan a hablar sobre este texto:
“Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza” (Santiago 4:9).
Pero Spurgeon, predicando sobre este pasaje, dijo:
No creo que yo sospeche sin motivo cuando expreso temor de que la predicación que últimamente se ha vuelto muy común...de ‘solo cree y serás salvo’, ha sido enteramente mal entendida por aquellos que la han oído. Ocurren casos donde personas jóvenes continúan viviendo ligeramente...hasta vidas malvadas, y aun así están seguros de que creen en Jesucristo. Cuando los examinas un poco te das cuenta de que su creer en Cristo significa que ellos creen que él los ha salvado, aunque todo aquel que conoce su carácter puede ver claramente que no son salvos para nada: ahora, ¿qué es su fe sino la creencia de una mentira? Mi fe no me enseña a creer que soy salvo cuando delante de mis propios ojos tengo la evidencia de que no soy salvo, ya que estoy viviendo en el mismo pecado del cual pretendo estar salvo. Aunque no dudamos por un momento la doctrina de justificación por fe y la salvación gratis, también tenemos que predicar más y más la verdad paralela, “Os es necesario nacer de nuevo”. Debemos poner al frente la gran palabra antigua que ha sido echada afuera por algunos evangelistas, llamada “Arrepentimiento”. El arrepentimiento es esencial en la salvación como lo es la fe... Una fe de ojos secos jamás verá el reino de Dios. Un odio santo por el pecado siempre [acompaña] a una fe como de niño en Aquél que carga con el pecado (traducción de C.H. Spurgeon, “The Reason Why Many Cannot Find Peace,” The Metropolitan Tabernacle Pulpit, Pilgrim Publications, reimpreso en 1992, tomo XXIV, p. 213).
“Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza” (Santiago 4:9).
Al entrar en la aplicación de este texto, consideremos tres cosas.
I. Primero, la objeción de que esto es “ley”.
El primer sermón que yo prediqué era del libro de Santiago. Pese a que quizá no lo expliqué bien, estando inconverso yo mismo en aquel entonces, creo que el tema básico era exactamente lo que aquellos jóvenes necesitaban oír. Ellos decían ser “salvos”, pero en los años siguientes, sus profesiones de salvación comprobaron ser inútiles como la mía lo era entonces. El hombre que corrigió mi sermón vivía en pecado él mismo, ¡y estaba seguramente yendo al Infierno como aquellos jóvenes a quienes yo les hablaba! ¡Lo que faltaba en aquella iglesia era la predicación antigua de la ley de Dios!
Cierto, no somos salvos por guardar la ley – ¡pero no es posible que seamos salvos sin oírla! Aquellos que se oponen a la predicación de la ley pronto se darán cuenta de que poco bien duradero puede venir sin ella. Nuestras iglesias están llenas de “estudio Bíblico”. Pero, ¿quien se atrevería a estar en desacuerdo con el hecho de que vivimos en el “período de Laodicea” de la dispensación Cristiana? La Biblia Anotada de Scofield dice: “El mensaje a la iglesia de Laodicea. La etapa final de la apostasía” (nota (7), p. 1290). El Dr. J. Vernon McGee dijo:
Esta es la condición de la iglesia hoy, y desafortunadamente, es la condición de muchas iglesias supuestamente llamadas conservadoras fundamentales… la cosa que es tan absolutamente asombrante y que asusta es que [Cristo] dice: “te vomitaré de mi boca.” (Traducción de J. Vernon McGee, Th.D., Thru the Bible, Thomas Nelson Publishers, 1983, tomo V, p. 922).
¡Y la razón por lo muerto como de “Laodicea” en las iglesias es que la ley de Dios no es predicada! Por lo tanto la gente piensa:
“Yo soy rico, y me he enriquecido, y de ninguna cosa tengo necesidad; y no sabes que tú eres un desventurado, miserable, pobre, ciego y desnudo” (Apocalipsis 3:17).
¿Cómo es que ellos no saben que son desventurados, miserables, y pobres y ciegos y desnudos? Bueno – ¡simplemente porque jamás oyeron que eso se les predicara a ellos! Ellos jamás han oído los truenos de la ley – ¡así que nunca han sido verdaderamente convertidos!
“Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza” (Santiago 4:9).
II. Segundo, la necesidad de la ley.
En los últimos 125 años los predicadores han sido mal guiados. Spurgeon ya notaba eso en 1878, cuando él dijo que muchos habían sido confundidos por la predicación de “creer solamente y serás salvo” (ibid.). Ambos Spurgeon y el Dr. J. Gresham Machen comprendían que tu alma debe ser surcada por la ley antes de que el Evangelio eche raíz. Vale el precio del libro leer el capítulo de Machen sobre la obra de la ley. En ese capítulo él dijo: “La Cristiandad…comienza con [un] corazón roto; comienza con una conciencia de pecado” (traducción de J. Gresham Machen, Ph.D., Christianity and Liberalism, Eerdmans, reimpresión de 1990 de la edición de 1923, p. 65). ¡Es la ley de Dios la que trae al pecador al punto de lágrimas y de arrepentimiento! El Apóstol Pablo dijo:
“La ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo”
(Gálatas 3:24).
Lutero dio este buen comentario:
¿Porque qué ayo sería aquél que siempre castigara y azotara al niño y sin enseñarle nada? Y sin embargo había ayos, en el pasado, cuando las escuelas no eran nada más que una prisión, y hasta un mismo infierno, y los ayos eran tiranos crueles y carniceros. Los niños eran azotados siempre: aprendían, si acaso, con dolor y esfuerzo. La ley no es ayo así. Porque no siempre atormenta y aterroriza, sino que con su vara correctora nos lleva a Cristo…la ley no es un ayo que nos lleve a otro dador de ley que nos exija obras, sino a Cristo nuestro justificador y Salvador, para que por la fe en él seamos justificados (traducción de Martin Luther, Th.D., Commentary on Galatians, Kregel Publications, edición de 1979, p. 217).
Pero Lutero no comprendía completamente que el Libro de Santiago es exactamente la clase de ley de la cual él hablaba.
“Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza” (Santiago 4:9).
III. Tercero, la ley es necesaria para causar humillación, lamento y llanto.
El Apóstol Pablo dijo: “Por medio de la ley es el conocimiento del pecado” (Romanos 3:20). Hay una necesidad de que veas que eres un pecador arruinado y que sientas que has roto la ley de Dios – y que, in tu condición perdida, no puedes ser nada más que un pecador. Si piensas que puedes ser salvo por aprender “el plan de la salvación” jamás experimentarás la conversión verdadera – ¡porque la conversión no viene con aprender! Tiene que haber un quebrantamiento de tu terca voluntad:
“Por cuanto los designios de la carne [la mente carnal] son enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden” (Romanos 8:7).
Tu voluntad es muy terca contra Dios. Este es el estado natural en el que tú naciste. Se te debe llevar a estar cara a cara con el hecho de que eres uno que quebranta la ley, que naciste uno que rompe la ley, ¡que nunca podrás ser nada más que uno que rompe la ley! Cuando tu corazón esté de acuerdo de que tú no eres nada aparte de uno que rompe la ley, entonces podrás clamar:
“¡Miserable de mí! ¿quién me librará de este cuerpo de muerte?” (Romanos 7:24).
Hablé recientemente con una jovencita que ha aprendido a decir todas las palabras correctas. Ella ha aprendido sobre el sacrificio de sustitución de Jesús en la Cruz, en el lugar de ella, por sus pecados. ¡Pero no me atreví a decirle que ella era salva! Puedo ver que todavía no es convertida porque no hay sentimiento de pecado en el testimonio de ella. Ella solamente ha aprendido doctrina seca. No hay sentimiento de quebrantamiento por su pecado en sus palabras. Así que le tengo que decir a ella:
“Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza” (Santiago 4:9).
Spurgeon dijo:
Me duele decir que me he hallado con gente que dice: “No puedo hallar paz, no puedo tener la salvación”, y hablan [bien] así, pero a la salida se ríen unos con otros, como si fuera una diversión…no tienen pensamiento, ni dolor por el pecado, ni humillación ante Dios…El que te rías mientras estas en peligro de quedarte perdido me suena repugnante y tenebroso como si los demonios del infierno pusieran un teatro y actuaran una comedia…¿Qué derecho tienes tú [de reírte] mientras [tu] pecado no es perdonado, mientras Dios está airado contigo?...Ponte serio, comienza a pensar en la muerte, y el juicio, y la ira venidera…Si has de ser salvo [deja que tu mente] sea impresionada solemnemente con las realidades eternas. [Ponte] serio respecto a los asuntos de la vida y la muerte, que el mero pensamiento del pecado te duela [te humille, y te aflija] (traducción de C. H. Spurgeon, ibid., pagina 215).
“Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza”
(Santiago 4:9).
Spurgeon dijo:
Jesucristo no vino a sanar [a aquellos que están bien, sino] a los enfermos, ni a morir para curar a aquellos que no están quebrantados, ni para dar vida a aquellos que nunca fueron matados. Debe haber en ti, y ojala que Dios te lo dé, un quebrantamiento de espíritu…si tu corazón nunca ha sido quebrantado, ¿cómo podrá él curarlo? Si nunca fue herido, ¿cómo podrá sanarlo? Estos son asuntos importantes, y los digo…a menos que alguien entre vosotros sea engañado. Que Dios te ayude a clamar: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno” (traducción de C. H. Spurgeon, ibid., p. 216).
“Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza” (Santiago 4:9).
La manera correcta de venir a Jesús es la manera en que aquella mujer pecaminosa vino a El. Ella “estando…a sus pies, llorando” (Lucas 7:38). Jesús entonces dijo: “Sus muchos pecados le son perdonados, porque amó mucho; mas aquel a quien se le perdona poco, poco ama” (Lucas 7:47).
“Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará” (Santiago 4:9-10).
Resistí la gracia de Él,
Mucho yo le provoqué,
Al llamarme no escuché,
Mil veces le contristé.
¿Hay clemencia aun ahí,
Reservada para mí?
Haz que me arrepienta yo,
Que lamente mi pecar,
Mi rebelión hoy cesar,
Llorar, creer, ya no pecar.
¿Hay clemencia aun ahí,
Reservada para mí?
(Traducción libre de “Depth of Mercy” por Charles Wesley, 1707-1788).
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