viernes, 25 de febrero de 2011
jueves, 24 de febrero de 2011
lunes, 21 de febrero de 2011
LA BELLEZA DE LA MODESTIA
EL CARACTER DE LA MUJER PIADOSA 1
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La belleza ha sido y será un tema de gran importancia para la humanidad –especialmente para aquellas del género femenino. Cada día hacemos un esfuerzo y gastamos gran cantidad de tiempo y dinero para hacernos a nosotras, a nuestras casas, carros y otros accesorios de nuestras vidas, tan bellos y atractivos como sea posible. No hay, por supuesto, nada de malo con querer ser bella y aun debemos ser cuidadosas en aprender lo que es precisamente belleza. Lo crean o no, las Escrituras tienen mucho que decir sobre la belleza, su fuente y como ésta se refleja en la vida y persona de una mujer cristiana. En este pequeño estudio vamos a centrar nuestra atención en sólo dos versículos del tercer capítulo de 1 de Pedro.
En el versículo 3, Dios hace el quizás la más profunda declaración sobre la genuina belleza centrada en Dios.
VUESTRO ATAVÍO NO SEA EL EXTERNO,… (1 Pedro 3:3)
Esto no significa que debamos lucir lo peor posible para que esa manera la belleza de Dios pueda brillar, o que todo lo concerniente a la belleza es vanidad. Dios simplemente está diciendo que la Belleza no viene de afuera. De hecho, los adornos externos son mas un estorbo para la verdadera Belleza que una ayuda. ¡Estamos tan preocupadas por nuestra ropa, cabello, maquillaje y accesorios! Sin embargo, esas cosas no guían más a una vida espiritual que a una atracción sensual de la carne. ¿Cuan frecuentemente nos vestimos para atraer las miradas? ¿No entendemos que “los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo”? (1 Juan 2:16) Y si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. (1 Juan 2:16, 15). Debemos dejar de llamar la atención sobre nosotras mismas y buscar irradiar una Belleza tal que dirija todos los ojos hacia Dios.
Nuestro atavío no debe ser el externo, sino
…SINO EL INTERIOR, EL DEL CORAZÓN, EN EL INCORRUPTIBLE ORNATO DE UN ESPÍRITU
AFABLE Y APACIBLE, QUE ES DE GRANDE ESTIMA DELANTE DE DIOS. (1 Pedro 3:3)
El “ser interior” es esa parte de nosotros que no podemos “ocultar” mágicamente con el ultimo encubridor de manchas de Cover Gils´s. Es esa parte de nosotros sobre la que Dios esta verdaderamente interesado. Como le dijo Dios a Samuel años atrás,
“…Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.” (1 Samuel 16:7)
Si de verdad queremos ser hermosas (¡y lo somos!), nos debemos preocupar por nuestra condición espiritual. Estar envuelta en un vestido delicado no es tan importante como estar cubierta con un delicado y apacible espíritu. Estar vestida con la última moda no es comparable con ser llenas del Espíritu Santo y estar vestidas del Señor Jesucristo.
…antes bien sed llenos del Espíritu, (Efesios 5:18)
…sino vestíos del Señor Jesucristo, y no proveáis para los deseos de la carne. (Romanos 13:14)
Llevar puestas joyas de oro cuesta menos que llevar joyas de virtud.
¿Estamos nosotras trabajando activamente con miras hacia la Belleza y virtud espiritual o vamos en miras de lo carnal, sensual, demoniaco y mundano? ¿Hemos olvidado la opinión de Dios? ¿Hemos considéralo lo que es “de gran valor para a Sus ojos”? Antes de que vayamos corriendo hacia la nueva tienda para comprar la moda más reciente, tenemos que poner delante de nosotros al Asesor de la Verdadera Belleza y examinarnos en Su espejo (Las Escrituras). No importa cuan “a la moda” estén nuestros atavíos externos, estos no maquillarán ni ocultarán la mancha de los defectos de una vida no controlada por el Espíritu Santo ni ocultarán nuestra falta de virtud y piedad femenina. Recuerda sabiduría de Proverbios:
Como zarcillo de oro en el hocico de un cerdo
Es la mujer hermosa y apartada de razón. (Proverbios 11:22)
¿Está tu modestia en la luz de la Palabra de Dios o en las tinieblas de esta torcida y perversa generación? ¿Es tu ropa un reflejo de tu rostro y de la gloria de Dios brillando sobre éste? ¿O es tu ropa un retrato de tu cuerpo? Si tu cuerpo atrae las miradas (por causa de la ropa que llevas puesta) estás siendo una piedra de tropiezo y un mal testimonio de Cristo. ¡Te debes arrepentir!
Haz un examen concienzudo a tu closet. ¿Se conforma tu closet a la voluntad de Dios o a la voluntad de la carne y del mundo obsesionado con lo sensual?
…en los cuales anduvisteis en otro tiempo, siguiendo la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,
Entre los cuales también todos nosotros vivimos en otro tiempo en los deseos de nuestra carne, haciendo la voluntad de la carne y de los pensamientos, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás. (Efesios 2:2-3)
Tu cuerpo es el templo del Espíritu Santo, pertenece a Dios y algún día pertenecerá a tu esposo (si no estás casada aun). Como mujeres, cualquier adorno que llevemos no debe desviar la atención de las personas de lo que es más importante de nosotros: Cristo y lo que Él ha hecho.
Quiera Dios que las generaciones por venir den testimonio sobre la belleza de Dios en nuestras vidas, sobre nuestros rostros radiantes, y sobre la fortaleza, dignidad y virtud con la cual vestimos.
POR: CHARO DE WHASER
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miércoles, 16 de febrero de 2011
lunes, 14 de febrero de 2011
domingo, 13 de febrero de 2011
miércoles, 9 de febrero de 2011
LA MARCA DISTINTIVA DEL CRISTIANISMO
Por: john MacArtur
Libertad o esclavitud – ¿Cuál es la marca distintiva del cristianismo? En una generación obsesionada con la libertad, la realización y la autonomía, el voto ha sido dado por adelantado y, la mayoría de las veces por la libertad. Pero la Biblia es perfectamente clara – la esclavitud es el centro de lo que significa ser un verdadero cristiano. Es tiempo de reafirmar esta noción que no se acepta: los verdaderos cristianos son esclavos de Cristo.
Jesús es Señor (1 Cor. 12:3) es el artículo distintivo de la cristiandad y marca la confesión esencial de la fe (Romanos 10:9). Jesús lo proclamó a Sus discípulos, Sus enemigos y Sus indagadores casuales por igual – y Él rehusó suavizar sus consecuencias.
La expresión “Señor” (kurios) habla de posesión, mientras “Maestro/Señor” (despotes) denota un derecho incuestionable a mandar (Juan 13:13; Judas 4). Ambas palabras describen un dueño con dominio absoluto sobre alguien más. Eso explica la incredulidad de Jesús en la práctica de aquellos quienes le rendían homenaje a Él con sus labios, pero no con sus vidas: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46).
Doulos frecuentemente describe lo que significa ser un verdadero cristiano: “Asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo [doulos] es de Cristo. Por precio fuisteis comprados” (1 Corintios 7:22-23). Describe la más baja y lamentable unión de esclavitud; servirle no es una opción.
Una Traducción Engañosa
Desafortunadamente, los lectores de la Biblia en inglés por un tiempo largo han sido protegidos de la fuerza total de doulos, debido a la tendencia antigua de traducirlo como “siervo” o “consiervo”. Esta tendencia es lamentable, porque el servicio y la esclavitud no son la misma cosa. “Nadie puede ser esclavo de dos amos” (Mateo 6:24) es más lógico que “Nadie puede servir a dos señores”. Un empleado con dos trabajos sí puede servir a dos señores; pero un esclavo no. La Escritura repetidamente llama a los cristianos “esclavos” (1 Corintios 6:19-20), comprados para Dios (Apocalipsis 5:9). Esta es la misma esencia de lo que significa ser cristiano (Romanos 14:7-9).
Un Concepto Repugnante
La palabra esclavo no solamente tiene connotaciones negativas, pero nuestra generación también está obsesionada con los conceptos de libertad, realización y autonomía. La fe salvadora y el discipulado cristiano han sido reducidos al dicho común de “una relación personal con Cristo”. Es difícil imaginar un cambio más catastrófico de lo que significa ser cristiano. Muchas personas (incluyendo a Judas y Satanás) tuvieron alguna clase de “relación personal” con Jesús durante Su ministerio en este mundo sin someterse a Él como Señor. Pero únicamente Sus verdaderos amigos fueron aquellos quienes hicieron lo que Él dijo (Juan 15:14).
Una Verdad Difícil
La esclavitud a Cristo no es una característica menor o secundaria del discipulado verdadero. Es exactamente como Jesús mismo definió la “relación personal” que Él debe tener con cada creyente genuino (Juan 12:26; 15:20). De hecho, los aspectos fundamentales de la esclavitud son los mismos de la redención. Somos escogidos (Efesios 1:4-5; 1 Pedro 1:2, 2:9); comprados (1 Corintios 6:20; 7:23); hechos de su propiedad (Romanos 14:7-9; 1 Corintios 6:19); sujetos a Su voluntad y control (Hechos 5:29; Filipenses 2:5-8); llamados a rendir cuentas (Romanos 14:12); evaluados (2 Corintios 5:10); y ya sea castigados o recompensados por Él (1 Corintios 3;14; Hebreos 12:5-11). Todos esos son componentes esenciales de la esclavitud.
Una Presentación Divina
Jesús presentó la metáfora del esclavo en el Nuevo Testamento. Él hacía frecuentemente una conexión directa entre la esclavitud y el discipulado (Mateo 10:24-25). Sus palabras reflejan lo que cada discípulo verdadero debe anhelar y escuchar al final de su vida: “‘Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25:21).
Jesús siempre describió al discipulado verdadero en esos términos, sin esfuerzo de ajustar el mensaje para hacerlo más atractivo a los pecadores de mente mundana. Él nunca silenció lo que costaría seguirlo. Aspirantes a discípulos, quienes trataron de establecer términos diferentes, fueron siempre rechazados (Lucas 9:59-62).
Esclavos que Son Amigos
Posiblemente el pasaje clave del mandato de Jesús para la obediencia implícita, es uno al que se alude en Juan 15:14-15: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”.
Aquí, el principio fundamental es la obediencia. Jesús no estaba sugiriendo que Su favor podría ser ganado por medio del servicio. Mas bien, Él estaba diciendo que la obediencia es una prueba singular de que alguien es Su amigo. La obediencia implícita a Sus mandamientos es el fruto natural del amor genuino a Él – la marca que indica una fe auténtica y salvadora.
¿Por qué, entonces, Él dice, “Ya no os llamaré siervos…pero os he llamado amigos”? (v.15) ¿Estará expresamente diciéndoles que su relación con Él ahora era una amistad familiar y personal entre colegas, en vez de una relación entre señor y esclavo gobernada por la autoridad y la sumisión?
En absoluto. Los apóstoles seguían siendo Sus esclavos, porque eso es precisamente lo que eran. Él simplemente dijo que eran Sus amigos y también Sus esclavos. Él explica, “El siervo no sabe lo que hace su señor”. A un esclavo no se le da ninguna explicación o justificación. Pero Jesús no mantuvo ningún secreto con Sus discípulos: “porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer (v. 15). Entonces, ellos eran mucho más que simples esclavos para Él. Ellos también eran sus amigos, cómplices de Sus pensamientos y propósitos (c. 1 Corintios 2:16).
La Esclavitud y la Verdadera Libertad
Entonces, si es entendido correctamente, el evangelio es una invitación a la esclavitud. Por un lado, el evangelio es una proclamación de libertad al cautiverio del pecado y la libertad a las personas que están desechas por la esclavitud del poder del pecado sobre ellas. Por otro lado, es un requisito a una esclavitud completamente diferente: “Y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:18; c. 1 Pedro 2:16).
Ambas partes de la ecuación son vitales. Hay una libertad gloriosa en ser esclavos de Cristo (Juan 8:36), pero significa el final de la autonomía humana para el verdadero seguidor de Cristo. En otras palabras, todos sirven a un señor. Todos somos esclavos de una forma u otra (Romanos 6:16-21).
No existe una manera legítima de adaptar el mensaje para hacerlo más atractivo a la gente quien admira a Jesús pero no está preparada para servirle. Jesús no buscó admiradores; Él llamaba a seguidores – no seguidores casuales, llamaba a esclavos. Remover ese espíritu de sumisión, y la clase más profunda de “admiración” por Cristo, es un fraude espiritual que no tiene nada que ver con la verdadera fe.
Libertad o esclavitud – ¿Cuál es la marca distintiva del cristianismo? En una generación obsesionada con la libertad, la realización y la autonomía, el voto ha sido dado por adelantado y, la mayoría de las veces por la libertad. Pero la Biblia es perfectamente clara – la esclavitud es el centro de lo que significa ser un verdadero cristiano. Es tiempo de reafirmar esta noción que no se acepta: los verdaderos cristianos son esclavos de Cristo.
Jesús es Señor (1 Cor. 12:3) es el artículo distintivo de la cristiandad y marca la confesión esencial de la fe (Romanos 10:9). Jesús lo proclamó a Sus discípulos, Sus enemigos y Sus indagadores casuales por igual – y Él rehusó suavizar sus consecuencias.
La expresión “Señor” (kurios) habla de posesión, mientras “Maestro/Señor” (despotes) denota un derecho incuestionable a mandar (Juan 13:13; Judas 4). Ambas palabras describen un dueño con dominio absoluto sobre alguien más. Eso explica la incredulidad de Jesús en la práctica de aquellos quienes le rendían homenaje a Él con sus labios, pero no con sus vidas: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46).
Doulos frecuentemente describe lo que significa ser un verdadero cristiano: “Asimismo el que fue llamado siendo libre, esclavo [doulos] es de Cristo. Por precio fuisteis comprados” (1 Corintios 7:22-23). Describe la más baja y lamentable unión de esclavitud; servirle no es una opción.
Una Traducción Engañosa
Desafortunadamente, los lectores de la Biblia en inglés por un tiempo largo han sido protegidos de la fuerza total de doulos, debido a la tendencia antigua de traducirlo como “siervo” o “consiervo”. Esta tendencia es lamentable, porque el servicio y la esclavitud no son la misma cosa. “Nadie puede ser esclavo de dos amos” (Mateo 6:24) es más lógico que “Nadie puede servir a dos señores”. Un empleado con dos trabajos sí puede servir a dos señores; pero un esclavo no. La Escritura repetidamente llama a los cristianos “esclavos” (1 Corintios 6:19-20), comprados para Dios (Apocalipsis 5:9). Esta es la misma esencia de lo que significa ser cristiano (Romanos 14:7-9).
Un Concepto Repugnante
La palabra esclavo no solamente tiene connotaciones negativas, pero nuestra generación también está obsesionada con los conceptos de libertad, realización y autonomía. La fe salvadora y el discipulado cristiano han sido reducidos al dicho común de “una relación personal con Cristo”. Es difícil imaginar un cambio más catastrófico de lo que significa ser cristiano. Muchas personas (incluyendo a Judas y Satanás) tuvieron alguna clase de “relación personal” con Jesús durante Su ministerio en este mundo sin someterse a Él como Señor. Pero únicamente Sus verdaderos amigos fueron aquellos quienes hicieron lo que Él dijo (Juan 15:14).
Una Verdad Difícil
La esclavitud a Cristo no es una característica menor o secundaria del discipulado verdadero. Es exactamente como Jesús mismo definió la “relación personal” que Él debe tener con cada creyente genuino (Juan 12:26; 15:20). De hecho, los aspectos fundamentales de la esclavitud son los mismos de la redención. Somos escogidos (Efesios 1:4-5; 1 Pedro 1:2, 2:9); comprados (1 Corintios 6:20; 7:23); hechos de su propiedad (Romanos 14:7-9; 1 Corintios 6:19); sujetos a Su voluntad y control (Hechos 5:29; Filipenses 2:5-8); llamados a rendir cuentas (Romanos 14:12); evaluados (2 Corintios 5:10); y ya sea castigados o recompensados por Él (1 Corintios 3;14; Hebreos 12:5-11). Todos esos son componentes esenciales de la esclavitud.
Una Presentación Divina
Jesús presentó la metáfora del esclavo en el Nuevo Testamento. Él hacía frecuentemente una conexión directa entre la esclavitud y el discipulado (Mateo 10:24-25). Sus palabras reflejan lo que cada discípulo verdadero debe anhelar y escuchar al final de su vida: “‘Bien, buen siervo y fiel; sobre poco has sido fiel, sobre mucho te pondré; entra en el gozo de tu Señor” (Mateo 25:21).
Jesús siempre describió al discipulado verdadero en esos términos, sin esfuerzo de ajustar el mensaje para hacerlo más atractivo a los pecadores de mente mundana. Él nunca silenció lo que costaría seguirlo. Aspirantes a discípulos, quienes trataron de establecer términos diferentes, fueron siempre rechazados (Lucas 9:59-62).
Esclavos que Son Amigos
Posiblemente el pasaje clave del mandato de Jesús para la obediencia implícita, es uno al que se alude en Juan 15:14-15: “Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer”.
Aquí, el principio fundamental es la obediencia. Jesús no estaba sugiriendo que Su favor podría ser ganado por medio del servicio. Mas bien, Él estaba diciendo que la obediencia es una prueba singular de que alguien es Su amigo. La obediencia implícita a Sus mandamientos es el fruto natural del amor genuino a Él – la marca que indica una fe auténtica y salvadora.
¿Por qué, entonces, Él dice, “Ya no os llamaré siervos…pero os he llamado amigos”? (v.15) ¿Estará expresamente diciéndoles que su relación con Él ahora era una amistad familiar y personal entre colegas, en vez de una relación entre señor y esclavo gobernada por la autoridad y la sumisión?
En absoluto. Los apóstoles seguían siendo Sus esclavos, porque eso es precisamente lo que eran. Él simplemente dijo que eran Sus amigos y también Sus esclavos. Él explica, “El siervo no sabe lo que hace su señor”. A un esclavo no se le da ninguna explicación o justificación. Pero Jesús no mantuvo ningún secreto con Sus discípulos: “porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer (v. 15). Entonces, ellos eran mucho más que simples esclavos para Él. Ellos también eran sus amigos, cómplices de Sus pensamientos y propósitos (c. 1 Corintios 2:16).
La Esclavitud y la Verdadera Libertad
Entonces, si es entendido correctamente, el evangelio es una invitación a la esclavitud. Por un lado, el evangelio es una proclamación de libertad al cautiverio del pecado y la libertad a las personas que están desechas por la esclavitud del poder del pecado sobre ellas. Por otro lado, es un requisito a una esclavitud completamente diferente: “Y libertados del pecado, vinisteis a ser siervos de la justicia” (Romanos 6:18; c. 1 Pedro 2:16).
Ambas partes de la ecuación son vitales. Hay una libertad gloriosa en ser esclavos de Cristo (Juan 8:36), pero significa el final de la autonomía humana para el verdadero seguidor de Cristo. En otras palabras, todos sirven a un señor. Todos somos esclavos de una forma u otra (Romanos 6:16-21).
No existe una manera legítima de adaptar el mensaje para hacerlo más atractivo a la gente quien admira a Jesús pero no está preparada para servirle. Jesús no buscó admiradores; Él llamaba a seguidores – no seguidores casuales, llamaba a esclavos. Remover ese espíritu de sumisión, y la clase más profunda de “admiración” por Cristo, es un fraude espiritual que no tiene nada que ver con la verdadera fe.
¿DEBERIAMOS LUCHAR POR LA VERDAD?
POR: John MacArtur
Hoy en día muchos autodenominados evangélicos están cuestionando abiertamente si la verdad es algo que existe. Otros suponen que aun si la verdad existe, no podemos estar seguros de cuál es, por lo tanto no debe ser tan importante. Este tipo de pensamiento es epidémico, inclusive entre algunos de los autores y predicadores más populares de los movimientos evangélicos.Algunos claramente rehúsan defender cualquier tema porque han decidido que la Escritura no es realmente lo suficientemente clara para poder argumentar.
Excepto por la escala masiva de popularidad que tal pensamiento ha alcanzado hoy en día, y la forma en la que se está infiltrando en la iglesia, tales ideas no son realmente nada nuevas o particularmente sorprendentes. Es exactamente la misma actitud con la que Pilato sumariamente despidió a Cristo: “¿Qué es la verdad?” (Juan 18:38)
Algunos evangélicos de vanguardia actúan como si la desaparición de la certeza fuera un nuevo desarrollo intelectual dramático, en vez de verlo por lo que verdaderamente es: un eco de la incredulidad de siempre.
Es la incredulidad envuelta en un disfraz religioso y en búsqueda de la legitimidad como si fuera solamente una clase de fe más humilde. Pero eso de ninguna manera es fe. En realidad, la negación contemporánea de considerar cualquier verdad como segura y cierta es la peor clase de infidelidad.
La responsabilidad de la iglesia siempre ha sido confrontar tal escepticismo y responder a ello proclamando claramente la verdad que Dios ha revelado en Su Palabra. Se nos ha dado un mensaje claro con el fin de confrontar la incredulidad del mundo. A eso hemos sido llamados, mandados, y encargados de hacer (1 Corintios 1:17-31). La fidelidad a Cristo lo demanda. El honor de Dios lo requiere. No podemos permanecer sentados sin hacer nada mientras que actitudes mundanas, revisionistas y escépticas de la verdad se infiltran en la iglesia.
No debemos aceptar tal confusión en el nombre de la caridad, compañerismo o unidad. Debemos estar firmes y pelear por la verdad – y estar preparados a morir por ella – tal como los cristianos fieles siempre lo han hecho.
Hoy en día muchos autodenominados evangélicos están cuestionando abiertamente si la verdad es algo que existe. Otros suponen que aun si la verdad existe, no podemos estar seguros de cuál es, por lo tanto no debe ser tan importante. Este tipo de pensamiento es epidémico, inclusive entre algunos de los autores y predicadores más populares de los movimientos evangélicos.Algunos claramente rehúsan defender cualquier tema porque han decidido que la Escritura no es realmente lo suficientemente clara para poder argumentar.
Excepto por la escala masiva de popularidad que tal pensamiento ha alcanzado hoy en día, y la forma en la que se está infiltrando en la iglesia, tales ideas no son realmente nada nuevas o particularmente sorprendentes. Es exactamente la misma actitud con la que Pilato sumariamente despidió a Cristo: “¿Qué es la verdad?” (Juan 18:38)
Algunos evangélicos de vanguardia actúan como si la desaparición de la certeza fuera un nuevo desarrollo intelectual dramático, en vez de verlo por lo que verdaderamente es: un eco de la incredulidad de siempre.
Es la incredulidad envuelta en un disfraz religioso y en búsqueda de la legitimidad como si fuera solamente una clase de fe más humilde. Pero eso de ninguna manera es fe. En realidad, la negación contemporánea de considerar cualquier verdad como segura y cierta es la peor clase de infidelidad.
La responsabilidad de la iglesia siempre ha sido confrontar tal escepticismo y responder a ello proclamando claramente la verdad que Dios ha revelado en Su Palabra. Se nos ha dado un mensaje claro con el fin de confrontar la incredulidad del mundo. A eso hemos sido llamados, mandados, y encargados de hacer (1 Corintios 1:17-31). La fidelidad a Cristo lo demanda. El honor de Dios lo requiere. No podemos permanecer sentados sin hacer nada mientras que actitudes mundanas, revisionistas y escépticas de la verdad se infiltran en la iglesia.
No debemos aceptar tal confusión en el nombre de la caridad, compañerismo o unidad. Debemos estar firmes y pelear por la verdad – y estar preparados a morir por ella – tal como los cristianos fieles siempre lo han hecho.
jueves, 3 de febrero de 2011
martes, 1 de febrero de 2011
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