Así nació el arminianismo y se formularon los cinco puntos del calvinismo
Jacobo Arminio (1560-1609) fue un pastor y teólogo holandés que había estudiado bajo la dirección del sucesor de Calvino en Ginebra, Teodoro de Beza, en 1582; de modo que su formación teológica fue profundamente calvinista.
Fue ordenado al ministerio pastoral en 1588 y nombrado como pastor en Ámsterdam, donde adquirió mucho renombre. Un año más tarde, los dirigentes de la Iglesia en Ámsterdam le pidieron a Arminio que refutara las opiniones del teólogo Dirck Koornhert, el cual se oponía a algunas de las doctrinas calvinistas, en particular la doctrina de la predestinación.
En su preparación para este debate, Arminio se dedicó a fondo al estudio de los escritos de Koornhert, pero éstos le llevaron más bien a refutar el calvinismo y declararlo insostenible. A pesar de eso, en 1603 Arminio fue llamado a asumir la cátedra de teología en la Universidad de Leyden, donde sus doctrinas opuestas al calvinismo fueron más conocidas aún. Esto trajo como consecuencia un enfrentamiento con los calvinistas, de manera particular con otro profesor de la facultad, Francisco Gomaro.
Ahora, es importante señalar aquí que en lo tocante a la predestinación, tanto uno como los otros afirmaban que la predestinación para salvación era una enseñanza bíblica; pero, mientras el calvinismo afirma que los elegidos ejercen fe porque fueron predestinados por Dios desde antes de la fundación por el puro afecto de Su voluntad, Arminio enseñaba más bien que Dios predestinó a todos aquellos que Él sabía de antemano que iban a querer.
Así que el foco del debate no era si había predestinación o no, sino sobre la base de dicha predestinación. Por otra parte, también es justo señalar que Arminio rechazó enfáticamente la enseñanza de Pelagio en lo que respecta a la caída de Adán. Según Pelagio, la caída de Adán sólo lo afectó a él; pero Arminio creía, en cambio, que la caída había arruinado la raza humana dejándola bajo el dominio del pecado.
“La voluntad del hombre no es libre de hacer ningún bien a menos que sea… libertada por el Hijo de Dios a través del Espíritu de Dios”, decía Arminio. En otro lugar, muestra su acuerdo con Agustín en este punto: “Porque Cristo dijo: ‘Separados de mí nada podéis hacer’. Y San Agustín, luego de meditar diligentemente sobre cada palabra en este pasaje, dice lo siguiente: ‘Cristo no dice, separados de mí sólo pueden hacer un poco’; tampoco dice, ‘Separados de mí no pueden hacer ninguna cosa que sea ardua’; ni tampoco, ‘Separados de mí lo harán con dificultad’; sino que dice, ‘Separados de mí nada podéis hacer’.”
De modo que en cuanto a esto, Arminio parece estar de acuerdo con Agustín, Lutero y Calvino. El punto donde Arminio se apartó ellos fue en el hecho de que para él la gracia de Dios es necesaria para la salvación, pero no asegura la salvación de nadie; en otras palabras, la gracia es una condición necesaria, pero no suficiente.
Arminio declara: “Toda persona no regenerada posee una voluntad libre, y la capacidad de resistir al Espíritu Santo, de rechazar la gracia de Dios que le es ofrecida, de menospreciar el consejo de Dios contra sí mismos, de rehusar aceptar el Evangelio de la gracia, y de no abrirle a aquel que toca la puerta de su corazón”.
De modo que si el pecador no responde al llamado, la culpa es enteramente suya (en eso todos estamos de acuerdo); pero ¿qué si acepta? En otras palabras ¿quién es, a final de cuentas, el que tiene la decisión de la salvación en sus manos? Por implicación, según Arminio la salvación depende, en última instancia, de la decisión humana y no de la soberanía de Dios.
Luego de la muerte de Arminio, en 1609, sus seguidores fueron acusados de herejía, por lo que, en 1610, presentaron a los Estados de Holanda un Memorial de Protesta (Remonstrance en inglés, por lo que fueron llamados “remonstrantes”), en el que planteaban su posición, incluyendo en la segunda parte los cinco puntos de su propia doctrina.
Acerca de este documento dice James Orr: “En comparación con el Arminianismo posterior, la Protesta está redactada con moderación, afirmando, por ejemplo, la necesidad de la operación del Espíritu para la regeneración y para la producción de todo lo espiritualmente bueno en el hombre, y declina pronunciarse sobre la cuestión de la perseverancia, igual que a Arminio había hecho.”
Pero defiende la expiación universal, así como también que la predestinación se basa en la presciencia de Dios (es decir, en el conocimiento que Dios de quienes han de ejercer fe). También afirman que el pecador puede resistir la gracia de Dios. “Esta última frase no es muy acertada – dice Orr, porque todos tienen que admitir que en algún sentido la gracia es resistible; el único punto a debatir es la naturaleza del poder que, en el caso del regenerado, vence eficazmente esta resistencia.”
Estos artículos fueron firmados por 46 ministros remonstrantes. Los calvinistas, por su parte, emitieron una contra protesta. Pero, como no llegaban a un acuerdo, finalmente se decidió resolver la disputa mediante un sínodo al que fueron invitados casi todas las iglesias nacionales reformadas.
Éste fue celebrado en Dordrecht desde el 13 de Noviembre de 1618 hasta el nueve de mayo de 1619. Estuvieron presentes 84 miembros y 18 comisionados seculares del Palatinado, Hesse, Nassau, Frieslandia Oriental, Bremen, Emden, Inglaterra, Escocia, Ginebra y Suiza alemana.
Los Cánones del Sínodo de Dort condenaron la posición arminiana, a la vez que presentaron cinco puntos contrarios, que han sido conocidos como los cinco puntos del Calvinismo.
Por un lado declaran que el hecho de que “sólo algunos de entre los miembros de la raza humana pecadora alcancen la fe, debe atribuirse al Consejo eterno de Dios. Dios eligió en Cristo un número definido de seres humanos para la salvación, en tanto que, en su justicia, dejó a los demás entregados a la perdición.”
En cuanto a la eficacia de la muerte de Cristo, afirman que ésta “es suficiente para expiar los pecados de todo el mundo.” Sin embargo, su obra de expiación está limitada en el hecho de que Dios tenía la intención de que fuese eficaz solamente para quienes “fueron elegidos desde la eternidad para salvación.”
También afirman la total depravación de la raza humana, así como la gracia irresistible de Dios y la perseverancia final de los santos por la obra preservadora de la gracia de Dios.
No obstante, el arminianismo no murió allí. Sus doctrinas fueron asimiladas por los bautistas generales, los menonitas holandeses y, un poco más tarde, por el metodismo wesleyano (aunque este último se aleja aún más de la doctrina reformada de la salvación). Hoy día es la doctrina de la mayoría de las iglesias en América.
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